El arte, siempre, refleja la vida humana. La cinematografía es espejo revelador de todas nuestras dimensiones. Vale la pena analizar, en su contenido, diversas películas. Ellas cuentan, con potente lenguaje visual, lo que se vivió, se vive y se vivirá.
En 1958, Mario Monicelli presentó en el Festival de Venecia su película “Los desconocidos de siempre” (“I soliti ignoti”), primera gran obra de la “commedia all’italiana” con magnífico elenco: Vittorio Gassman, Totó, Marcelo Mastroianni y Claudia Cardinale, entre otros. La trama gira alrededor de unos amigos que aunados por un ladrón experimentado pretenden asaltar una casa de empeño. Todos son semianalfabetos: sobrevivientes de guerra, hombres muy humildes, equilibran la satisfacción de sus deseos en la cornisa del delito. Reincidentes en fechorías, la cárcel es su espada de Damocles. Desocupados permanentes, rateros, mentirosos, desconfiados, reciben lecciones ridículas para abrir una caja fuerte. Sus planes quedan desbaratados por su inhabilidad y desconocimiento. Jamás concretan el robo. En la madrugada, se separan. Al dispersarse los ladrones por la calle, dos de ellos llaman la atención policial. Escondidos entre un grupo de desocupados que frente a una empresa constructora esperan ser contratados, Pepe il Pantera (Gassman) es arrastrado al interior de la obra. Carlo (Pisacane) le grita: “¡Te van a hacer trabajar!” En sus filosofías de vida el trabajo es una desgracia. Aquí está el arte con su espejo sobre nuestra realidad: es mejor delinquir que ejercer un oficio honesto.
Además, en “I soliti ignoti”, Cossimo -cerebro del atraco- está preso y busca pagar “un sustituto de su culpabilidad”. Quiere salir de la cárcel; seguir con sus delitos. Pepe il Pantera se ofrece. Autoculpándose ganará unos pesos aunque sea encarcelado. El juez, que conoce “con qué tela se cose el traje”, mete a los dos en prisión. Un ejemplo más de nuestra vida: muchos para liberarse de la cárcel culpan a otros -hay quienes por favores a recibir o ya recibidos- están dispuestos a identificarse como delincuentes, cuando son los sobornantes los que han puesto las manos en la lata o disparado el tiro.
“I soliti ignoti” es una parábola de la ausencia en la cultura de valores, de la desidia e irresponsabilidad política, de la dejadez de la conciencia social, de la inmoralidad atroz que nos hace reír con dolor.
Otro ejemplo señala la vida reflejada en el arte y cómo produce adelantos históricos. En 1997 arrasó la película “Wag the Dog” (“Mentiras que matan”). En el film norteamericano actuaron Dustin Hoffman y Robert De Niro. La trama refiere que, cerca de las elecciones, los opositores políticos del Presidente estadounidense publicitan el abuso sexual del mandatario contra una menor que visitaba la Casa Blanca. Para evitar el escándalo y el efecto sobre las elecciones, los asesores elaboran una “cortina de humo”, “una distracción publicística”. Para evitar el jaqueo al poder inventan una guerra con Albania, país que los estadounidenses no conocen ni tienen demasiado interés en conocer. Por ello, un asesor de la Casa Blanca contrata a un productor de Hollywood para “inventar” una guerra con Albania, transmitirla por televisión y conseguir que el público estadounidense, entretenido, olvide el escándalo sexual del presidente. La película se parecía a la realidad: coincidió con el Caso Lewinsky y la intervención militar de EE.UU. en el Golfo Pérsico. Lo políticamente importante se diluyó en una mentira inventada al efecto.
Nuestros gobiernos tapan con “cortinas de humos” situaciones críticas. Fútbol, relaciones escandalosas de estrellas de cine o TV, muertes sospechosas de desconocidos que vinculan con motivaciones políticas, chivos expiatorios de falencias propias, sacan a la gente de los contextos importantes. El objetivo es desviar su atención para evitar reacciones a situaciones ilegítimas.
La película “The Post” o “Los archivos del Pentágono” (Spielberg, 2017), ejemplifica hechos reales. El periodismo, valientemente, investigó y publicó tramoyas planificadas por gobiernos abusadores de la confianza ciudadana. El cine receptó sucesos escondidos por años que dejaron mal parados a los responsables de los destinos de su país. Los periódicos “The Post” y “The New York Times” dejaron al descubierto la malsana decisión de mantener guerras a costa de vidas por un equivocado sentido de dignidad. “The Post, …” corrió velos de secretos oscuros. La Corte Suprema de EE.UU. que apoyó la libertad de prensa marcó un neto camino para todas las naciones. El film fue muy galardonado.
Por último, la excelente serie islandesa “Trapped” (Netflix, 2015); cuenta la historia del policía que desentraña misterios delictivos en una comunidad donde todos se conocen. Es destacable la conducta del personal policial de la isla: encontrar a los delincuentes e intervenir dentro de lo legal. Lo más notable: la reacción del comisario cuando descubre que su suegro es un asesino. Andri tiene una lucha moral interior: el amor a su exesposa y la relación familiar. Pero triunfa su sentido de cumplimiento de la ley. Entre deshacerse de la evidencia y entregar al delincuente opta por esto último.
Por la capacidad de utilizar ironías risibles, por relatos derivados de hecho reales o ficciones bien elaboradas, llena el alma de satisfacción moral saber que todavía, en esa producción del arte que nos refleja, existe el apoyo al honor, a la honestidad y a la verdad sostenida en una justicia real que no nos miente.
*La autora es Escritora, Magister en Literatura.