Osvaldo Chiavazza se expone

El miércoles inaugura en la Bolsa de Comercio de Mendoza una muestra individual del pintor, dibujante y escultor mendocino que se propone, en cada trazo, conmover al espectador. Perfil, vida y obra de un hombre con sueños de contagiar el arte en grandes d

Osvaldo Chiavazza se expone
Osvaldo Chiavazza se expone

Un jueves de noviembre. Una tarde de viento zonda. Una reja y dos timbres: “Familia” y “Consultorio”. Un hombre del otro lado de la ventana. Un hombre de pelo recogido en la nuca y malla roja con franjas blancas a los costados.

El mismo hombre con camiseta negra puesta al revés y alpargatas, también negras, que al caminar arrastra. Un viejo reproductor de música. Jazz de fondo. Junto al hombre “un hermano de la vida, un maestro, un amigo”.

Son las cinco y media de la tarde en la casa-taller de Osvaldo Chiavazza, dibujante, pintor, escultor. En silencio y de pie, trabaja Antonio Almazán, el amigo, el maestro y el hermano de la vida que esta tarde de zonda lo ayuda a enmarcar algunas de las cincuenta obras que integrarán su próxima muestra. Para entonces habrá cumplido 43 años.

A pesar de tener cierta rutina y cambiarla cada tanto, Osvaldo Chiavazza disfruta disponer del tiempo y pensar que “no tiene que rendirle nada a nadie”. Esa libertad, dice, es el resultado de una decisión construida a base de trabajo y coherencia.

Desde hace dos años, sus días comienzan a las cuatro y media de la mañana y terminan luego de varias interrupciones del sueño. En el silencio de la madrugada, prepara el mate y durante dos horas dibuja o pinta y vuelve a dormir. A las ocho y media, el segundo despertar, esta vez junto a su mujer y ayudante Andrea Cano, y la hija de ambos: Guadalupe. Música clásica, mate y a la obra.

De un tiempo a esta parte Osvaldo organiza, cada ocho o diez años, una muestra individual. La última fue en febrero de 2008. Esta vez pasaron cinco y se trata de obras surgidas entre 2010 y 2012. “Apareció una serie con muchas cosas nuevas y la quiero exponer toda junta antes de que se venda y se diluya la idea de la muestra”, dice.

Considera que esta exposición forma parte de una obra bisagra, que marca el rumbo hacia otro lugar. Ese lugar, piensa, es gráfico y es el principio de algo.

“Yo venía con una obra figurativa, muy vinculada a la figura humana y su tratamiento escultórico. Esta obra tiene un intermedio entre el dibujo y la pintura, y lo que me ha dado es una carga de color que antes no tenía. Me he puesto a trabajar sobre temáticas que antes no trabajaba: paisaje, bestiario, animales raros; una cosa más tirada hacia el humor y más relajada con respecto a los temas”, explica.

De las ciento treinta obras nacidas sobre papel con acrílico y tinta china, Osvaldo seleccionó unas cincuenta que desde el próximo miércoles, a las 20, y hasta el 4 de febrero pueden verse en la Bolsa de Comercio, en España y Sarmiento de Ciudad. “La muestra es una forma de compartir lo que estás haciendo, pero no es lo que a mí me interesa, no es el fin último. Yo estoy interesado en hacer obra pública, escultura gigante, murales… Esa clase de obras me ponen con más fuerza”, asegura.

Osvaldo y su trabajo en paralelo, oscilante entre el dibujo, la pintura y la escultura. Al recorrido sin horarios se sumaron este año desafíos -algunos inesperados-: el encargo de un retrato de la patriota del Alto Perú Juana Azurduy para la pinacoteca del rectorado de la Universidad del Noroeste; una escultura en arcilla de siete metros titulada “Pachamama”, que irá al campus de la Universidad Nacional de San Martín; la selección de una obra suya, “Aire y silencio”, para el calendario institucional 2013 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de la ONU o la venta de quinientos dibujos a un precio accesible que promocionó vía Facebook.

Aunque Osvaldo, tarde o temprano, insiste: “Me encantaría llenar de murales y esculturas las calles, porque creo que una ciudad para ser más vivible tiene que tener eso. Es como un llamado interno que uno tiene y nada tiene que ver con el sacerdocio (risas), todo lo contrario, pero sí de una necesidad de expresarme en grandes dimensiones”.

El crítico de arte y docente Jorge Gómez de la Torre fue profesor de Estética de Chiavazza en la Academia Provincial de Bellas Artes “cuando la academia era el centro de difusión cultural más importante del interior del país”. Hablamos de fines de los ochenta. Recuerda a la distancia su sensibilidad, la rapidez con que trabajaba y su inteligencia: “en el sentido etimológico de la palabra”.

Consultado por su visión sobre el trabajo del artista dirá que “Osvaldo Chiavazza es la última instancia de la mejor tradición escultórica mendocina y representa -lo pretenda o no- a esa escuela”. Y más adelante:

“Su pintura tiene el particularísimo y exclusivo mérito de rendirle el más respetuoso homenaje al valor de la línea”. Con motivo de la muestra, el artista y amigo Luis Scafati le dedicó unas palabras: “(…) Osvaldo abre una carpeta inmensa y como un mago, comienzan a aparecer de la galera estos seres dibujados con líneas firmes y sensibles. Tajos sobre el fondo negro. Una luna, una mujer desnuda, un minotauro, sillas, árboles… Van desfilando sobre luminosos colores que proponen un mundo de significados que trascienden lo meramente dibujado (…)”.

Osvaldo Rubén Chiavazza, Mendoza, 1970; el tercero de cuatro hermanos, hijo de Oscar Chiavazza y Morocha Giannattasio. Él tintorero, ella ayudante suya y ama de casa. Creció en una casa en la Sexta Sección: “cittadino, cittadino", dice.

En ese ambiente tranquilo de padres compañeros, surgieron sus primeras inquietudes creativas. Recuerda su hermano Horacio, director del Museo del Area Fundacional, que desde niño Osvaldo indagó en el arte con lo que tuviera al alcance: se inició en el auto-body-painting con barro, jugó a transformar objetos, dibujó soldaditos en serie que después de recortar, alineaba en el patio. “A veces su piromanía lo llevaba a prácticas desalmadas con esos muñequitos tan lindos”, detalla. Belleza en las manos de Osvaldo. Más tarde la música, las siestas durante la primaria sentado a un órgano antiguo del Instituto Nadino, el canto, la ópera a viva voz sin haber estudiado italiano.

Festeja los cumpleaños terminados en cero y no abre la puerta ante la visita de ningún espontáneo.

“A veces me ha costado caro no atender porque he perdido ventas y cosas así”. Si el timbre suena, Osvaldo seguirá haciendo lo que sea que esté haciendo. Hace algunos años, recuerda, el director y dramaturgo Pepito Cibrián, no sabe cómo llegó a su casa. Al verlo, Osvaldo le dijo a su mujer que no lo atendería porque lo sacaba de quicio. Ella intentó convencerlo, pero no. Andrea recibió a Cibrián, le mostró la obra de su marido, pero al no estar el artista presente, el dramaturgo volvió ofendido al auto del glamour que lo esperaba, envuelto en una bufanda amarilla.

-¿Y vos qué hiciste?

-Yo me fui a ver tele a la pieza. Son artistas con mucho ego. Quieren que les pongas la alfombra roja.

En la Academia Provincial de Bellas Artes conoció al maestro Fausto Caner, de quien sería discípulo diez años junto al escultor mendocino Daniel Ciancio. “El que me enseñó a pintar con los materiales, el que me enseñó a hacer escultura, el que me enseñó a amasar la arcilla y a encarar una obra fue Fausto”, afirma. En la casa-taller de Caner, por entonces en Luzuriaga, Osvaldo y Daniel compartieron horas de una beca simbólica que marcó aprendizajes a fuego.

“20 de noviembre de 2013. Qué puedo decir de mi amigo y compañero de andanzas Osvaldo Rubén Chiavazza, con doble z, como recalcaba cuando decía su italianísimo apellido. (…) Es Chiavazza un artista completo e íntegro y repito, un gran valor del arte menduco, que algún día despertará de ese letargo siestero, y que cuando despierte verá en su obra un tesoro inmenso, una obra coherente y honesta, el resultado de un largo trabajo digno de un hijo de estas tierras (…)”. Firma la dedicatoria, “El Ciancio”.

A los 19 años, Chiavazza fue padre de Mauro y a los 21 de Amadeo. Con Andrea Cano llegaría su tercera hija, Guadalupe. Desde 2008, la pareja organizó el trabajo “en bloque”, describe él.

“Nosotros vivimos de esto gracias a que yo trabajo en la manufactura y ella en la producción. Yo no me encargo de vender ni de entregar nada, no recibo prácticamente a nadie. Ella es como un escudo que tengo delante de todo”, manifiesta sobre la mujer que conoció en 2001 y con quien se fue a vivir una semana después de aquel primer flechazo. Esa estratosfera en la que él dice vivir es para ella el resultado de una “destreza impresionante” por parte de un hombre con sueños de niño que ahora vuelve a su obra, al diálogo en silencio con la obra.

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