El conflicto entre China y EEUU amenaza con derrumbar el edificio multilateral que organiza el comercio mundial y es "urgente" que la región "construya espacios de coordinación" para enfrentar esta pulseada, que determinará la economía y la geopolítica del siglo XXI, asegura el economista chileno Osvaldo Rosales, asesor de varios gobiernos trasandinos en temas chinos.
"Tengo conciencia de que el actual momento, quizás el peor de la integración regional en toda su historia, lo complica, pero creo que esa coordinación es imperativa, señaló Rosales, quien fue consultor de la CEPAL y director de Relaciones Económicas Internacionales de la cancillería chilena durante el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006).
El académico está de paso por Buenos Aires, antes de continuar a Montevideo, en el marco de la presentación de su libro “El sueño chino: Cómo se ve China a sí misma y cómo nos equivocamos los occidentales al interpretarla”.
–En su libro usted señala que la lucha por la hegemonía entre EEUU y China puede abrir una nueva fase de la globalización. ¿Qué características tendría ésta?
–Cuando China ingresó a la OMC y abrió su economía existía la presunción de que eso abriría también un gigantesco mercado para la producción de EEUU y Europa, pero no se consideró la posibilidad de que China lograra construir capacidad propia y exportar al resto del mundo.
Pero China adquiere competitividad, empieza a afectar la competitividad de la industria norteamericana y europea y eso determina un proceso bastante acelerado de desindustrialización en Occidente. Hoy tenemos la paradoja brutal de que los obreros que votaban al PC en Francia hoy votan a la ultraderecha de (Marine) Le Pen, un voto contra la globalización que los trató mal. En EEUU el presidente Trump asume con un discurso antiglobalización y este discurso es recogido por los sectores bajos de EEUU, que deviene proteccionismo.
–¿Y todo esto qué implicancias globales tiene?
–La principal economía del planeta abandona en forma gradual los ejes liberales que promovió desde la posguerra, lo que significa destruir todo el edificio multilateral construido a partir del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y luego con la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El actual período de incertidumbre y volatilidad financiera en la economía mundial ya no responde a crisis financieras sino a decisiones políticas conscientes. En esta nueva etapa, durante varias décadas China y EEUU deberán buscar espacios de entendimiento porque, de otra forma, lo que viene es conflicto y eso no le conviene a ellos ni al mundo.
–¿En qué espacios podría articularse una voz regional común para enfrentar esto?
–Esa voz regional, que me parece urgente, podría articularse en el tema de las redes 5G, que sabemos son fundamentales para todas las tecnologías disruptivas (inteligencia artificial, Internet de las cosas, robótica, big data) y todo eso vinculado a los servicios.
Por lo tanto, ningún país debería restarse a la pronta aplicación y masificación de esta red, a pesar de lo ocurrido en Chile y Argentina, donde (el secretario de Estado norteamericano) Mike Pompeo nos advierte que no tenemos que meternos con Huawei.
–Un virtual chantaje.
–Claro. La región no debe comprometerse con ninguno de los dos bandos sino promover un ‘no alineamiento activo’, que supone no ser comparsa de ninguna de las dos partes y buscar espacios, negocios específicos, interacción con los dos y, por supuesto, mucho más con Europa porque eso nos permite intermediar.
Qué debe hacer Occidente
Según Rosales, Occidente no debe intentar evitar que siga avanzando el ascenso de China, más bien acomodarse a esa dinámica.
–¿Qué función tendría este acercamiento a Europa?
–Sostengo la conveniencia de un acuerdo UE-Mercosur porque eso permite que la región se acerque al bloque europeo y de allí consolidar un eventual espacio de trabajo, que a mí me parece ideal, de convergencia entre Alianza del Pacífico y Mercosur.
Y no lo digo líricamente sino concretamente. Un espacio que integre uno o dos proyectos que sean simbólicos y den cuenta de esa voluntad de establecer espacios de cooperación.
En infraestructura, energía, telecomunicaciones, salud, etc, pero que sea un proyecto relevante que dé cuenta de que es posible cooperar.
Ahora, cómo adecuarse a ese nuevo escenario es probablemente el nuevo gran desafío que enfrentan estas generaciones.
–¿Y el resto de Occidente qué deber hacer?
–El peor error que podría cometer Occidente es intentar evitar el ascenso chino. Lo que hay que hacer es acomodarse a ese nuevo momento. Cuando insisto en que probablemente esto genere una nueva fase es porque Occidente deberá admitir que su minuto en la historia está concluyendo.
–¿El ascenso chino y sus notables logros económicos en el marco de un sistema político autoritario, ponen en riesgo el matrimonio Capitalismo-Democracia?
–El debate económico siempre entendía que los regímenes autoritarios podían crecer, pero difícilmente podían ser líderes en innovación, porque ésta requiere emprendimientos, libertad, creatividad e instituciones que las potencien, por lo que la apuesta era que en ese aspecto iban a fracasar.
Hasta ahora no está pasando eso y, de extenderse en un tiempo largo, deberemos concluir que también es posible innovar en un espacio no democrático al estilo occidental.
Es necesario, sin embargo, un recaudo respecto de las bondades del sistema occidental. Así como hablamos del socialismo realmente existente, en contraste con el socialismo de los textos, deberíamos hablar de la democracia de los textos y la democracia realmente existente.
Me parece poco sensato pensar que los chinos van a aceptar un modelo que apenas lleva 150 o 200 años y que ellos no han conocido en 5 mil años.
–¿Cuánto impactará la irrupción del coronavirus en el escenario global descripto en su libro?
–Es un poco temprano para tener una respuesta sobre ese impacto. Hay que ver cómo. Lo que sí se puede decir ya, es que constituye un test para la administración China. Parece estar claro que la unión entre el Partido Comunista chino más la ciencia es capaz de dar gobernabilidad y administrar eventos de este tipo de mejor forma que el capitalismo occidental.
También parece claro que si el coronavirus en China no es controlado para abril, lo más probable es que tengamos un crecimiento muy menor en la economía mundial este año, con una contracción en Europa y Japón.