Orlando Toledo el goleador de los dobles en bandeja

Dejó su puesto de arquero en el semillero azulgrana para dedicarse al básquetbol. Con el tiempo se convirtió en uno de los máximos referentes de aquel invencible Andes Talleres de los ’70, También se destacó en la Selección Mendocina y en el final de su c

Orlando Toledo el goleador de los dobles en bandeja
Orlando Toledo el goleador de los dobles en bandeja

La historia que Orlando Toledo escribió como jugador de básquetbol en aquel Andes Talleres eterno campeón de la década de los 70 y en aquella Selección Mendocina protagonista de varios Campeonatos Argentinos en la misma época -al que se recuerda por su función de ala, su juego agresivo y ofensivo, su buena técnica, su ágil salto y sus dobles en bandeja cuando llevaba la pelota con una mano y la sostenía luego con la otra mientras se elevaba para encestar con elegancia y finos movimientos- bien pudo ser otra, muy distinta a la que hoy traemos a la memoria en nuestro semanal espacio dedicado a la nostalgia de hechos y grandes personajes del deporte provincial.

Es que a los 12 años -en su Dorrego casi natal porque es nacido en Luján, una localidad de San Luis donde su familia, formada por sus padres Orlando y Albina y su hermana María Angela, que fue jugadora de básquetbol femenino en la entidad de Godoy Cruz, se radicó cuando todavía era un bebé de pecho- Orlando era el obligado arquerito de cuanto picado se organizaba en el campito, la esquina o la vereda de su casa y el patio de la escuela Rafael Obligado, donde completó el ciclo primario.

El puesto que obviamente eligió cuando se fue a probar con todo éxito en las inferiores azulgranas bajo la paternal mirada de don Aroldo Cortenova, que había llegado de San José con su manual de maestro y consejero en los tiempos que el Cebolla Julio Marchena atajaba en la primera y surgían más abajo el “Tino” Martín Neglia y el “Chuni” Bonacossa.

Sin embargo un año de inactividad al no haber firmado en la Liga Mendocina por una cuestión relacionada con la edad, lo hizo abrazar con igual o aún con mayor pasión la práctica del básquetbol.

En la charla con Más Deportes Orlando evoca las palabras de don Aroldo cuando se volvieron a encontrar después de algún tiempo: "¡Qué arquero me perdí!".

El que sigue es el relato del propio Toledo de su infancia, juventud y adolescencia: “Como vivíamos en Dorrego, de niño mi papá Orlando me llevaba de la mano a ver a los Verdes de Arizu porque él era dirigente de esa institución, del mismo modo que después también lo fue de Andes Talleres.

De esos años tengo una vaga imagen del “Gordo” Mariano González como DT y de los hermanos “Cacho”, el “Toro” y Domingo González, Italo Lucero, “Coquito” Vázquez, Andrés Serpa, “Cachuta” Del Río y el “Yura” Anteruchi, que militaban en Arizu. Sin embargo, por mi debilidad por el fútbol elegí Andes Talleres, que institucional y deportivamente había crecido muchísimo en esos tiempos, todo lo contrario de Arizu, protagonista hasta los ’50.

Cuando se me pasó la ilusión de ser arquero puse toda mi energía y empeño en el básquetbol, en el que Talleres también tenía un gran y exigente semillero.

Recuerdo el buen trato y los sanos consejos de don Rafael Ferrer y de Alberto Pablos, que dirigían las inferiores, y la gran cantidad de chicos que participaban en los torneos internos que se organizaban, por lo que era bastante difícil crecer, progresar y tener continuidad.

Algunos compañeros, como Eduardo Triffiletti, Daniel Peñas y Eduardo Ridi, tuvieron que dejar por razones de estudio. Aunque yo también estudiaba, porque después de cursar hasta quinto año en el Liceo Militar General Espejo, donde el profesor Fernando Anfuso me permitía jugar solo al básquetbol, me inscribí en la carrera de ingeniería agronómica, pude continuar con mucho sacrificio y un gran esfuerzo personal.

Además trabajaba como preceptor en el Colegio San Vicente Ferrer y la mayoría de los días salía de mi casa bien temprano y regresaba entrada la noche, luego de entrenarme hasta tarde en el club.

Después de jugar en cadetes y en juveniles, a los 15 años se produjo mi debut en la primera en una época de notables jugadores y en la que Talleres generalmente ganaba todo lo que jugaba. Me dieron la 13 y me la puse sin problemas porque yo quería aprender cada vez más y mejorar cada día. Claro que a veces entraba veinte segundos o apenas un minuto”.


En bandeja
Desde su función de ala y sus aplaudidos dobles en bandeja, Orlando se ganó muy pronto y por méritos propios un lugar en la formación inicial de aquel equipo que en los '70 ganó 8 campeonatos consecutivos y estuvo 120 partidos sin perder. "Quedé como titular a fines de los '60, cuando tenía 17 años, y ocupé el lugar del "Zurdo" Armando Fernández, que debió ser operado por un problema de salud.

Recuerdo a compañeros inolvidables como Luis, José y Francisco Armendáriz, Humberto “Tito” Carra, el “Chiquito” Roberto Andrade, Víctor González, Armando Fernández, el “Negro” José Luis Nenna, Edgardo Peralta, Raúl “Caniche” Estalles, los hermanos Raúl y Roberto Brioude, Juan Coria y Vicente Pellegrino, a los que se agregaron más tarde el “Tono” Alvaro, Adrián “Palito” Díaz, Marcos Capezzone, Jorge Pablos, Rafael Mascaró y Héctor Sánchez, entre otros.

El mejor equipo que integré fue el del ’73 y del ’74, con Luis y José Armendáriz, el “Caniche” Estalles, yo y Peralta. Luis nos transmitía su presión y temperamento para ganar y Edgardo, que fue uno de mis mejores amigos por lo que sentí mucho su muerte, nos estimulaba de un modo permanente.

Con él y Raúl Brioude nos entendíamos de memoria, cada uno sabía lo que iba a hacer el otro. En cuanto a mí creo que yo era un buen jugador que llegó a un gran equipo.

Lo que nunca descuidé fue el entrenamiento, la constancia y la voluntad para entrenarme, la preparación atlética, el estado físico, el cuidado en las comidas y la necesidad de llevar una vida privada ordenada. Nunca me aparté de esos códigos para rendir de la mejor manera. Fue la única forma de mantenerme tantos años en un equipo tan competitivo”.


La Selección
Toledo, que se recibió de ingeniero agrónomo en 1977 y que vive de esa actividad, tiene en la actualidad 62 años de edad (29-6-52), está casado con Liliana Virgilito, que es contadora, y tiene dos hijos varones: Eduardo (31), que ejerce como abogado, y Agustín (21), estudiante de diseño.

La otra página que escribió en el básquetbol local tiene que ver con la Selección de Mendoza, a la par de referentes de un reconocido prestigio a los que también nombra con afecto y respeto como el “Rulo” Becerra, otro buen amigo como “Manolo” Garcés, los hermanos Raúl y Roberto Brioude, Aquino Rodríguez, el “Pato” Rodríguez, “Caniche” Estalles, Mario Da Prá, Héctor Massat, Roberto Rodríguez, Marcelo y Mariano Bordón, con técnicos del nivel de Pedro Bátiz y Hugo Borelli.

De modo especial en los Campeonatos Argentinos desarrollados en Buenos Aires (1972), Chaco (1973), La Rioja (1974), Comodoro Rivadavia (1975), Río Negro (1976) y Córdoba (1977), donde se logró un brillante tercer puesto.

Con el recuerdo especial de aquella memorable jornada del 6 de abril de 1974 que la revista El Gráfico, a través de su periodista especializado Piri García, calificó como “Una noche histórica”, cuando en la 41° edición disputada en La Rioja Mendoza derrotó a Buenos Aires por 53 a 52 y le cortó un invicto de 49 partidos a aquella selección que entre 1966-1978 llegó a 13 finales consecutivas, de las que se impuso en 10 en la serie más exitosa de ese certamen.


Con "el Mago"
Como un broche de oro a su exitosa trayectoria Orlando hizo realidad en las temporadas de 1978-1979 el sueño de jugar en Estudiantes de Bahía Blanca, donde tuvo como compañero a Alberto Cabrera, conocido como "el Mago" por su talento y fantasía, lo que evoca con una doble sensación de felicidad y tristeza: "Por un lado, cumplí el objetivo de jugar en Bahía Blanca, que entonces era la capital del básquetbol, y de hacerlo en Estudiantes, donde formaba "el Mago" Cabrera, por quien sentía una gran admiración.

Por el otro, la amargura de sufrir una grave lesión en el ligamento cruzado de la rodilla izquierda que marcó el fin de mi carrera, aunque al regresar a Mendoza me vinculé un tiempo a Leonardo Murialdo, pese a que ya no era lo mismo. Cuando el médico que me operó en Bahía Blanca me preguntó a qué me dedicaba además del básquetbol yo le contesté que era ingeniero agrónomo.

Entonces me miró fijo y me dijo: “Bueno, dedicate a la profesión porque el básquetbol no va más”. Fue un golpe muy duro porque recién tenía 27 años. Luego me dediqué a la dirección técnica en YPF y Andes Talleres, donde me reprochaba y me cuestionaba a mí mismo el sistema de entrenamiento, si los cambios estaban bien o mal hechos, el planteo del juego de cada partido.

Tenía tanta ansiedad y me cargaba de tanta responsabilidad que opté por trabajar solo en las divisiones menores de esos dos clubes y de San José, convencido de que podía ser más útil en la etapa formativa.

Con grandes amigos como el “Negro” Larrocca y el doctor Armando Calletti, me vinculé al maxi-básquetbol, donde fui jugador y dirigente. Ahora disfruto de mi familia, de mi trabajo, de mis recuerdos y del grupo de amigos que se formó con ex jugadores de Guillermo Cano, con quienes nos reunimos quincenalmente para evocar nuestros viejos tiempos y fortalecer esa hermosa relación.

Entre ellos, Jesús Bátiz, Juan José Capello, el “Francés” Miguel Falcioni, Miguel Valls, Luisito Armendáriz, Arturo Cacciamani, “Manolo” Garcés, Hugo Socchi, el “Flaco” Evans, Carlitos Ojeda, el “Caña” Alvaro y el “Pacha” Tobares, entre otros”, finalizó.

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