El presidente Javier Milei y su equipo han esbozado una nueva política exterior que, de cumplirse, implica un giro radical en la orientación seguida hasta el presente y que se manifiesta concretamente, por lo simbólico, en el no ingreso a los Brics, como se ha informado.
Si las nuevas premisas son, entre otras, desregulación y liberalización económica, democratización interna y una nueva vinculación con el mundo desarrollado, la decisión es coherente.
No en vano los primeros viajes al exterior del nuevo presidente han sido a los EE.UU y los centros financieros mundiales.
De momento la respuesta de los mercados ha sido alcista y de confianza.
Pero si no son los Brics, ¿dónde ubicarse?
Un lugar donde desarrollar aquellas premisas es la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), grupo al que se nos invitó a participar en el 2017.
En este caso hablamos de una organización internacional en sentido estricto – no de un foro político -, de carácter más bien técnico.
Esta organización determina, entre otras cosas, estándares internacionales de buenas prácticas en materia de desarrollo económico y calidad institucional.
Entiéndase capitalismo sostenible y democracia liberal.
Su pertenencia otorga una especie de “sello de calidad” al país en cuestión (de ahí que se le achaque un supuesto “elitismo”).
El ingreso de Argentina a la OCDE significaría, principalmente, abandonar una posición crítica en la arena internacional y una salida ortodoxa a los males que achacan al país.
Se adhieren a los valores democráticos y se busca alcanzar estándares mínimos en diversos asuntos públicos (las pruebas PISA en educación son un ejemplo).
En este caso, el modelo para el desarrollo económico y social a seguir estaría probado y demostrado por la experiencia histórica de algunos países (por ej. Corea del Sur, Japón, Israel, Australia, etc.), pero condicionado por los requisitos medioambientales y de calidad democrática.
Es un giro radical y no exento de riesgos.
En primer lugar, es un quiebre del consenso en el seno del Mercosur y el peligro de una “alineación automática” en política exterior, que puede ser contraria a nuestros intereses.
Pero fundamentalmente es una decisión que va en contra del “mundo que se viene”, si la prospectiva se cumple, del fenomenal ascenso de China y otros países emergentes, como la India.
Demás resulta decir, que no ser miembro del grupo de los emergentes, “militar en su seno”, implica desconocer el denso y complejo entramado de relaciones de todo tipo, pero principalmente económicas, que se tiene con el grupo, para beneficio mutuo.
En lo discursivo, la nueva administración entiende, que la decisión es una vuelta a una senda que no se debió abandonar, la de Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, realidad histórica diametralmente diferente a la actual.
Pero, la pertenencia a los nuevos Brics, nos pone, creemos, en posición de “combatientes” contra el orden internacional y contradice principalmente nuestras raíces históricas y culturales.
Reedita viejas posiciones tercermundistas, de falsa equidistancia de los polos de poder mundial.
El ingreso a la OCDE, es una movida radical y riesgosa, que nos puede poner a contramano del mundo que se viene.
Pero es consecuente con nuestras raíces históricas y culturales, nos impone metas claras y concretas y nos marca una senda al desarrollo económico y social probado por la experiencia histórica.
* El autor es especialista en Relaciones Internacionales.
