1952. Para el robo, no hubo necesidad de forzar la cerradura. A Alan Turing, el matemático más lúcido de Europa, el padre de la computación moderna, el inspirador de la inteligencia oficial, el científico que fue clave para que la corona inglesa no fuera un botín más de los nazis, a ese hombre de menos de 40 años, lo entregaron.
Su amante, Arnold Murray, un obrero de 19 que el científico había conocido meses antes, abrió las puertas de la casa de Turing a un cómplice, para que le robara sin obstáculo ni resistencia.
El plan de la dupla de chorros era perfecto y se había repetido con resultados óptimos durante los últimos años. Las víctimas, homosexuales ellos, se resistían a denunciar a los ladrones porque revelar a la policía esta condición sexual podía determinar ser castigados incluso con la muerte. Pero estamos ante un tipo diferente.
Turing estaba orgulloso de todo lo que había conseguido. Como parte del equipo de criptoanalistas de la escuela gubernamental de códigos y cifrado de Bletchley Park desnudó el funcionamiento de Enigma, la máquina de cifrado que los submarinos alemanes del mar del Norte usaban para sus comunicaciones.
El padre de los algoritmos modernos salvó miles de vidas, acortó la guerra y fundó las bases de las ciencias de la computación. Como ven, no tenía nada que ocultar.
De hecho, nunca mintió cuando la policía le preguntó si él era gay, en medio del proceso de denuncia contra el robo, ya que la homosexualidad era considerada un delito en Gran Bretaña hasta 1967.
Fue sometido a un lastimoso juicio que terminó con Turing teniendo que decidir frente a la Corte si quería sufrir la pena de muerte o un tratamiento de castración química. Tenía 39 años y estaba en el momento más brillante de su carrera.
El matemático optó por la segunda opción jurídica y aceptó recibir inyecciones de estrógeno para anular su libido, sufriendo dolorosos cambios en su cuerpo.
El mismo gobierno que le había cubierto el pecho de medallas, lo consideró un riesgo para la seguridad nacional, prohibiéndole el acceso a toda documentación sensible. Además, la mala publicidad y la imposibilidad de viajar lo convirtieron en un hombre sin trabajo.
En un hombre sin alma. En 1954, Alan Turing, a los 41 años, mordió una manzana con cianuro. Según la documentación oficial, se trató de suicidio.
Manzanas
Hay una leyenda urbana que dice que el logotipo de Apple, que se popularizó en los 80, fue creado como un homenaje al padre de la computación, el mentado Alan Turing.
La manzana mordida, y los colores del arco iris atravesando el fruto (los mismos que lucen la bandera del orgullo gay) según el mito, conformaban un perfecto tributo al hombre que murió envenenado. Por el veneno de la manzana y el de una sociedad cegada.
A Rob Janoff, el creador del icónico logo, esta historia le parece bellísima … pero falsa. "Es una maravillosa leyenda urbana. El concepto sólo fue pura inspiración visual. Y la mordida, sólo fue para evitar la confusión con una cereza", dijo en más de una oportunidad.
En todo caso, mucho más cercano a un homenaje fueron las declaraciones del CEO de Apple, Tim Cook.
El ingeniero que fue ubicado en ese puesto por el propio Steve Jobs meses antes de morir, declaró esta semana en Businessweek: "Nunca lo negué pero tampoco nunca lo admití públicamente: estoy orgulloso de ser gay y considero que ser gay es uno de los mayores dones que Dios me ha dado".
Estas palabras del director ejecutivo de 53 años fueron título de los diarios de todo el planeta. Según sus palabras, consideraba que contar este aspecto de su intimidad podía servir de inspiración a otras personas.
Cook, felicitado por el propio directorio de Apple y apoyado por el CEO de Microsoft, Satya Nadella, entre otros, aseguró que seguiría denunciando las leyes de varios Estados de su país, que aún hoy oprimen los derechos de gays y lesbianas.
Cook se considera un adicto al trabajo. Pasa días enteros en las oficinas de Cupertino, con dietas a base de café y bebidas energéticas. Fue la mano derecha (y racional) de Steve Jobs en el momento de esplendor de la empresa de la manzana.
Cuando a Cook le diagnosticaron esclerosis múltiple, en 1996, dijo que su concepción de la vida cambió y que no tenía ganas de ocultar absolutamente nada.
El mundo cambió. Por suerte. El contexto de Cook poco tiene que ver con el de Turing. Apple se encuentra en la previa del lanzamiento de sus relojes inteligentes -algunos bañados en oro- que saldrán entre enero y marzo, y que ya son tapa de revistas del mundo de la moda y el glamour.
No obstante, la decisión del hombre fuerte de Apple no debe haber sido liviana. En 2007, cuando el director general de British Petroleum, John Browne, sostuvo que era homosexual, su directorio lo obligó a renunciar. De los 700 gerentes generales de las empresas más grandes del mundo, el líder de la compañía del iPhone es el único que ha dicho ser gay.
Cook, en todo caso, tiene la lucidez de mostrarnos que, por suerte, 2014 ya no es 1952. Un cambio de época que engrandece aún más la figura de Turing, el hombre que lo único que no supo descifrar fue la estupidez que lo rodeaba.