El manejo de la vacunación contra el Covid-19 en nuestro país parece que nunca va a dejar de sorprender.
En realidad, nos deberíamos detener en el modo de encarar las negociaciones con los proveedores mundiales de los inoculantes, porque la distribución fue correcta a medida que fueron llegando las dosis.
Y si hubo intervalos, fue, justamente, porque también los hubo con los vuelos que llegaron con las dosis de distinta procedencia.
No hace mucho se liberó la compra de vacunas a laboratorios de Estados Unidos, principalmente a Pfizer, al quitarse de la ley de vacunación, por decreto presidencial, una palabra que se interpuso en las negociaciones de partes y que actuó como cláusula insalvable.
Tuvo que ser el Presidente el que dispusiera la supresión de un término que colocó el Congreso.
Pero no fue el Congreso, por clara falta de voluntad del oficialismo, el que se encargó a tiempo de solucionar lo que derivó en un escándalo.
El equilibrio logrado abrió la puerta rápidamente a la llegada de vacunas cedidas por las autoridades estadounidenses.
Sin embargo, poco tiempo después de esa salvedad necesaria, los argentinos nos enteramos de que las negociaciones por la vacuna rusa Sputnik V están en puerto muerto y que se corre el riesgo de que buena parte de la población ya inoculada con la primera dosis de ese producto quede sin el necesario complemento que posee el segundo componente.
La carta enviada por la asesora presidencial Cecilia Nicolini, a cargo de las negociaciones internacionales por las vacunas, a la que tuvo acceso un periodista del diario La Nación, no es criticable por el reclamo que se hace de parte del Estado argentino. Eso es lo que corresponde. Pero sí llama poderosamente la atención el tenor de algunos conceptos vertidos por la funcionaria, que hacen sospechar algún tipo de estrategia conjunta con el gobierno ruso para potenciar el uso del inoculante que produce el centro de investigación Gamaleya.
“Respondimos siempre haciendo todo lo posible para que Sputnik V sea un gran éxito, pero no están dejando muy pocas opciones para seguir luchando por ustedes y por este proyecto. Nos enfrentamos a un proceso judicial por estas demoras…”, algunos de los conceptos que contuvo el correo electrónico enviado desde Buenos Aires a Moscú.
¿A qué tipo de éxito se refirió la funcionaria argentina?
¿Algo compartido con las autoridades rusas?
Difícil de saber, porque en estos días el gobierno de Putin dejó en claro que pretende cumplir con los compromisos adquiridos en cuanto a la provisión de su vacuna, pero remarcando que primero proveerá a sus propios ciudadanos. Hay atrasos también en ese país.
Es lógico que la oposición reclame ahora explicaciones al gobierno nacional.
Así como se comprobó que la redacción de una ley predispuso muy mal la relación con laboratorios norteamericanos, con lo que se conoció en estos días podría confirmarse la inclinación o preferencia, por cuestiones políticas o ideológicas, del gobierno nacional hacia los inoculantes promovidos por el presidente ruso Putin.
La gravedad desde el punto de vista institucional es notoria en ambos casos.
El tema de las vacunas es una cuestión sanitaria, nada debería entrometerse en ello, menos las ideologías y la geopolítica de los gobiernos.