Vivir en las nubes

Si bien conocemos el valor denominativo del vocablo “nube”, examinaremos algunos valores connotativos que adquiere en combinación con otros términos.

Vivir en las nubes

¡Qué contentos nos ponemos si, al arribar a un sitio, nos reciben con un “llegaste como caído de las nubes”! Y, en cambio, nos duele cuando nos descalifican al tildarnos de “vivir en las nubes”.

Si bien conocemos el valor denotativo del vocablo ‘nube’, examinaremos algunos valores connotativos que adquiere en combinación con otros términos. La definición de la que se parte es “agregado visible de minúsculas gotitas de agua, de cristales de hielo o de ambos, suspendido en la atmósfera y producido por la condensación de vapor de agua”: “En el cielo de la tarde, veíamos pocas nubes”.

La primera connotación que encontramos es la que atribuye la palabra ‘nube’ a una agrupación o cantidad muy grande de algo que va por el aire: “nube de polvo, de pájaros, de humo”: “Era imposible una visión nítida a causa de una inmensa nube de polvo y humo que parecía cubrirlo todo”.

Comparativamente, se puede usar ‘nube’ para nombrar una cosa que oscurece o encubre otra, del mismo modo que lo hacen las nubes con el sol: “Nos distrajeron con quejas menores como verdaderas nubes que ocultaban el real motivo de disconformidad”.

Por lo menos, cuatro de los usos que puede tomar el término ‘nube’ son de tipo social; en efecto, para quienes trabajan con las piedras preciosas, una ‘nube’ es la sombra que oculta las verdaderas luces de aquellas: “El joyero nos dijo que no podía tasar bien esa joya porque una nube tapaba el real brillo de la gema”. Análogamente, un examen oftalmológico puede determinar la presencia de una ‘nube’ si existe una pequeña mancha blanquecina en la capa exterior de la córnea: “Vine preocupada del oculista porque me encontró una nube en el ojo derecho”.

Un tercer valor de índole social es el referido a una especie de chal, con que las mujeres se envolvían la cabeza al salir de noche: “Nos reímos contemplando viejas fotos de nuestras tías con vistosas nubes en sus cabezas”.

En el ámbito informático, el almacenamiento de datos y documentos se efectúa en la nube, término que designa el espacio en internet donde ellos se guardan y a los que se puede acceder desde cualquier dispositivo: “Me siento segura porque tengo todo el material de mi conferencia en la nube”.

Distintos significados va tomando ‘nube’ asociada a otros términos: una ‘nube de verano’ puede ser, precisamente, la que suele presentarse en esa estación, tempestuosa, con lluvia fuerte y repentina, pero de corta duración. Un segundo valor posee esta locución como un disturbio o disgusto pasajero: “No le di importancia a sus palabras hirientes porque eran índice solamente de una nube de verano”.

Y decíamos, al comenzar, que no nos agrada que nos digan que “estamos/vivimos en las nubes”, ya que con esta expresión nos indican que somos ilusos, despistados, soñadores, que no percibimos la realidad como ella es: “Siempre lo acusan de vivir en las nubes”.

Dos valores, uno denotativo, el otro connotativo, posee la locución ‘descargar la nube’: en efecto, literalmente, significa que se desata la caída de agua o granizo; por otro lado, figuradamente, se alude a que una persona desahoga su cólera o enojo. Así, “En unos pocos minutos, se descargaron las negras nubes” y “El jefe, encolerizado, descargó la nube con unos cuantos exabruptos”.

Dijimos, al comenzar, que nos agrada que nos digan que llegamos “como caído de las nubes”, locución adverbial de carácter positivo puesto que significa que se llegó de súbito y sin ser esperado: “Tu visita sorpresiva fue como caída de las nubes”.

En épocas de inflación, cuando los precios no dejan a diario de sorprendernos, lo señalamos con la expresión “estar por las nubes”: “¡Cuántos productos hemos suprimido en nuestras compras porque sus precios están por las nubes!”.

Existe una diferencia entre dos locuciones aparentemente semejantes: “poner (algo o a alguien) por/sobre las nubes” y “ponerse por las nubes”. Con la primera, se desea alabar en demasía una cosa o a una persona: “En la carta de recomendación, te ponían por las nubes”. En cambio, con la segunda y refiriéndonos a una persona, se alude a su alto grado de enojo; si nos referimos a una cosa, se alude a su excesivo precio: “Esa mañana, tu hermano estaba por las nubes” y “Después de la sequía, los lácteos se pusieron por las nubes”.

Para hacer alusión a cómo un escritor o autor eleva muy alto su estilo, se dice que “remontó a las nubes”: “Después de mucho tiempo, hoy podemos afirmar que ese poeta remontó a las nubes”.

Hay aumentativos de ‘nube’ que nos ilustran acerca de su gran tamaño o de su carácter amenazador: se trata de ‘nubarrón’ y ‘nubazón’. El primer vocablo nombra una nube grande, oscura y densa, separada de las otras: “Sobre la montaña, densos nubarrones presagiaban una noche de tormenta”. ‘Nubazón’, tan similar en su significante, también lo es en su significado: “Agrupación de nubes oscuras que anuncian lluvia”: “Apurémonos a regresar pues la nubazón anuncia lluvia inminente”.

Como sinónimo de oscurecer y para mostrar el ocultamiento del azul del cielo o de la luz de un astro, se puede usar el verbo ‘nublarse’; metafóricamente, también se lo utiliza para señalar la disminución u opacamiento del esplendor de algo: “Paulatinamente, se fue nublando su fama” y “Ya casi no lo recuerdan en el grupo porque su alegría fue nublándose”.

Por fin, el adjetivo ‘nublado’ que, denotativamente, señala un cielo cubierto de nubes, puede también connotar un riesgo inminente de daño o adversidad: “El panorama financiero se avizora nublado, por ahora”. Ese sentido negativo se evidencia asimismo en “temer (algo o a alguien) más que un nublado”, pues significa que se lo teme mucho. Y, si la situación difícil ha desaparecido, sin haber dejado daño, la expresión que lo evidencia es ‘pasarse el nublado’: “Ojalá, en poco tiempo, estemos más felices y haya pasado el nublado”.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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