Vocales que nos confunden

Cuando un metal se confunde con otro, se usa el verbo “alear”. Mientras que “aleación” se define como “producto homogéneo obtenido por fusión”.

Vocales que nos confunden
Vocales que nos confunden.

Entre las vocales cercanas en su articulación, se dan en español la “e” y la “i” que son, además de anteriores por su ubicación en la cavidad bucal, vocales claras y agudas, desde lo perceptivo. Esta cercanía hace que el usuario, más de una vez, las confunda al pronunciarlas en algunas palabras; así, sucede cuando utiliza el adjetivo *espúreo, en lugar de “espurio”. Este término se origina en el vocablo latino “spurius” y tiene el significado de “falso, ilegítimo”: “Usó razones espurias para convencer al adversario”. Puede también significar “bastardo”, como en la expresión “hijo espurio”. Si se habla, por ejemplo, de “intereses espurios” se alude a intereses ilegítimos, que no resultan claros para ser defendidos si salen a la luz.

La forma *espúreo surge por ultracorrección, cuando el hablante quiere asimilar esta forma a la de otros adjetivos españoles que sí terminan en -eo, como “calcáreo”, “instantáneo” o “espontáneo”.

Algo similar suele ocurrir cuando se toma el adjetivo “etario”: derivado del latín “aetas” = edad, conforma un término que se define como “dicho de varias personas, que tienen la misma edad”: “Esos son gustos etarios característicos de los adultos mayores”. Por ello, la segunda definición que incluye el diccionario académico es la de “perteneciente o relativo a la edad de una persona”, como se advierte en “período etario” y “franja etaria”.

El Panhispánico nos recomienda no confundir este término con la forma incorrecta e inexistente, aunque muy usada, *etáreo. Es probable que, como en la definición se dice que se utiliza para aludir a quienes poseen la misma edad, se asimile la terminación a la de los adjetivos “coetáneo” y “contemporáneo”, que sí acaban en “-eo” y cuyo valor significativo es “de la misma edad” y “existente en el mismo tiempo que otra persona o cosa”: “Jorge y Emilio son de la misma franja etaria, son coetáneos, han sido contemporáneos a esos hechos bélicos”.

También se verifica confusión de valores cuando se cambian vocablos como “carear”, “palear”, “varear” y “alear”, en lugar, respectivamente, de “cariar”, “paliar”, “variar” y “aliar”. Enfrentemos estas parejas de parónimos: cuando utilizamos “carear”, estamos significando “tomar declaración a una persona en presencia de otra, o a dos personas a la vez”: “Para que saliera la verdad a la luz, el juez ordenó carear a los dos involucrados”. El vocablo se relaciona con el sustantivo “cara” y toma el sufijo “-ear”, que forma verbos a partir de sustantivos y adjetivos.

Enfrente, ubicamos “cariar” que proviene de “caries” ya que va a significar, precisamente, “corroer un diente a partir de la erosión de su esmalte”.

Propuse otra pareja, formada por “palear” y “paliar”: en el primer caso y a partir del sustantivo “pala”, tenemos el verbo que señala el trabajo con este implemento: “Dos obreros están paleando entre los escombros”. Por su parte, “paliar” tiene el valor de “mitigar, suavizar”, tanto la violencia de una enfermedad, como una pena o un dolor”: “Los calmantes han paliado en parte los dolores tan intensos”. También, “paliar” puede equivaler a “disculpar, encubrir, disimular”: “Con ese justificativo, pretende paliar el efecto de su inasistencia en un momento crucial”. Se vincula al sustantivo “paliativo”, cuyo significado es, referido a un tratamiento o remedio, “que tiene como finalidad mitigar, suavizar o atenuar el dolor de un enfermo”. Existe la expresión “sin paliativos”, locución adverbial equivalente a “sin titubeos, rotundamente y con decisión”: “Lo han condenado sin paliativos”. Se presenta también “paliatorio”, como adjetivo que indica “capaz de encubrir o disimular algo”: “Estas son medidas paliatorias para tapar semejante situación”.

¿Y qué sucede con “varear” frente a “variar”? El primero de estos verbos tiene diversas acepciones: “Derribar con los golpes y movimientos de una vara los frutos de algunos árboles”: “Fue necesario varear el limonero para obtener los limones que no se desprendían”. En otro orden, se llama “varear” a “herir a los toros o fieras con varas o cosa semejante”. De allí, el vocablo “vareadores”: “Nos deleitamos, una vez más, escuchando el ‘Coro de vareadores’ de aquella famosa zarzuela”.

Por su parte, “variar” es muy usado y toma el significado de “hacer que una cosa sea diferente en algo respecto de lo que antes era”; “Cambiar de forma, propiedad o estado”: “Veo que la situación ha variado mucho en poco tiempo”.

Cuando un metal se funde con otro, se usa el verbo “alear”: “Consiguen un producto brillante y llamativo al alear esos dos metales”. Resultado de “alear” es “aleación”, que se define como “producto homogéneo obtenido por fusión”. Pero existe otro verbo “alear” que se relaciona con el movimiento de las alas: “Los pichones ya aleaban alrededor del nido”. Y también con este verbo se señala a la persona que está convaleciente o que se repara de algún afán o trabajo, porque va cobrando fuerzas: “Después de varios días de extrema gravedad, José comenzó a alear”.

Por su parte, su parónimo “aliar” es el verbo que indica unión de una persona o colectividad, con otra, para obtener un mismo fin: “Se aliaron los opositores para vencer al partido principal”.

La lengua nos presenta un adjetivo, “aleatorio”, no vinculado con ninguno de estos dos verbos anteriores. Este adjetivo se relaciona con “alea”, que es un juego de azar, la suerte, el dado. Por ello, su significado es “fortuito, casual, que depende de la casualidad o el azar”: “Fue un proceso aleatorio”. Recordamos, en este sentido, la famosa e histórica frase “Alea jacta est”, atribuida a Julio César en el momento en que cruzó el Rubicón; esta expresión se puede traducir como “La suerte ha sido (está) echada” (el dado ha sido lanzado).

Alguien quiere referirse a un objeto desgastado por el uso y, al hacerlo, no sabe si usar “ajar” o “ajear”. La respuesta a esta duda es que coexisten las dos formas, pero cada verbo designa hechos diferentes: “ajar” equivale a “maltratar, marchitar”: “El paso del tiempo termina por ajar cualquier cutis”. También “tratar mal de palabra a alguien para humillarle”: “Se complacía en ajarlo cada vez que podía, delante de gente importante”. La tercera y cuarta acepciones están vinculadas a la primera pues indican que alguien o algo pierden su lozanía o que se desgastan, deterioran y deslucen por el tiempo y el uso: “La erosión, lentamente, ha ido ajando la maravillosa frescura de esa obra”. Por otro lado, la lengua registra “ajear”, con dos entradas y, por ende, con dos significados distintos en el diccionario: el primero tiene origen onomatopéyico, pues se refiere al sonido “aj, aj, aj”, que emite una perdiz al verse acosada. El segundo, según la voz académica, es “proferir ajos”: esta última palabra es un eufemismo que disimula u oculta una palabrota, un insulto común. Se dice “ajear” o “echar ajos”.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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