Todos hemos disfrutado, a lo largo de nuestra existencia, de la compañía de algún perro pequeño, grande, callejero o de raza, fiel a nosotros, guardián, tierno, digno de nuestro cariño. Sin embargo, el idioma no recoge siempre, en las expresiones cotidianas, todos esos aspectos hermosos. Las hay con connotaciones positivas y con valoraciones negativas.
Así, por ejemplo, decir de alguien que es “un perro/perrito faldero” significa aludir a que acompaña asiduamente a otra persona, por lo general, de mayor rango, de manera servil: “No hace nada por sí mismo, es un despreciable perrito faldero”. Hay en la base de la expresión la idea del animalito que, al ser pequeño, puede estar en las faldas de las mujeres. En alusión a aquellos canes de olfato muy fino, usados para encontrar objetos o personas a partir del rastreo y la persecución, se habla de “sabueso”. En efecto, se llama así a la persona que sabe indagar, descubrir o averiguar los hechos: “Ya detectaron las trampas en sus declaraciones juradas los sabuesos de esa entidad oficial”.
Y coloquialmente, se habla de “perra chica” para nombrar la moneda española de cobre o aluminio equivalente a cinco céntimos de peseta: “Le dio apenas unas perras chicas al mendigo de la iglesia”. Por el contrario, “perra gorda/grande” es la que resulta equivalente a diez céntimos de aquella moneda.
Si alguien tiene un estado de ánimo que demuestra irritación, fastidio o enojo, se dice que evidencia un “humor de perros”: “Hoy, todo le salió mal y anda con un humor e perros”.
Existe la expresión argentina “tirar los galgos”, locución que metafóricamente alude a la seducción de un galán que insiste, para lograr el cariño de una mujer: “En forma burda, le tiró los galgos a esa jovencita”.
Hay expresiones destinadas a describir conductas humanas: el aborrecimiento mutuo que sienten dos personas se expresa con la locución “como (el) perro y (el) gato”: “No pueden trabajar juntos porque se llevan como el perro y el gato”. Si alguien se ha marchado de un lugar rápidamente y con vergüenza, porque se ha conocido algún hecho negativo, se dice que se fue “como perro con cencerro/con cuerno/con maza”: “Cuando se divulgó semejante delito, el funcionario escapó de la ciudad como perro con cencerro”. Ya aparece esta locución en boca de Sancho Panza (“no quiero perro con cencerro”), cuando, por consejo de Don Quijote, renuncia a llevarse una maleta con prendas y escudos de oro, que habían encontrado en Sierra Morena.
Otra locución coloquial es “atar los perros con longaniza”, no conocida entre nosotros, aunque sí en España, donde se emplea para alabar, con ironía, la abundancia o la esplendidez.
Hay un verbo relacionado con los perros: se trata de “emperrarse”, cuyo valor es el de “obstinarse o empeñarse en algo”. En relación con este vocablo, encontramos “emperramiento” que, coloquialmente, se refiere a mantener firmemente una posición: “Su emperramiento en mantener las reglas le acarreó muchos enemigos”. Además, se da el sustantivo “emperro” que, al igual que “perra”, sirve para nombrar la rabieta de un niño.
Y el adjetivo “perruno” no nombra exclusivamente lo relativo a un perro, sino que se vincula con los productos panificados; en efecto, puede designar una “torta de harina, manteca y azúcar”, pero también el “pan muy moreno hecho de harina sin cerner, que se daba a los perros”. Se aplica, además, a la “tos perruna”, clase de tos bronca, con un ruido característico, producida por espasmos de la laringe.
El Refranero multilingüe, del Centro Virtual Cervantes, aporta “A perro flaco, todo son pulgas”, cuya idea clave es la desgracia. Se aplica este refrán cuando el infortunio parece ensañarse con quien está desvalido o abatido, o con quien es pobre y débil.
También encontramos la frase “El perro del hortelano, que ni come ni deja comer”. Muchas veces, se limita la cita de esta frase a la primera parte “El perro del hortelano” o se hace una alusión comparativa: “Es como el perro del hortelano”. El objetivo de esta frase es censurar a quien no disfruta de algo y, además, impide que otros lo hagan. Es interesante ver su antigüedad: aparece documentado en la literatura arábigo-andaluza de principios del siglo XI. Con ese título, dio origen a una comedia de Lope de Vega y, luego, a fin del siglo XX, se transformó en una película, con varios premios, en la cual se mantenía el castellano de la época original.
Muy conocido y con total vigencia es el refrán “Perro ladrador, poco mordedor” y sus variantes “Perro que ladra no muerde” y “Ládreme el perro y no me muerda”; se interpreta al aplicarlos a quienes, aunque amenacen y se muestren coléricos, no son peligrosos porque no hacen nada.
Nuestro refranero también registra muchas frases, locuciones y refranes con el vocablo “perro”. Solamente seleccionamos “A perro flaco, todo son pulgas” y “Perro porfiado saca mendrugo”. El primero se aplica a quien tiene desgracias y parece atraer sobre sí la mala fortuna; el último, en cambio, alaba la perseverancia que, al final, siempre es recompensada.
También, “El perro viejo, si ladra, da consejo” es un refrán que señala a las personas de edad avanzada y su capacidad de brindar consejos a partir de su experiencia en la vida. Asimismo, “A otro perro con ese hueso” es una expresión usada para rechazar un ofrecimiento engañoso o un abuso. “Al perro que duerme, no lo despiertes” advierte que no se debe tratar un asunto que nos puede traer problemas.
El Diccionario de americanismos registra “como perro en cancha de bochas”, que se usa tanto en Argentina como en Uruguay, con el valor, referido a una persona, de “muy desorientada, sin saber qué hacer”.
Y, por fin, la locución “meter el perro”, que también puede ser “meter la mula”, es la expresión coloquial que indica “estafar o engañar a alguien”, como en “Me metieron el perro con el precio”.