Una monedita por favor, pedían los mendigos en tiempos pasados. Con eso se conformaban. Hoy no hay monedas y si las hay valen tan poco que con una moneda lo único que podés comprar es otra moneda.
Pero la moneda es como la semilla de la plata, como el primer peldaño para llegar a la altura de los billetes.
El llamado papel moneda, que tampoco tiene mucho valor en nuestro país, por lo menos no los que imprime el Banco Central. Hoy cualquier cosa se aproxima a los mil pesos y los mil pesos es el billete más grande que hay.
La plata, como le decimos nosotros, es lo que nos preocupa todos los días, salvo a los que tienen mucha, como para no darle importancia a esos pequeños detalles.
El gran porcentaje de la plata del mundo está concentrado entre un puñado de empresas y empresarios que han encontrado la forma millonaria de aumentar sus patrimonios día a día.
Mientras tanto, miles de millones luchan todos los días por conseguirse un mango para lograr la subsistencia. Realizan los trabajos más pesados, algunos verdaderamente indignos, y se gastan la vida buscando algún billete que los ampare.
Esta es la desigualdad del mundo. Este mundo se va a arreglar cuando exista una distribución equitativa de la riqueza, cuando a todos les toque algo, cuando todos tengan por lo menos lo mínimo y necesario para vivir.
La plata siempre ha sido la ambición máxima del ser humano. Por ella se gestaron guerras, enfrentamientos, conflictos que después hicieron la historia, pero en el final de los argumentos para tales despropósitos estuvo la guita, la mosca, el vento, la biyuya, los morlacos y tantas formas de nombrar aquello que más nos preocupa.
Parece mentira que un trozo de papel impreso con próceres o con bondades de la naturaleza atraiga tanto al ser humano. Pero así es, la cuestión en tener algo, algo para que las necesidades mínimas, al menos, estén cubiertas.
Es increíble que nuestro país, que supo ser el granero del mundo, tenga a millones de personas debajo de la llamada línea de pobreza y mucho más indignante es que haya millones debajo de la línea de la indigencia.
¿Tenemos recursos? Claro que los tenemos; este es un país que produce alimentos para millones y millones de personas. Entonces ¿por qué el resultado de esos recursos significa fortuna para algunos y miseria para otros?
Yo no soy gobierno, ni Dios lo permita, pero se me ocurre que algún modo habrá de existir para que el reparto sea equitativo, para que se borren para siempre esas líneas de las que termino de hablar.
Me van a decir que en todos lados hay pobreza. Inclusive en países tan poderosos como los Estados Unidos la hay, pero lo nuestro pareciera ser otra pandemia, la pandemia del dinero.
Todo comienza con una monedita, es el brote de las grandes fortunas. Habrá que dejarlo a San Cayetano que labure para que definitivamente todos tengan unas moneditas al final de sus trabajos.
Una monedita, por favor.