Durante las últimas semanas hemos sido testigos y rehenes de situaciones espantosas, todo dentro del marco de una cuarentena a estas alturas irrisoria. Acontecimientos maridados con la desvalorización agigantada de la moneda nacional y las consecuencias económicas que eso genera. El panorama resulta verdaderamente temible, pero los gobernantes no acusan recibo y siguen en su mundo paralelo lleno de privilegios.
El gigantesco e inoperante Estado que los argentinos mantenemos mediante impuestos exorbitantes –que ya están a la altura de ser verdaderas confiscaciones- no actúa. Parece sólo moverse para garantizar impunidad a particulares o decretar el uso del mal llamado “idioma inclusivo”, que pretende cambiar el mundo a través de una “e”.
Mientras tanto en el Sur argentino una serie de personajes “autopercibidos” mapuches usurpan tierras que ni son de ellos, ni pertenecieron alguna vez a dicho pueblo originario. Con desesperación, nuestros ojos republicanos se alzan llenos de esperanza hacia el Ministerio de Seguridad nacional para ser nuevamente defraudados. Dirigido por una antropóloga, vaya a saber por qué, desde el organismo se les da el visto bueno a las tomas del modo más impune. Los atropellos sobre la propiedad privada parecen no ser inconstitucionales para este gobierno donde prima una ideología bastante deforme y con raíces setentosas.
Todo este tipo de mensajes subyace en nuestra sociedad. Cuando el Estado se encuentra tan ausente y no cumple con aspectos básicos de la Constitución, da pie a los ciudadanos para actuar por su cuenta. Así, en Tucumán se acabó brutalmente con la vida de un delincuente, ante la sospecha de haber sido autor de la violación y el asesinato de una niña. Repasando la vida del sujeto poseía 19 causas, incluyendo el abuso sexual de su propia madre. Se encontraba libre, nuestra Justicia hace tiempo que tampoco da señales de vida.
Lamentablemente toda esta actualidad nos remite a una famosa expresión latina: “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit”, es decir “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. Si bien dicha frase perteneció a Plutarco, con el tiempo se simplificó y fue utilizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes para explicar la necesidad del Estado como mediador social.
Hobbes explicó que todo su pensamiento tuvo origen al nacer. Un gran susto vivido por su madre adelanto el parto: “parió gemelos, el miedo y yo”, señaló. Ese sentimiento jamás lo abandonó, posteriormente fue víctima de la cruenta Guerra Civil Inglesa. Así, dentro del pensamiento hobbesiano la búsqueda de la seguridad, es fundamental. Fue esto lo que lo impulsó a escudriñar una solución que creyó encontrar en el fortalecimiento de la autoridad estatal.
El hombre lobo del hombre, hallaba en el poder coercitivo del Estado un freno a su accionar incivil. Pero ¿qué hacemos cuando el Estado es el que da muestras inciviles y se niega a utilizar su legítimo poder coercitivo para garantizar seguridad a los ciudadanos? ¿Qué hacemos cuando se discuten estas funciones consideradas fundamentales por la humanidad hace siglos? Podemos comenzar por exigir un cambio manifestándonos como ciudadanos, seguir por elegir mejor en el cuarto oscuro, pero fundamentalmente apelar a la educación para que ningún argentino crea que lo que sucede hoy es normal o correcto.
*La autora es Historiadora.