La otra orilla

Un recorrido por las calles con sus edificios destacados, el gran mercado, la rambla y más, todo con mate.

La otra orilla

Los uruguayos no preguntan "¿entendiste?" ni dicen "Sí"; en vez utilizan el "Ta". A veces en un tono de pregunta como cuando pedimos una dirección y quieren asegurarse que hemos entendido, terminan la frase con un: "¿Ta?". Otras como una afirmación que se pierde en sus bocas y repiten: "Ta, ta". Para asegurarse que su interlocutor los escucha y los entiende dicen: "Viste" a medio camino de una pregunta y con una S que apenas se escucha.

Los uruguayos son tranquilos y amables, más de uno dirá que así se diferencian de sus vecinos porteños. Las comparaciones entre las dos capitales que miran al Río de la Plata son (¿odiosas?) ...inevitables. Ya lo decía Jorge Luis Borges en uno de sus poemas:  "Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente".

Durante unos días después del verano nos sumergimos en el ritmo y calles de su capital, Montevideo.

La dieciocho

En Montevideo todos los caminos llevan a  la avenida 18 de Julio o la "dieciocho" como la llaman comúnmente los lugareños, eje de referencia y una de las arterias más importantes de la metrópolis. En su nombre se conmemora el Día de la Jura de la Constitución.

Fue concebida como la primera expansión de la ciudad fuera del casco antiguo. En los tres kilómetros que la componen: oficinas de gobierno, majestuosos edificios, restaurantes y elegantes galerías de antaño son algunas de las atracciones con las que tropezará el transeúnte.

Esta avenida también es protagonista y testigo privilegiado del famoso carnaval. Es aquí donde se produce el desfile inaugural que abre el festejo más largo del mundo con

-aproximadamente- treinta y cinco días de duración. En esa noche, en el transcurso de tres horas, murgas y comparsas desfilan frente a un público que no sabe de edades y sólo quiere disfrutar.

Entre dos ciudades

La plaza de la Independencia es el límite que divide la Ciudad Vieja del centro urbano y merece la pena tomarse unos minutos para observarla. La custodia una estatua ecuestre de José Artigas, prócer uruguayo. Alrededor: la Puerta de la Ciudadela -que lleva al Montevideo colonial-, la Torre Ejecutiva, sede del Poder Ejecutivo, y el Palacio Estévez que en el pasado se utilizó para el mismo fin.

Llama la atención el distinguido edificio que se levanta en una de sus esquinas. Se trata de "El Salvo" como lo llaman los uruguayos y en su refinada silueta se hace presente el esplendor que vivió la ciudad en las primeras décadas del siglo pasado.

El nombre de este elegante palacio hace referencia al apellido de los hermanos que impulsaron su construcción: José, Ángel y Lorenzo Salvo. Diseñado por el italiano Mario Palanti en sus formas se percibe una clara influencia del Art decó. Fue inaugurado en 1928 y hasta 1935, la segunda torre más alta de Sudamérica con 95 metros de altura. Pensado originalmente como un hotel, sólo sirvió parcialmente a este fin durante algunos años. En la actualidad, en los 27 pisos que lo conforman se ubican oficinas y viviendas.

La ciudad colonial

Atravesar la Puerta de la Ciudadela -construida en 1742- es un viaje en el tiempo. Con sólo un paso retrocedemos muchos años y entramos en el Montevideo colonial. Pintorescas edificaciones antiguas y calles peatonales que invitan a pasear, lentamente para poder prestar atención a todos los detalles.

A pocos metros nos recibe el Teatro Solís cuyo nombre conmemora al navegante Juan Díaz de Solís, descubridor del Río de la Plata. "América del Sur no posee un solo teatro que pueda presentarse como rival y muchas grandes ciudades europeas lo desearían y lo mostrarían al viajero como una obra digna de examen". Las palabras que utilizó el argentino Miguel Cané para describirlo, todavía siguen vigentes.

Inició el proyecto el arquitecto Carlo Zucchi y lo sucedió Francisco Javier de Garmendia. Luego de una serie de reveses fue finalmente inaugurado en 1856 y  hasta nuestros días conserva la majestuosidad y elegancia que lo caracterizó en el pasado. Para conocer su interior y su historia, las visitas guiadas -todos los días por la mañana- son una excelente opción.

Volvemos nuestros pasos a la peatonal Sarandí, continuamos el paseo por el casco antiguo y llegamos a la plaza de la Constitución. Un mercado de antigüedades, al mejor estilo San Telmo, intenta llamar la atención de los turistas que transitan. Detrás de la plaza, la Catedral Metropolitana de Montevideo, construida en 1790, emerge solemne en el corazón del barrio.

Guiados por el olfato, la curiosidad o la casualidad, llegamos al Mercado del Puerto. Inaugurado en 1868 albergó en sus inicios puestos de frutas, verduras y carnes. Hoy esos puestos han sido remplazados por restaurantes que ofrecen la famosa parrillada uruguaya. Quizá el núcleo más turístico dentro la Ciudad Vieja. En los alrededores no faltan artistas callejeros y puestos de souvenirs.

La rambla y el río

Veintidós kilómetros componen la rambla de Montevideo que bordea el Río de la Plata y se convierte en una placentera excursión en cualquier segmento que se transite. En los meses cálidos  personas caminando, en patines, en bicicleta o simplemente sentados disfrutando del paisaje -mate de por medio- son las postales que se renuevan día tras día.

Los fines de semana  las playas de Pocitos, Ramírez, Buceo y Carrasco, son la parada obligada para quienes escapan del calor con un refrescante chapuzón si el clima lo permite o al menos un pic nic para relajarse.

El Shopping que fue cárcel

La arquitectura moderna y antigua se combina a la perfección en el residencial barrio de Punta Carretas. El club de Golf, el Faro, el Parque Rodó y el Shopping son algunos de los atractivos que propone la zona.

El visitante distraído nunca adivinaría que el centro comercial que hoy alberga doscientos locales con las más distinguidas firmas nacionales e internacionales fue, desde 1910 y hasta 1986, una Penitenciaría. Testigo de importantes fugas: presos anarquistas en la década del 30, cien presos políticos en 1971 y, por último, un motín en 1986 que significó el cierre de sus puertas y su final como centro correccional.

En nuestros días, se dice que los familiares de los presos y hasta los ex presidiarios circulan por el actual shopping y, parados frente alguno de los negocios, rememoran las instalaciones de la antigua cárcel.

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