Es momento de cambiar paradigmas. El planeta nos interpela con un grito desgarrador que nos pide que dejemos de tirar ropa. La moda, como está planteada hoy, es un modelo que fomenta el uso rápido, único, de descarte, renovable cada 6 meses. Incluso de prendas que se quitan sin uso siquiera, solo por el “thrill” del consumo, una verdadera locura que se traduce en la que es actualmente la segunda actividad productiva más demandante de agua, con 79 billones de litros al año. Genera el 20% de las aguas residuales del mundo y libera medio millón de toneladas de microfibras a los océanos.
Esto sin considerar las diversas agresiones que se ubican a lo largo de toda la cadena productiva. Pesticidas para los cultivos de algodón, detergentes, químicos y blanqueantes para su posterior lavado. Tinturas y suavizantes. Empleo en condiciones ilegales, salud y calidad de vida de las personas que confeccionan la ropa. Grandes emisiones de CO2, tanto durante la producción como durante el transporte. Diversos estudios dicen que la huella de carbono de la moda oscila entre el 4% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, pero también alertan que es muy difícil medirla correctamente por lo grande y compleja que es la cadena de suministro del sector.
Y si analizamos este concepto con la lupa de la industria de la moda de ropa rápida podemos ver que se basa en la producción masiva de prendas a bajo precio, inspiradas en las últimas tendencias y con una duración limitada, por lo que es insostenible a largo plazo. Las cifras alarman e indican que se consumen – en promedio, 26 kilos de ropa por persona al año, más del doble que hace 15 años, lo que supone 92 millones de toneladas de desechos al año que terminan en grandes vertederos.
La mirada a nuestro propio cuerpo
Todos estos números, cifras, datos y estimaciones nos llevan a mirar en nuestro propio guardarropa. ¿Me gusta mi ropa? ¿Compro por gusto, necesidad o casi como “hobbie”? ¿Mi ropa habla por mí y me representa? O, quizás, me escondo detrás de ella y trato de pasar desapercibido y encajar en la multitud. Estos son algunos de los interrogantes que debemos plantearnos al momento de vestirnos. Se trata de todo un acto, no de un trámite.
Es menester que haya un cambio mundial, un nuevo examen de conciencia para poder vestir con prendas que sean perfectas, a medida, útiles, con géneros nobles y durables. No es necesario tener un enorme y fastuoso guardarropas, sino que con las prendas correctas se puede vestir de acuerdo a las ocasiones e ir sumando ítems en el tiempo que realmente destaquen quienes somos, todos diferentes, únicos e irrepetibles. Tampoco es cuestión de dinero, marcas o clases sociales. Es un fenómeno que nos incluye a todos y nos obliga a una mirada interior que nos invita a la reflexión.
La personalización y la confección artesanal de diversas prendas hace que se trate de un proceso sustentable y único, teniendo en cuenta cada detalle y cada cuerpo. Esto nos evoca al concepto “Bespoke”, que se origina en Savile Row, la célebre calle londinense donde George Beau Brummell, la figura destacada de la moda inglesa en el siglo XIX, dio vida al concepto que él mismo personificaba: el dandy. Fue él quien reunió a los sastres en esta calle y la convirtió en sinónimo de sastrería a medida para el mundo. Desde entonces, “Bespoke” es sinónimo de la distinción de la confección a mano, de modo completamente artesanal y bajo un manto total de sostenibilidad en todo el proceso.
Justamente, la sastrería Bespoke se caracteriza por crear prendas a medida y según las preferencias del cliente, lo que pone en jaque el concepto de la moda rápida que se ha convertido en la norma en la sociedad actual. El lujo auténtico sobrevive en la producción artesanal de sombreros, guantes, zapatos, muebles y trajes, entre otros. No se trata de productos desechables, son productos diseñados y personalizados minuciosamente. Cada pieza habla tanto de la persona que la compra que se convierte en una extensión de su identidad.
Cada prenda es cuidadosamente concebida y confeccionada por un experto en prendas de vestir, basándose en la subjetividad del cliente. Planificar nuestro vestuario, conocer nuestras necesidades y adquirir prendas de manera reflexiva y profesional es una compra responsable, meditada y bien pensada, en contraposición a la compra impulsiva por el simple deseo de gastar. Se trata de comprender y sintonizar con la sensibilidad del cliente. Es esencial entender cómo se percibe a sí mismo y cómo desea presentarse. Además, se debe considerar la morfología de su cuerpo y cómo realzar sus proporciones de manera armoniosa, y esto implica también comprender las actividades y el estilo de vida del cliente.
(*) Sobre Zaffora. Sus primeros pasos como profesional del corte los desarrolló junto a renombrados sastres italianos y españoles que habían venido a la Argentina a mediados del siglo XX, en busca de nuevos horizontes, tras la II Guerra Mundial en Europa. Sin embargo, su visión totalmente disruptiva y creativa, su impronta, estilo y personalidad lo animaron en 2009 a crear su propia Sastrería en el Palacio Barolo.