El presidente argentino Alberto Fernández presidió el acto protocolar y tradicional de la apertura del periodo ordinario legislativo que va desde el 1° de marzo al 30 de noviembre, y dio el habitual discurso, en el cual todo mandatario en función resalta sus “éxitos” (que teniendo en cuenta la distorsión que posee Fernández del país, y su criterio subjetivo son muchos) y esconden debajo de la alfombra sus desaciertos, que por cierto en la gestión del cacique del Ejecutivo son y fueron por ahora un sin fin.
El inicio de su mensaje se vio impregnado de alocuciones con connotación moral, como ser la petición de un minuto de silencio por las vidas perdidas tanto en el conflicto bélico cuya génesis se debe a la invasión Rusa a Ucrania y por las vidas que se llevó la pandemia (lo cual si cotejamos el archivo vemos que no surgió de iniciativa propia sino delegada por Cristina) el cual vale aclarar se suscitó entre sonrisas cómplices de su vice y jefa CFK, hecho que tornó un momento emotivo en vergonzoso y deplorable, símil a la actitud que desplegó su hijo Máximo cuando encabezó el acto de cierre del oficialismo en Mar del Plata, donde luego de realizar la misma petición (un minuto de silencio por los fallecidos que dejó el covid) realizó la misma acción que hoy hizo su madre, pero de tal palo tal astilla… son y serán “sin vergüenzas”.
Pero ¡ojo!, a lo largo de su exposición, nada dijo sobre la catástrofe que acecha en el Noreste de su propio país, más precisamente en Corrientes, hecho el cual como siempre es ignorado por una razón muy evidente: que tal región se encuentra gobernada por un cacique con distinto tinte político al que el ostenta. Tampoco se pronunció sobre la ley de humedales….
Presidente, conmoverse por lo que pase en el exterior está muy bien, pero dejar de lado lo que pasa en casa, deja entrever mucho más su inhumanidad.
Por otro lado, aprovechó la presencia de los miembros de la Corte Suprema de Justicia para pegarles un poco y refrescarles la intención que zanja el gobierno desde su asunción que no es ni más ni menos que cooptarlos para que fallen a “piacere” de sus deseos, alegando su mal desempeño, solo por haber fallado en ocasiones conforme a derecho y no a pretensiones políticas impuestas por el poder de turno. Está claro que no les sirve una Justicia independiente, sino dependiente que resuelva las contiendas, conforme lo que exige el Ejecutivo y no la ley, para lograr así el fin que constituye una de sus bases; Impunidad, ya que cuando sus colegas son inocentes tenemos una justicia ágil y eficaz pero cuando son culpables se trata meramente de “lawfare”.
Basta de mitos y discursos llenos de maquillaje y pobres en contenidos. Presidente, los argentinos requieren hechos certeros que demuestren que el país comienza a encarrilarse, pero lo único que ha logrado hoy por hoy es acrecentar la angustia y el descontento de sus administrados generando como consecuencia la disminución de la tasa de habitantes que habitan suelo argentino ya que el éxodo crece día a día de manera exponencial, símil o quizás mayor que en el año 2001, y esto se verá reflejado en el censo a realizarse este año.
*El autor es abogado.