Estamos en un momento crucial de la evolución de nuestro sistema judicial. Es una oportunidad única de reflexión y debate.
Nuestro modelo institucional y judicial está basado en la concepción del poder como facultad o competencia. Asentado en el principio de la soberanía popular institucionalizó la república federal con el mandato de establecer el juicio por jurado y con ello, la oralidad y el método de litigación adversarial. Esto constituyó el paradigma de ruptura con el sistema inquisitivo, monárquico y su fundamento del poder como dominio.
Pero, influidos por el derecho continental europeo, diseñado en sociedades no democráticas, con pocos abogados, analfabetismo y limitados medios de comunicación, adoptamos sus modelos procesales y de justicia inquisitivos atenuados y/o mixtos.
Actualmente, vivimos con altos niveles de educación y cultura. En Mendoza tenemos un abogado cada 200 habitantes. La autogestión y los avances tecnológicos que se imponen en todos los ámbitos de la vida nos llevan a nuevos modelos. Estos implican reingeniería y gestión más eficiente, obligando a establecer la oralidad y el sistema adversarial. La inteligencia artificial multiplicará el impacto positivo. Esta realidad evidencia que estamos ante un proceso de transformación de la justicia de todos los fueros y niveles como un imperativo del futuro.
La adversariedad demanda abandonar la confusión entre las funciones administrativas y las jurisdiccionales. También debemos dejar de lado su herramienta: el expediente -papel o digital- y sus inexorables consecuencias: 1) la delegación del trabajo, las funciones y en sus pliegues las decisiones; y 2) el traslado por las partes de sus responsabilidades.
Hay que personalizar totalmente las funciones de los jueces. Deben resolver las controversias en audiencias orales. Asimismo, los profesionales de las partes deben asumir sus roles activa y autónomamente, con autogestión de sus casos anticipando desburocratizadamente los acuerdos y las decisiones judiciales. El desafío está en establecer un sistema estratégico de audiencias gestionando eficientemente el tiempo de los operadores del sistema, los justiciables y las personas citadas.
La transformación también debe ser edilicia reflejando el modelo adversarial y oral, como de la nítida separación de funciones y roles, como el Polo Judicial Penal.
Para ello, necesitamos cambiar la mentalidad. Abandonar la visión retrospectiva anclada en el pasado, sus prácticas, actitudes, creencias y emociones. Este nuevo paradigma de pensamiento con prospectiva permitirá comprender dónde estamos, a dónde vamos y cómo debemos diseñar estratégicamente la justicia del futuro.
(*) El autor es Ministro de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza y Ministro Coordinador del Fuero Penal Colegiado del Poder Judicial de Mendoza.