“No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo.” Proverbio inglés.
Cada año, desde 1993, el 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, en el afán de crear conciencia e inspirar acciones para abordar la crisis mundial del agua y el saneamiento. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 2000 millones de personas viven todavía sin acceso a agua potable y a saneamiento.
El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de la ONU reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos.
De acuerdo a la ONU, “el derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna”. Dicho derecho es “el derecho de cada uno a disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y doméstico”, implicando que el agua debe ser: suficiente: el abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo para el uso personal y doméstico. Estos usos incluyen el agua de beber, el saneamiento personal, la preparación de alimentos, la limpieza del hogar y la higiene personal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), son necesarios entre 50 y 100 litros de agua por persona y día para garantizar que se cubren las necesidades más básicas y surgen pocas preocupaciones en materia de salud; saludable: el agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico, debe ser libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana; aceptable: el agua ha de presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos usos, personal y doméstico. Todas las instalaciones y servicios de agua deben ser culturalmente apropiados y sensibles al género, al ciclo de la vida y a las exigencias de privacidad; físicamente accesible: todo el mundo tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles físicamente dentro o situados en la inmediata cercanía del hogar, de las instituciones académicas, en el lugar de trabajo o las instituciones de salud. De acuerdo con la OMS, la fuente de agua debe encontrarse a menos de 1.000 metros del hogar y el tiempo de desplazamiento para la recogida no debería superar los 30 minutos; asequible: el agua y los servicios e instalaciones de acceso al agua deben ser asequibles para todos. Se sugiere que el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar.
En el marco de los mundiales Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y habiendo atravesado una pandemia global, el avance en el cumplimiento del Objetivo 6: Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, aún reporta datos alarmantes: se espera que hacia 2050 la población mundial, hoy calculada en 6,8 mil millones de personas, se haya duplicado. Además del agotamiento de los recursos naturales mundiales que se prevé, la urbanización, las migraciones, las nuevas formas de uso de los suelos, la crisis económica mundial, los cambios climáticos y la mayor frecuencia e intensidad de las catástrofes naturales tendrán efectos considerables en los recursos hídricos. En este sentido, aún son muchas las personas sin acceso a suministros de agua e instalaciones de saneamiento gestionados de manera segura. La escasez de agua, las inundaciones y la falta de gestión adecuada de las aguas residuales menoscaban el desarrollo social y económico. Es crucial un aumento del uso eficiente de los recursos hídricos y la mejora de su gestión para equilibrar las crecientes y concurrentes demandas de agua de numerosos usuarios.
El agua es un elemento indispensable para la vida, y tanto su acceso como el saneamiento son fundamentales para prevenir y hacer frente a enfermedades, pandemias y epidemias. Exigir este derecho es imprescindible para el desarrollo de la vida misma, para la salud, un ambiente adecuado, producción económica, cultural, aspectos que hacen a la vida individual y social y, por, sobre todo, a la dignidad y el desarrollo del ser humano y la satisfacción de las necesidades básicas.
La Organización Meteorológica Mundial ha reportado que los últimos ocho años van camino de ser los ocho más cálidos de los que se tiene constancia, y los efectos del cambio climático son cada vez más dramáticos. Olas de calor extremas, sequías e inundaciones devastadoras han afectado a millones de personas y han costado miles de millones en 2022. Los cambios recientes en el clima son generalizados en todas las regiones del planeta, rápidos, cada vez más intensos y no tienen precedentes en miles de años.
En Los Andes Centrales, donde se ubica Mendoza, el retroceso de glaciares y la aparejada crisis de los recursos hídricos, devenida en emergencia hídrica desde 2010, está acompañada de inviernos cada vez más pobres en materia de precipitación nívea. La pérdida de masa glaciar está asociada a la mega sequía que está sufriendo la región en el último tiempo. El problema es, según los científicos, que, si los glaciares se siguen achicando, en el futuro no vamos a tener esa ‘caja de ahorro’ desde donde sacar agua (Dussaillant, Masiokas et al.; 2019).
El panorama descrito, si bien catastrófico, debiera interpelarnos, entonces, a que, al fin, tomemos conciencia sobre nuestro uso y abuso del agua…
* La autora pertenece al Grupo de Historia Ambiental. Ianigla. Conicet.