La pandemia está dejando múltiples situaciones con proyección política y geopolítica a nivel global.
En Asia, Vietnam emerge como el gran ganador, al tener 0,02 muertos cada 100.000 habitantes, sobre una población de 91 millones.
Es un resultado que Occidente ha dejado pasar sin analizarlo adecuadamente.
Otro caso singular es el de Polonia en Europa, que tiene 4,82 muertos cada 100.000 habitantes, mientras que en Alemania los fallecidos por Covid cada 100.000 habitantes son 11,11. Que este país tenga tres veces menos muertos cada 100.000 habitantes que Alemania, país con el que comparte frontera y que tiene los mejores resultados del occidente desarrollado, deja más de un interrogante.
África, con el 17% de la población mundial, tiene sólo el 5% de contagios por Covid, es decir que el continente con más pobreza del mundo es el menos alcanzado por el Covid-19, pese a los pronósticos que se venían realizando.
Pero en América Latina, el caso destacado es el de Uruguay. La pandemia irrumpe al mismo tiempo que asume el nuevo presidente, Luis Lacalle Pou, el 1 de marzo de 2020, tras 15 años de gobierno del Frente Amplio.
En los primeros días de marzo la pandemia irrumpió simultáneamente en Argentina y Brasil.
El gobierno argentino acaba de cumplir el 20 de agosto 5 meses de cuarentena continua, sin tener por delante un escenario cierto.
El presidente ha anunciado que el “pico” de la pandemia tendrá lugar en la primera semana de septiembre. Pero los pronósticos no son fáciles. Los sucesivos anuncios sobre el fin próximo de la pandemia no se cumplieron.
Uruguay tiene una población de 3.500.000 y sólo 1,19 muertos cada 100.000 habitantes. Este país tiene solamente dos fronteras: una con Brasil, país con 210 millones de habitantes y que ha registrado 53,61 muertos cada 100.000 habitantes. La otra frontera es con Argentina –si bien está materializada por el Río Uruguay-, que tiene una población de 44 millones y 14,65 muertos cada 100.000 habitantes (datos del sitio de la Universidad Johns Hopkins al 21 de agosto).
Mantener esta diferencia en el resultado a favor de Uruguay, cuando los dos únicos países con los cuales mantiene fronteras muestran estos números, es algo para investigar. Es decir, Brasil ha tenido 45 muertos cada 100.000 habitantes más que Uruguay, y Argentina 12,31.
Posiblemente haya varias hipótesis para explicar este fenómeno. Una es el mayor grado de libertad y flexibilización con la cual manejó el gobierno uruguayo la pandemia. Otra puede ser el mayor apego a las normas que históricamente muestra la ciudadanía uruguaya. Tercero, una política que muestra la cultura del consenso que facilita lo que se llaman políticas de Estado, es decir que están al margen de las discusiones internas.
Uruguay hace casi dos meses que retomó las clases, tema prioritario durante la pandemia. Es lógico que hasta comienzos de julio, el caso de Uruguay no haya tenido demasiada relevancia en el análisis, pero al transformarse en los últimos dos meses Latinoamérica en el epicentro de la pandemia, el caso de Uruguay merecería un análisis más pronunciado no sólo en el ámbito regional, sino global.
Hoy, cuando tras periodos prolongados de cuarentena, la gente reclama una mayor libertad y menos restricciones, con independencia de lo que está pasando con el coronavirus, el caso de Uruguay muestra que logró contener el brote con un nivel de libertad mayor que el que utilizó la Argentina.
Pero el nuevo presidente logró, con la templanza de un político experimentado pese a sus 47 años, el mejor éxito de América Latina en la lucha contra el coronavirus.
Esta situación le permite a Uruguay realizar las elecciones departamentales el 27 de septiembre. Habían sido convocadas para el 10 de mayo pero fueron suspendidas por el avance de la pandemia. La reprogramación de la elección muestra un efecto más institucional que político. Es que afectar lo menos posible el funcionamiento institucional debe ser otra prioridad en estos momentos excepcionales.
No por nada Uruguay es el único país de América Latina con el cual la Unión Europea ha decidido iniciar la actividad turística.
Siempre se ha visto al espíritu uruguayo como una combinación de “sencillez y altivez”, y pienso que el presidente Luis Lacalle Pou representa este espíritu de su país.
*El autor es Consultor y Escritor - Especial para Los Andes.