Una cita amable que pospuso los aprontes electorales

El gobernador puso en órbita nuevamente la obra de Portezuelo del Viento luego de un año en el que la Nación y las provincias de la cuenca le jugaron en contra. En el PJ local aducen que cada aparición crítica de Cornejo hacia la gestión nacional forma parte de una estrategia de “el bueno y el malo”, con Suárez.

Ilustración / Gabriel Fernández.
Ilustración / Gabriel Fernández.

Alberto Fernández y Rodolfo Suárez llegaron con realidades diferentes a la cita en el INTA de Luján. El Presidente, en medio del escándalo que generó la represión de la policía de Insfrán, en Formosa, además del clima caldeado al máximo con la oposición y la justicia luego de su incendiario discurso ante el Congreso. El Gobernador, por su parte, obtuvo algunos logros durante la semana, como sellar acuerdos con la Nación por planes de vivienda, promocionar a nivel internacional la película vendimial que se emitió anoche y anoticiarse de que sería invitado por el gobierno de Chile para hablar de los pasos fronterizos por Mendoza, lo que lo reivindicaría luego del destrato que sufrió al no ser invitado a la reciente visita presidencial a la capital trasandina.

Tal vez por el tardío arribo del presidente de la Nación la escena que dejó la cita de la Coviar no reflejó mucho optimismo. Suárez, como muchos en el oficialismo local, sabían que el atraso demoraba a su vez la convocatoria de Bodegas de Argentina, donde el jefe del Ejecutivo local debía estar. Trascendió en algún momento que Fernández también asistiría, pero nada de eso ocurrió. El desayuno de la corporación pasó a ser almuerzo (había abundante carne al asador en preparación desde temprano) y el tradicional agasajo de los bodegueros debió esperar con paciencia.

En su mensaje, previo al del Presidente, Suárez fue derecho al grano con los vaivenes que dejó la prolongada cuarentena. En el caso puntual de la vitivinicultura recordó que el sector tuvo una rápida adaptación a los protocolos requeridos por la necesidad de llevar a cabo la cosecha de una manera normal. Se cumplió. Pudo recordar, a su vez, que nuestra provincia fue una de las primeras en reabrir actividades del comercio, la industria y la producción y con ello acalló reclamos y marcó notorias diferencias con la Nación y otras jurisdicciones.

Mucho enfatizó el Gobernador en su discurso de la Coviar en la necesidad de la búsqueda de consensos políticos ante la difícil situación social y económica que atraviesa el país. Propuso un “gran acuerdo nacional” enmarcado en la premisa de que el diálogo es una “base constitutiva de la democracia”. Llamó a una “unidad de propósitos, no de pensamientos”. Y se definió como cabeza de un gobierno con “vocación de diálogo y unidad”, actitud que en el peronismo local dicen que Suárez no tiene.

Pero también el Gobernador pasó factura a la Nación por los dolores de cabeza en materia de distribución de recursos que su gobierno dice haber tenido que soportar en el difícil año de la pandemia. Pidió por ello “criterios de equidad”. Es algo que el peronismo local siempre ha rebatido en su afán por sostener desde aquí las decisiones de la Casa Rosada sobre Mendoza y encontrar problemas financieros en la administración suarista, generalmente heredados de la gestión de Cornejo.

Y puso en órbita nuevamente la obra de Portezuelo del Viento, luego de un año en el que la Nación y el resto de las provincias influyentes de la cuenca del río Colorado jugaron en contra de los intereses mendocinos. Debe recordarse que varias voces en la provincia llegaron a insinuar un nuevo debate sobre la conveniencia o no del emprendimiento ante las trabas que subsisten a partir de la cerrada postura pampeana.

En cuanto al discurso del presidente Fernández, aparentó servirle para acomodar su imagen luego de varios días que lo tuvieron en el centro de la escena por su forzado ataque a jueces y fiscales y la defensa que hizo del alegato político de Cristina Kirchner en el juicio por la causa del dólar a futuro. Lo que más trascendencia nacional tuvo fue lo que dijo a los periodistas sobre Formosa, luego de su mensaje.

Pero fue muy solidario con el plan estratégico promovido por los anfitriones, al extremo de plantear la posibilidad de que el PEVI 2030 esté contenido en un proyecto de ley que su gobierno enviaría al Congreso. Está claro que no hubiese podido decir lo mismo ante el auditorio y directivos de Bodegas de Argentina, reticentes a la iniciativa por considerar un fracaso el plan anterior. Lo mínimo que pide el grueso de los bodegueros argentinos es tener una cuota de participación en la propuesta, según lo declarado por la presidenta de la asociación.

Su mensaje no fue para nada combativo, posiblemente adaptado a las circunstancias. Dos veces se referenció en Néstor Kirchner para asegurar el respaldo oficial al plan lanzado por la Coviar. “El mismo compromiso tomado con Néstor hace 18 años, cuando Julio (Cobos) era gobernador”, dijo sonriente señalando al actual senador nacional, que estaba ubicado entre los ex gobernadores mendocinos. Como es habitual en Alberto Fernández, recuerdos nostálgicos de su paso por el gobierno de Kirchner en su rol de jefe de Gabinete. ¿Tal vez su mejor época en la política? No se sabe. Ahora debe tomar decisiones que, se sabe, son muchas veces el resultado de muchas presiones del frente interno.

Más allá de la llegada por invitación de la Coviar, ¿se esperaba en el peronismo mendocino algún anuncio especial en esta visita presidencial? De ninguna manera. Se sabía que sería una presencia fugaz la de Fernández. Y el motivo del convite, el lugar del acto y los anfitriones le garantizaban a Fernández una estadía sin sobresaltos.

Señalan en el PJ local que en esta oportunidad el jefe del Ejecutivo nacional no vino a sumar adhesiones entre los mendocinos (tarea difícil según todas las encuestas), sino a fidelizar a la que ya tiene asegurada el kirchnerismo aquí. Ya vendrán los tiempos preelectorales y en campaña posiblemente la estrategia sea otra.

Hay una fuerte apuesta en el oficialismo nacional a que se produzca una paulatina recuperación de la economía que alivie el bolsillo de los sectores medios y bajos más afectados por la crisis que dejó la cuarentena. También esperan que la llegada de la vacuna a los sectores más necesitados se normalice y que eso permita que el escándalo del vacunatorio VIP vaya quedando en el olvido paulatinamente.

En cuanto al kirchnerismo-PJ de Mendoza, no tiene en estos momentos la jerarquía suficiente como para ilusionarse con una política de seducción que lo lleve por sí solo a un triunfo electoral. Lo que sí puede ser es buen ejecutor aquí de políticas que se gestan en el plano nacional y que puedan tener repercusión en la provincia. Un ejemplo de la semana: el gobierno de Suárez se sorprendió al enterarse, prácticamente a través de los medios, que la Nación había dispuesto realizar una obra de saneamiento en el Valle de Uco con recursos que habían sido gestionados por la Provincia y a la que el PJ le negó respaldo en la Legislatura. El anuncio, hecho por la senadora Fernández Sagasti, explicó claramente cómo fue el procedimiento.

Esa cercanía con la Casa Rosada que tiene la dirigencia justicialista mendocina es la que por el momento sustenta su accionar político. Suple así falencias propias y espera que a la larga esa táctica se traduzca en votos.

La principal fuerza de oposición sabe muy bien que la imagen del gobernador Suárez entre los mendocinos sigue siendo elevada. Y ayer sorteó la puesta en escena junto al presidente de la Nación con un mensaje a su modo: calmo, no demasiado confrontativo y sin apartarse del libreto. Pero en el PJ aducen que cada aparición crítica de Cornejo hacia la gestión nacional forma parte de una estrategia de “el bueno y el malo” de la que el Gobernador no es ajeno. Son estilos diferentes. Y el tiempo dirá si es bueno para Suárez que Cornejo sea “tan malo”.

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