Un principio de la Ciencia Económica nos enseña que los recursos son siempre insuficientes pues son limitados mientras que las necesidades, si bien no corresponde decir que son infinitas, la verdad es que se multiplican y por cada una satisfecha se genera otra a satisfacer. Se verifica esta incómoda realidad en cada aspecto de la vida. La satisfacción total aparece como un imposible necesario, un punto en el horizonte que se aleja tanto como intentamos aproximarnos a él. Podemos decir que se trata de una utopía (u topos, lugar que no existe), es decir inalcanzable y, por lo tanto, inútil.
Sin embargo, como magistralmente expresó el cineasta Fernando Birri, quien estaba obsesionado con esa idea de lo utópico, podemos afirmar que “caminar tras una utopía sirve para eso, para caminar”. Esta sencilla frase puede resultar muy motivadora y recordarnos que quedarse quieto en la vida no es otra cosa que morir anticipadamente. Caminar, aún en la certeza de que no llegaremos a nuestro objetivo, es sin dudas mejor que desesperar en la inmovilidad. Sin embargo, creo que vale la pena recordar además que andando se hace camino. No todo es llegar a determinado punto; andar por andar andando puede dar otros frutos, todo depende de la manera en que se ande.
Comprendo, porque lo vivo a diario, que la impotencia es un mal trago, muy difícil de digerir. Lo que no debemos permitir es que se transforme en frustración o en desánimo.
“Es tan grande la miseria” - me dijo una vez una buena amiga mía – “es tanta la necesidad de la gente, que parece a veces que no hay nada que se pueda hacer, pero no es verdad”.
Pues no, y por eso la cita a ese principio de la Economía al encabezar esta nota. Algo se puede hacer, siempre. A veces es tan poco que parece nada, pero la verdad es que lo que podamos hacer, aunque poco, es siempre más que nada.
Merecer el aire que respiramos y el pan y el vino que ingerimos ha de ser la tarea mínima de cada día. Mirar alrededor y entender y sentir que estamos obligados a contribuir como nuestro compromiso mínimo con el Mundo que nos rodea y nos nutre, aunque a veces también nos castigue.
Cité a una queridísima amiga sin nombrarla porque se ha cumplido hace pocos meses un año de su fallecimiento, infinitamente lamentado por todos quienes conocimos la luz de su sonrisa, reflejo, sin dudas, de un alma muy luminosa.
Alejandra Goldsack, ella entregó su vida a servicio del prójimo y dejó un impactante testimonio con su alegría de vivir. Murió lamentablemente muy joven, pero no desperdició ni un minuto de su vida. Fue el alma mater del Banco de Alimentos Mendoza, una entidad que lucha a brazo partido contra un enemigo inmenso y creciente: El Hambre. Un enemigo invencible podemos decir (tristemente) pero ella creía que no.
Parece mentira que haya hambre en Mendoza, en Argentina. No lo hubiéramos creído posible en los años de mi niñez, sin embargo es hoy bien real. De nuevo, los recursos son escasos frente a la enormidad de este mal. Otra vez podemos decir que nos hace sentir impotentes. Otra vez podemos caer en el error de la frustración. Algo se puede hacer, es poco, pero es algo. Algo es más que nada, siempre.
El BdAM acepta donaciones de alimentos y de dinero, con lo cual asiste diariamente a 37.000 personas en la necesidad.
La cifra es escalofriante, está actualizada y temo que va a desactualizarse muy pronto por la gran cantidad de nuevos pedidos que reciben.
Me permito sugerir que cada uno aporte su ayuda o ayudita. Si no es a esta entidad a cualquiera otra de las muchas que luchan la misma lucha; hay unas cuántas, por desgracia debe haberlas pues el hambre crece en la Provincia.
Merenderos, por ejemplo, hay muchísimos y todos necesitan ayuda.
Piense que es una forma de caminar en la vida detrás de la utopía del bienestar para todos. Pero, como se dijo al principio, no dude de que ese caminar contribuye y hace bien, no es sólo caminar por mover los pies.
No se alcanzará la utopía de erradicar el hambre y la pobreza, seguro que no. Ni nos aproximaremos a ella, posiblemente. Pero no caminaremos en vano, algo, algo haremos y algo es más que nada.
Contribuir, merecer el aire y el pan, dejar cada rinconcito que visitamos mejor de lo que se encontraba, eso no basta para satisfacer todas las necesidades, pero no es en vano.
No es en vano.