Llegó el día. Se acaban los misterios. En unas horas sabremos cuántos puntos obtuvo el primero y por cuántos aventaja a sus perseguidores. Pero, sobre todo, se develará la principal incógnita que ha presentado esta elección: quién ocupa el segundo puesto y quién el tercero. También se resolverá quién es el ganador de la interna peronista. Y se verá qué pasa con el Partido Verde, que sorprendió en 2021, y con el Frente de Izquierda, que busca resposicionarse como colectora del voto bronca mendocino.
Las primarias se han convertido en una suerte de ensayo general, ese en el que todos hacen como si fuera la función principal y que deja fuera de competencia a los que trastabillan. No sólo define internas y hace de filtro para que lleguen a la final sólo los que superen el 3% de los votos. Es, principalmente, la mayor y más precisa encuesta que permite a cada uno saber dónde esta parado. Mañana no será lo mismo para muchos.
Los nervios, la incertidumbre, la ansiedad de la dirigencia, por supuesto, no son compartidos por la inmensidad de mendocinos que están fuera de ese micromundo que siente irse la vida en cada contienda electoral.
Son muchos los que recién en los últimos días se han enterado qué se vota y algunos aún no lo tienen claro. Son muchos los que confunden esta instancia con la presidencial y hablan de Milei, Bullrich, Massa o Rodríguez Larreta como si estuvieran en el menú de hoy. Son muchos los que se sorprenderán con la boleta única impulsada por Rodolfo Suárez en el cuarto oscuro ya no tan oscuro.
Más allá de los resultados electorales, hay tres aspectos que generan incertidumbre en los frentes: el nivel de participación de una sociedad más resignada que enojada, el porcentaje de votos en blanco, anulados y demás vertientes que expresen ese desencanto y el entendimiento o no del sistema electoral que debuta.
La boleta única es la respuesta al viejo reclamo contra la lista sábana, pero es una incógnita cómo impactará en el voto de los mendocinos.
Hoy Mendoza empieza el camino hacia la definición de su onceavo gobernador tras la recuperación democrática, que se consumará el 24 de setiembre. Hasta ahora, han habido cinco peronistas y cinco radicales.
Alfredo Cornejo pretende romper ese empate. Pero además tiene en la mira otros dos “récords”. Uno personal, ser el primer ex gobernador que vuelve a ser elegido, y otro partidario, que es encadenar tres gestiones radicales consecutivas por primera vez.
Antes, deberá superar la instancia interna para definir todas las candidaturas provinciales y municipales. Luis Petri, contra los pronósticos iniciales, armó listas y, desde adentro, cuestiona el proyecto cornejista.
Sus críticas a la gestión han dolido en el otro bando, que hubiese preferido un rival menos beligerante y que sólo contuviera en las PASO los votos de los radicales disconformes para sumarlos luego en la general. Ya demasiada crítica interna sienten que han tenido con las de Omar de Marchi antes de que anunciara su salida.
El Cambia Mendoza actual poco tiene que ver con aquel de 2015. Los portazos en los últimos dos años de algunos socios fundadores, como el Partido Demócrata y la Coalición Cívica, fueron coronados hace sólo dos meses con el que dieron De Marchi y el sector del Pro leal a él.
Más que nunca, hoy el oficialismo tiene a la UCR como columna vertebral y protagonista excluyente al que se suman un rejuntado de partidos y agrupaciones que sirven para darle aspecto de frente, pero nada más.
El Pro, tras el cisma, quedó reducido a unos cuantos dirigentes sin peso político. La presencia de Hebe Casado en la fórmula es la forma de agradecer a la conducción nacional de esa fuerza por el apoyo a Cornejo y el desprecio a De Marchi y su rebelión.
Pero si se mira un poco más abajo en la boleta única, queda clara su escasa influencia actual en el frente: en ninguno de los once municipios donde hoy se definirán los postulantes a las intendencias hay precandidatos macristas. Donde hay interna, es en todos los casos entre dirigentes radicales. El Pro perdió toda posibilidad.
Tal vez ese sea el mayor daño que provocó De Marchi y el que más le van a cobrar desde Buenos Aires: que la creación de Mauricio Macri haya quedado desdibujada por su culpa en Mendoza.
De hecho, el único intendente del Pro que había, Sebastián Bragagnolo, se fue a La Unión Mendocina y desistió de buscar la reelección. El candidato que bendijo, Esteban Allasino, es de origen radical. Aunque gane, Luján ya no podrá pintarse de amarillo en el mapa provincial.
El oficialismo llega a estas primarias con otras incógnitas. El desgaste de ocho años de gestión, los proyectos truncos y una crisis nacional de la que también se culpa al Gobierno provincial, según detectan los focus group que hacen los encuestadores, arman un combo peligroso. Por eso hay temor a cómo los mendocinos manifiesten en las urnas el enojo. Ese enojo que a nivel nacional canaliza el polémico Javier Milei.
Quizás la mayor flaqueza del cornejismo esté en la renovación obligada de buena parte de su staff de intendentes. Una debilidad si se quiere autoinfligida.
Tadeo García Zalazar (Godoy Cruz), Marcelino Iglesias (Guaymallén), Gustavo Soto (Tupungato), Miguel Ronco (Rivadavia) y Walther Marcolini (Alvear) debieron dar un paso al costado por el artículo constitucional que impide ahora más de una reelección. Casi todos ellos asegurarían al oficialismo más votos que los que aportarán los aspirantes a sucederlos.
Esa reforma de la Constitución fue promulgada por Cornejo una década después del plebiscito que se hizo en 2007 y que el peronismo durante dos mandatos ignoró precisamente para preservar su poder territorial. De hecho, hay intendentes del PJ que ya estaban cuando se hizo esa consulta y que recién este año dejarán el cargo, como el lavallino Roberto Righi.
En esta contienda hay también una consecuencia indirecta de esa restricción: el sorpresivo y ruidoso salto de Daniel Orozco a La Unión Mendocina como candidato a vicegobernador. De haber podido seguir controlando Las Heras, al fin de cuentas su único interés real, no se habría ido de la UCR.
En el comando cornejista tienen un número clave que marcará el ánimo y las acciones hasta la general de setiembre: 40. El objetivo es que el frente supere ese porcentaje. “Si llegamos a 42, bienvenido. Si es 38, no está mal”, admiten en el comando de campaña. Si Cornejo y Petri sumados no llegan a ese umbral, el humor cambiará y obligará a ajustar los planes de los próximos tres meses y medio.
En La Unión Mendocina la gran meta es ser segundos. “Aunque sea por un voto”, insisten modestos hacia afuera, pero convencidos de que mientras más ventaja puedan sacar al peronismo y más cerca de Cambia Mendoza terminen, “más competitivos” serán en la recta final.
Ahora, si ese pronóstico falla y terminan terceros, la historia será distinta desde esta noche misma. Ese conglomerado de partidos e intentos de partidos que integran el frente pueden terminar implosionando por los reproches, las expectativas no alcanzadas y las promesas incumplidas. La convivencia entre dirigentes tan disímiles, que van desde macristas, radicales y demócratas a peronistas y hasta kirchneristas, será imposible.
El peronismo enfrenta sus propios demonios en estas primarias. El primero es que sus seis intendentes anticiparon las elecciones municipales para despegarse de lo que vislumbraban como una hecatombe.
Además, ante la falta de acuerdo para llevar una lista de unidad fuerte, se terminaron presentando cuatro, que hoy dirimen las candidaturas provinciales y municipales.
La pelea central es entre las fórmulas Parisi-Ilardo y Carmona-Paponet. Pero como si no faltaran ingredientes para una mala receta, hay tres intendentes que decidieron no jugar en ningún bando. O sea, no empujar desde sus municipios a favor del PJ.
Ser segundo hoy dará al peronismo otra vida para llegar con ánimo a la final. Ser tercero lo hundirá en su mayor crisis histórica y los efectos, aún inconmensurables, serán inmediatos.
Todos estos interrogantes empezarán a tener respuestas en apenas unas horas.