Nuestra opinión puede transformar la secundaria

Hasta el 5 de agosto se puede responder el cuestionario disponible para profesores, estudiantes y familias.

Nuestra opinión puede transformar la secundaria
Encuesta para transformar la secundaria en Mendoza. Imagen ilustrativa

“Los adolescentes vienen a calentar el banco y molestar; no se puede dar clases”, se quejan las y los profesores. “La escuela ya no enseña como antes”, reclaman las familias. “Los profesores repiten lo que podemos encontrar en Internet”, despotrican chicas y chicos.

Las generalizaciones pecan de injustas porque -sabido es- que diluyen las experiencias individuales y meten a todos en la misma bolsa. Es que suele suceder que de los 26,2 estudiantes que en promedio hay por curso en Mendoza (de acuerdo a las estadísticas del Sistema de consulta de datos educativos nacionales de 2020, último año disponible) es apenas un puñadito el que molesta; o de los miles de profesores son más los que intentan ofrecer un diferencial en sus clases que los que repiten cosas que se pueden encontrar en Google; o que todavía hay algunas de las 401 escuelas que están bien gestionadas y velan por los aspectos pedagógicos.

Sin embargo, está claro -y hay consenso social y académico- que la secundaria necesita un cambio.

En Mendoza, se ha abierto una instancia de consulta popular justamente para que toda la comunidad educativa participe de una transformación que promete ser más profunda (al menos eso prometen; yo elijo creer y dar mi punto de vista sincero para que los datos puedan hacer que la secundaria sea el ámbito de aprendizaje que los adolescentes se merecen). Como ya informó Los Andes, se ha dado tiempo hasta el 5 de agosto para responder la encuesta.

Se trata de tres formularios -con puntos en común y otros específicos de cada grupo- para que docentes, familias y estudiantes brinden su opinión sobre lo que viven en sus instituciones, en vez de quejarse por lo bajo.

Entre los aspectos que coinciden se quiere saber si la escuela secundaria responde “a las necesidades de la sociedad mendocina” y “a los intereses y las necesidades de los estudiantes”. Si “considera la diversidad de sus estudiantes como una riqueza”. Si “la estructura de la escuela secundaria es flexible para acompañar las trayectorias reales de los estudiantes”. Si “brinda los conocimientos y las capacidades necesarias para continuar estudios superiores”, “para ingresar al mundo del trabajo” y “para la participación en la vida ciudadana”.

La incorporación de contenidos de actualidad, la estimulación de un proyecto de vida y la construcción, conocimiento y cumplimiento de las normas de convivencia son puntos que se repiten en los tres cuestionarios.

Por otro lado, los encuestados deben seleccionar tres cuestiones que debería priorizar la escuela secundaria: “incluir a todos los estudiantes”, “promover el desarrollo de capacidades fundamentales”, “contemplar la dimensión socio-emocional de los estudiantes”, “trabajar para generar un buen clima institucional”, “hacer foco en el proyecto de vida de sus estudiantes”, “estar vinculada al mundo del trabajo”, “promover aprendizajes significativos, “formar ciudadanos globales”, “conformar una comunidad de aprendizaje”, “generar espacios de participación estudiantil en la toma de decisiones”.

Mientras a educadores y padres se les pregunta sobre si está de acuerdo o no con la modificación del régimen académico y qué dimensiones se deberían priorizar para lograr una mejora integral de la educación secundaria, a los adolescentes se les pide señalen qué los motiva a asistir y a no asistir a su escuela y qué aspectos modificaría de la secundaria.

Asimismo a directivos y profesores se les cuestiona sobre si “las expectativas de los docentes influyen en el desempeño de los estudiantes”. Si “las metodologías de enseñanza desarrolladas favorecen el aprendizaje de los estudiantes”. Si se desarrollan “estrategias para garantizar la inclusión educativa de los estudiantes con discapacidad” y “estrategias de acompañamiento a los estudiantes para lograr trayectorias continuas y completas”. Si “los docentes comparten concepciones sobre principios pedagógicos fundamentales”. Si “hay un buen clima institucional”. Si “hay una buena organización administrativa” y si “se trabaja en red con otras instituciones”.

A los estudiantes y a las familias se les interroga sobre si en la escuela “se considera la diversidad de sus estudiantes como una riqueza”, “se aprende a respetar las opiniones propias y ajenas”, “se siento seguro y cómodo para mostrar quién es”, “se preocupan porque los estudiantes aprendan”, “se apoya a los estudiantes con dificultades de aprendizaje”, “se contemplan las necesidades educativas de los estudiantes con discapacidad”. Si “los estudiantes conocen los criterios de evaluación antes de trabajar cada unidad, secuencia o proyecto”. Si “los profesores hacen una devolución de las evaluaciones para saber en qué mejorar”. Si “se organizan actividades con empresas, organizaciones de la sociedad civil y organismos públicos para acercar al mundo del trabajo”.

Los dos formularios para los grupos de adultos son un poco más extensos e incluyen una pregunta sobre qué aspectos que se trabajaron durante la pandemia se deberían sostener. Finalmente, busca saber sobre qué temáticas les interesaría formarse tanto para los profesores como para los padres, quienes también deben responder cómo mejorar el vínculo escuela/familia.

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