Ucrania, la OTAN y el crimen de Putin

Mientras Putin ejecuta un crimen en masa, hay quienes justifican al violador hablando del escote de la víctima.

Ucrania, la OTAN y el crimen de Putin
Mientras Putin ejecuta un crimen en masa, hay quienes justifican al violador hablando del escote de la víctima.

Tanto en Rusia como en el resto del mundo, los que culpan al deseo ucraniano de ingresar a la OTAN por la invasión de Vladimir Putin están actuando como los que hablan del escote y la pollera corta de la mujer violada.

En esa misma inmoralidad incurren los que justifican en la ampliación hacia el Este del la OTAN el crimen en masa que está perpetrando Vladimir Putin en Ucrania.

Lo hizo Xi Jinping el viernes, al sugerir a Joe Biden en la conversación que ambos líderes mantuvieron que hable directamente con el presidente ruso sobre la OTAN y la seguridad de Rusia.

No condenar la invasión y plantear el tema de la alianza atlántica como “causa”, que es la coartada de Putin para justificar las masacres que está realizando en Ucrania, invalida el reclamo que el mismo Xi Jinping hace para que cesen cuanto antes las acciones bélicas.

Por cierto, no tuvo mucho sentido la ampliación de la alianza atlántica hacia el Este a fines de los ‘90. Incluso es correcto decir que esa ampliación traicionó el espíritu de los acuerdos que pusieron fin a la Guerra Fría. Pero eso no implica que se hayan violado acuerdos. Ninguno de los documentos firmados por George Herbert Walker Bush y Mijail Gorbachov señala un compromiso de la OTAN sobre la incorporación de países que pertenecieron a la órbita soviética o directamente a la propia URSS.

La cuestión se planteó en la negociación sobre la reunificación de Alemania. Había caído el muro de Berlín y se disolvía velozmente la RDA (Alemania comunista), que pertenecía al Pacto de Varsovia y, al integrarse a la RFA (Alemania occidental), que estaba en la alianza atlántica, pasaba a ser parte de la OTAN.

Una versión que podría ser cierta señala que el secretario de Estado James Baker dijo al canciller soviético, Eduard Shevarnadze, que la OTAN no avanzaría hacia el este “ni una pulgada más allá de Alemania”.

A pesar de esas palabras, en 1999 la administración Clinton presionó a los socios europeos para que la alianza atlántica aceptara el ingreso reclamado por Polonia, Hungría y la República Checa. Los tres ex miembros de la órbita soviética querían protección por desconfianza a Rusia, ya que desde Moscú se había ejecutado el golpe que puso al general Jaruzelsky a reprimir polacos para acallar de manera criminal las protestas del sindicato Solidaridad. También se enviaron los tanques que entraron a Budapest en 1956 a demoler las reformas húngaras y los tanques que en 1968 aplastaron a sangre y fuego la Primavera de Praga, en Checoslovaquia.

Esos primeros ingresos abrieron la puerta de la OTAN a los siguientes, que incluyeron el resto del Pacto de Varsovia y los ex soviéticos países bálticos.

Bush hijo cometió un estropicio en el 2008 cuando durante una cumbre atlantista en Bucarest invitó a sumarse a Georgia y a Ucrania. Pero la realidad evidente es que ninguno de ellos fue incorporado a la OTAN.

Una pregunta válida es si no debió desaparecer la alianza atlántica al desaparecer el Pacto de Varsovia. Vale preguntárselo porque, en definitiva, la OTAN nació como instrumento de defensa al surgir un bloque de países comunistas dirigidos desde el Kremlin, de tal modo, al caer la “cortina de hierro” debido a la extinción del comunismo, por desaparición de la causa debía desaparecer la consecuencia.

Tiene lógica sostener esa posición. Pero también hay lógica en señalar que la ampliación de la OTAN no constituía, en sí misma, una amenaza a Rusia. El crecimiento hacia el Este respondió a demandas de seguridad de los países que se incorporaban por temor a Rusia, pero no implicaba una declaración de guerra al gigante euroasiático.

Probablemente habría tenido mayor valor estratégico integrar a Rusia en la Unión Europea y en la OTAN. También parece un claro error del Estado ucraniano haber incumplido el Acuerdo de Minsk del 2015. Aquel acuerdo que impuso un alto el fuego en el conflicto que había estallado en la región del Donbass, dejaba bajo soberanía de Ucrania, aunque con notable autonomía, esos territorios habitados mayoritariamente por rusos étnicos, incluidas las provincias separatistas de Donestk y Lugansk. Pero ni ese error ni la ampliación de la OTAN justifican la criminal invasión lanzada por el presidente ruso.

Si bien el repudio abarca la mayor parte del mundo, en muchos rincones aparecen regímenes autoritarios y dirigencias de izquierda y de derecha que justifican con ese argumento, o callan, frente a la catástrofe humanitaria que está ocurriendo.

Hablar de eso mientras Putin ejecuta un crimen en masa, es justificar al violador hablando del escote y la pollera corta de la víctima.

*El autor es politólogo y periodista.

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