Este mundo, con sus pestes y fisuras, es el que nos toca. Nos toca, querido Hitchcock, «con la muerte en los talones»… y ahora también en los pulmones.
La Ciencia juega hace tiempo con insectos microscópicos. En sótanos oscuros, se mortifican a los bichos más ridículos, y allí se cumplen ritos ancestrales, donde fabrican el veneno para exportarnos el remedio.
Pero hay otras ciencias que juegan a hacernos ver resplandores y colosos donde reinan sólo insectos. Nos quieren resaltar su valor y bravura. Es cierto que los insectos crecen y se expanden, pero no dejan de ser lo que son, aunque se expandan. Empiezan a abundar investigaciones sobre la bonanza china, obsesionados en que pronto tomará la delantera sin decirnos nada de la delantera. Todo un popurri de sinología (es decir, chinolatría) en cursos de toda clase: el crecimiento comercial, el progreso tecnológico, la promoción social, la expansión monetaria y militar y el florecimiento cultural. De golpe una maquinaria obsoleta se ha vuelto eficiente por aceitarla bien. Occidente a veces se distrae investigando; y se distrae porque está extenuado. Y está extenuado porque ya cumplió con hazañas y aventuras de una civilización sin par; porque transmitió los mejores frutos e ideales jamás concebidos. Y ahora envejecido, languidece. Eso significa que Occidente languidece, y no que China prospera. Porque son especies que no se comparan.
Hay que comprender de geopolítica. Es un deber comprender, pero una virtud comprender bien. Resulta que está de moda comprender mal. Y comprender mal es creer que China es una potencia mundial.
Una potencia mundial está hecha del espíritu del hombre y no del espíritu de los insectos, por más industriosos, eficientes y laboriosos que sean. Claro que debemos admirar la China, pero es el espíritu del hormiguero lo que admiramos. No está mal que admiremos el crecimiento siempre y cuando sepamos que estamos viendo crecer un hormiguero bajo la lupa y no una potencia mundial.
En todo caso China es un hormiguero mundialmente potente que tiene el espíritu de las hormigas. Y en el mejor de los casos, es la potencia mundial de las hormigas. Esas hormigas trabajan y producen, y nos maravillamos de sus habilidades…pero no dejan de ser hormigas.
Hay que ser comprensivo con China porque de ahí provino la peste y no es cuestión de culparlos por lo que son. Pero ser comprensivo no exime de ser claro: una cosa es tener el espíritu del hombre y otra el de la hormiga. Que gran cantidad de occidentales miren con lupa el hormiguero no significa nada más que Occidente tiene lupas y buenas lupas. Como nadie negocia con insectos, y menos con insectos microscópicos, es que nunca sabremos nada de aquel día en que se conmovió todo el hormiguero. Nunca sabremos si fue en los sótanos oscuros donde se mortifican a los bichos más ridículos o en los mercados donde se los comen.
Para entender las cosas espiritualmente hay que mirar las prácticas. Y para conocer el espíritu nada mejor que verlo crecer por sus frutos. Y China, hace milenios, practica el espíritu del hormiguero.
El comunismo es el nombre reciente que le hemos dado a esos frutos recientes, a fuerza de no ser rigurosos con la ciencia ni con los frutos. Decir que hay un partido comunista gobernante que data de 1949 es desconocer la práctica y la ciencia.
A los especialistas en geopolítica les aconsejaría sepan un poco más de entomología. Y la Entomología es la ciencia con que debiera estudiarse a China.
Oster, Wilson y Flannery, entomólogos de gran prestigio, nos dicen «que las hormigas forman colonias u hormigueros de un tamaño que se extiende desde unas docenas de individuos a colonias muy organizadas que pueden ocupar grandes territorios compuestos por millones de individuos. Estas grandes colonias consisten sobre todo en hembras estériles sin alas que forman castas de «obreras», «soldados» y otros grupos especializados. Estas colonias alcanzan el tamaño de súper organismos, dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando colectivamente en apoyo de la colonia».
Hölldobler y Wilson, han descripto que «el éxito de las hormigas en tantos dominios y entornos se debe a su organización social y a su capacidad para modificar ambientes, a su aprovechamiento de los recursos y a su capacidad de defensa. Su prolongada evolución con otras especies las ha llevado a desarrollar relaciones miméticas, comensales, parásitas y mutualistas».
Digamos que nos han imitado, que quieren compartir la mesa con nosotros (de hecho, nos han invitado a comer murciélagos y pangolines de prepo), viven de lo nuestro ocasionándonos daños terribles y nos hacen creer que cooperan y nos benefician cuando en verdad se mejoran…como hormigas.
Cuando Occidente se acobarda un poco suele ver los hormigueros con las alturas del Everest; si desfallece más, confunde el espíritu de las hormigas con el de los hombres; y cuando flaquea del todo, por las calles de París, de Londres o de Milán caminan esas hormigas con todo el esplendor de los hombres.
Lo amargo del asunto es que nuestro Occidente está muy abatido hace siglos (quién sabe si por eso ha enfermado) y entonces reverencia por demás cualquier especie del reino animal.
¿Será que nuestro espíritu occidental está padeciendo un ligero hormigueo? ¿Será que debemos dejar las lupas para recuperar la vista?
*El autor tiene una Maestría en Filosofía. Universidad de París IV-Sorbona.