Todos trabajan a favor de Milei menos los suyos propios

El mundo hoy es de color Milei. Es que, casualidad o no, el mundo y el país hoy semejan una metáfora de lo que siempre pensó el anarcolibertario. La fortuna le sigue sonriendo a pesar de los crecientes errores no tanto de él sino de su inexperta y torpe tropa que no para de dejar macana por hacer. Y de un ajuste que ya empieza a mostrar sus aristas más dolorosas.

Todos trabajan a favor de Milei menos los suyos propios
Javier Milei, entre Nicolás Maduro y Alberto Fernández

Si hay algo que el presidente Javier Milei ejerció a la perfección desde su asunción fue el manejo de la agenda pública. Su persona y sus políticas fueron los ejes indiscutibles de cualquier debate, todo giraba en torno a él debido a una comunicación espléndida, pero sobre todo debido a la personalidad del protagonista que sabe mejor que nadie cómo colocarse siempre en el centro de atención. Pero algo cambió de repente a partir del histórico fraude de Nicolás Maduro al que luego complementaron las golpizas albertistas. Desde ese momento Milei desapareció del centro de la escena. Pero lo hizo a propósito, tan voluntariamente como los meses anteriores realizó todo lo contrario. Se apartó con discreción y dejó, hábilmente, que la realidad internacional y nacional hablaran por él. Porque parecen coincidir casi exactamente con lo que piensa. O al menos él lo cree así.

Lo cierto es que, casualidad o no, el mundo y el país hoy semejan una metáfora de lo que siempre pensó el anarcolibertario. Y lo está utilizando comunicacionalmente apartándose él de la agenda pública, con la misma intención que cuando se adueñó de esa misma agenda.

La fortuna le sigue sonriendo a pesar de los crecientes errores no tanto de él sino de su inexperta y torpe tropa que no para de dejar macana por hacer. Y de un ajuste que ya empieza a mostrar sus aristas más dolorosas. Pero Milei aprovecha bien los horrores ajenos. No necesita manejar la agenda porque en el mundo está ocurriendo lo que él siempre imaginó. Las profecías se están cumpliendo. Las tablas de la ley responden, en primer lugar castigando a los pecadores que él mismo designó como tales. No puede haber casualidad en eso, debe pensar el presidente.

Nicolás Maduro es el enemigo perfecto, el que confirma todos sus prejuicios. Un comunista malísimo que parece de historieta o de película macartista yanqui de los años 50 que a pesar de reprimir a su pueblo con bestial ferocidad, no logra una condena definitiva de la comunidad internacional, precisamente por los que Milei considera los cómplices de los rojos: los socialdemócratas que todavía buscan alguna mediación o siguen pidiendo actas electorales que nunca existieron. Occidente, en este caso América Latina, tomada por los malvados y por los pusilánimes. Por eso su acción purificadora viene a intentar poner las cosas en órdenes. A recuperar la libertad expropiada por los comunistas, sus socios, sus cómplices y sus tontos. A la espera del séptimo de caballería que vendrá cuando ganen Trump y Bolsonaro.

Ni que decir a nivel nacional. Tanto Cristina Fernández como Alberto Fernández se dedicaron desde el primer día que asumieron como fórmula presidencial la conducción del país allá por el 2019, a tratar de encontrarle a Macri hasta la más mínima mancha y a acusarlo de todo lo que les pasaba a ellos mismos. Y eso lo hicieron durante los cuatro años enteros de la horrible gestión fernandista (y que quede claro, fernandista por dos, porque los dos Fernández tuvieron que ver). Milei, en cambio, desde esta semana no necesita hacer nada contra el gobierno anterior; el peronismo se desplomó solo con el affaire albertista, del cual sus socios tratan de despegarse cómo si fuera la lepra porque saben que sino el edificio se les puede caer encima a todos juntos, porque todos juntos intervinieron en el gobierno de Alberto. No es que Cristina hubiera roto con el gobierno cuando se dio cuenta de lo inútil que era el presidente y retirado a los suyos. No, no se fue nadie de nadie. Todos fueron partícipes del gobierno del hoy caído en desgracia hasta el último día de su gestión y nadie, que sepamos, lo hizo ad honorem. Y ahora son todos defensores de damas golpeadas, empezando por Cristina (que acusa de canalla a Alberto aunque no de asesino a Maduro), pero por la única razón de no hundirse con el golpeador, porque de Fernando Espinoza, el capo de la Matanza, acusado de violación, no dice nada y el único que dice algo es Horacio Verbitsky quien insinúa que Espinoza fue objeto de la extorsión de una prostituta. Es que hay degenerados buenos y degenerados malos según esta concepción “progre”. Y todo depende del poder que se detenta. No nos engañemos con la santa indignación de los que defienden a ciertas damas maltratadas y a otras no (incluyendo en esto, claro está, también a Milei que nunca ha dicho nada de otro condenado por violación: su amigo Donald Trump).

No obstante, todas las banderas caen y Milei en cambio levanta las suyas. Cristina Fernández, al revés, se vio obligada a despotricar contra Alberto en su ataque a su esposa Fabiola porque algo tenía que decir. Pero aunque critique al presidente que ella inventó, puso y se mantuvo como su vicepresidenta (el Chacho Alvarez cuando menos renunció cuando percibió algo malo) suena muy poco creíble que su sistema de información nada le dijera sobre los continuas agresiones que esa bestia le propinaba a la mujer en los lugares más institucionales del país. Pero eso es problema de ella y de su conciencia.

A pesar de que el golpeador sea Alberto, Milei sabe muy bien que con esto se está abriendo en la sociedad un enorme juicio a todo el peronismo que gobernó antes de él, con su falso progresismo, con su pretendido femenismo, con todas las cosas que cada vez suenan como hipocresías mayores de las cuales Alberto Fernández es apenas un ejemplo de la diferencia entre el decir y el hacer, que no sólo acontecía con él. Porque aquello que cayó estrepitosamente en el país con su triunfo electoral de este año era nada menos que el corazón de la casta, esa que él denunció y que ahora está, sin que nadie la provoque, mostrando pornográficamente las conductas con las que se movía.

Sin embargo, el problema de Milei es que contra la casta lo único que puede oponer es su castita que parece ir adquiriendo (si ya no los tenía) casi todos los defectos de la casta pero con más torpeza, con más ignorancia.

La castita generó, debido a una irresponsable visita a un puñado de represores en prisión, un escándalo hasta donde se ha metido el Papa para censurarlo. Y además todos los que fueron a ver a los represores son tan “leales” entre sí pese a pertenecer al mismo partido, que se están destrozando, criticando y demandando entre sí hasta judicialmente porque la visita les salió mal.

Por otro lado, la situación con la vicepresidente es de difícil retorno. Y todo se complica aún más con Mauricio Macri, quien dijo todo lo que una persona que no es de su partido le puede decir a un presidente que estima, al mostrarle los defectos evidentes de su gobierno con ánimo constructivo. Sin embargo eso bastó para transformarlo en el nuevo enemigo de la castita que le dispara como puede.

Como se está viendo, entre los mileistas no existe la menor identidad que los unifique salvo Milei, quien por su parte no se interesa mucho por ninguno de ellos. Pero el mundo sigue a su favor. Debería aprovecharlo mejor, construyendo una fuerza capaz de ser alternativa política real. Él ya sabe cómo se hace. Con gritos y circo solo se mantienen las fidelidades de los que ya son fieles pero empieza a cansar a los que lo votaron solo en segunda vuelta. Mientras que con organización se sacan leyes y se firman pactos. Su ideología anarcolibertaria le puede servir para lo que le interesa crear en el mundo (que es una fantasía pero adentro no molesta demasiado y afuera no tiene demasiada trascendencia), pero no le sirve para organizar un partido. La castita es más sectaria que la casta porque no sólo no tiene experiencia de poder sino porque tiene la soberbia que le da la ignorancia del desconocimiento del poder.

Fue una rara calma la de la ley bases y el pacto de mayo pero Milei se está negando a alimentarlos pese a que le va a costar mucho meter la radicalidad de las leyes que prepara Sturzenegger para su aprobación legislativa y pese a que los gobernadores no son una liga realmente unida por más que lo hayan sido para firmar el pacto. Eso requiere trabajo de consenso. Francos lo intenta pero el gobierno de Milei se ocupa más de los combates culturales por las redes de Santiago Caputo, los viajes internacionales casi todos privados con su hermana y la esperanza que la economía lo pueda transformar en un nuevo Menem. Los Caputo, los Menem y su hermana, hasta allí llega su visión. El resto le es ajeno salvo cuando los necesita desesperadamente. Francos es como una muleta que de vez en cuando usa, pero no es parte carnal de su cuerpo político.

Milei es hombre de obsesiones. Y este es un mundo de extremos donde la locura pulula por doquier. Frente a la locura de Maduro y a los desquicios de Alberto, Milei parece un hombre cuerdo, pero a la vez es lo suficientemente extremo que puede incorporar en su haber las desmesuras ajenas. En un mundo de locos Milei anda a sus anchas, porque hay otros más locos que él, o por lo menos a los que les va peor que a él. Las locuras de Milei tienen fans, las de Maduro o Alberto no. Ventajas a favor del libertario que él no desconoce y aprovecha, pero descuida muchos flancos en su propia soldadesca, en su propia tropa, la cual está desarrollando de manera extraordinaria los mismos vicios de la política de siempre pero con más exageración y vulgaridad.

Esa es la contradicción de Milei, el mundo y el país a su favor pero su propia organización en contra. Y él esclavo de sus obsesiones, que a veces pueden serles útiles y a veces no, pero de las que no se puede liberar porque forman parte de su naturaleza. Milei llegó a donde llegó por ser tal cual es, a veces puede simular ser otra cosa pero le cuesta mucho y lo cansa mucho. Entonces vuelve a ser lo que siempre fue. Hoy eso ni lo perjudica demasiado porque el contexto externo le es desmesuradamente favorable. El pasado nacional anterior a él se cae a pedazos y el continente estalla por un dictador que representa exactamente todo aquello contra lo que Milei lucha de una manera casi perfecta, bizarramente perfecta. Ese burdo y patético dictador que quiere prohibir whatsaap es el enemigo perfecto que siempre Milei soñó tener. Y las vacilaciones lulistas son lo que él siempre pensó de la socialdemocracia, cómplice inevitable de los rojos. El mundo hoy es de color Milei. Y la Argentina absolutamente: todos los que defendieron las banderas de la igualdad de género y de la progresía tienen que andar explicando y justificando sus consignas porque alguien nada menor de los suyos, las manchó. Y no es el primero. Aunque sí es al primero que entregan para intentar zafar ellos. La derecha mileista tiene poco que ver con esta caída de las banderas progresistas que se hunden en su propia torpeza, pero hace como que fuera quien las está venciendo. Es una oportunidad que le sirven en bandeja los que hicieron del poder el objeto total de sus abusos. Unos por demasiado estúpidos y cretinos como Alberto, otras por creerse demasiado vivas como Cristina y ponerse a defender cretinos y estúpidos como Maduro o inventar cretinos y estúpidos como Alberto. Ella podrá intentar borrar su responsabilidad, pero su credibilidad está en juego, por eso jamás como hoy una mujer que habla de todo y en todo lugar no puede decir nada importante de nada en ningún lugar salvo defenestrar a Alberto en defensa propia. Si hay un discurso innecesario y anodino fue el que dijo en México. Estaba hablando de un mundo de fantasía, mientras que callaba la realidad porque de ella no podía decir demasiado, puesto que es demasiado responsable de lo peor de la misma. En particular, precisamente, de Maduro y de Alberto.

Por eso Milei crece, porque otros decrecen. Pero con eso se sobrevive, no se construye, salvo que se le agregue algo propio de su partida. Y eso hoy le falta al libertario. Necesita urgentemente construir su segunda etapa de gobierno, la que se suponía venía después de la ley de bases y el pacto pero que por ahora no está edificando, reposando y aprovechando las mieles que le regalan sus enemigos ideológicos con sus torpezas superiores. Pero ojo, eso es pan para hoy y hambre para mañana, si lo que quiere es que Argentina pegue un viraje estructural para que no pueda volver atrás..

El peronismo, aún deteriorado, sigue siendo un ejército, el único ejército que tiene la política, y aún con todas sus derrotas y golpes, todavía puede reconstruirse aunque sea como un cuerpo sin alma. Habrá perdido el alma pero puede recuperar su poder material en un santiamén si Milei fracasa. El eterno retorno puede ser posible porque si bien hoy el peronismo no es alternativa, no tiene enfrente otro ejército alternativo. Eso es lo que debería construir la oposición. Y no se sabe si lo puede hacer. Hasta ahora quien más parece entenderlo es Macri, pero Milei no demasiado. O cree que con él solo alcanza. El quiere su Corte de Versalles con sus cortesanos, no su ejército político. Cree que si gana la batalla mundial ganará la nacional, con su ideologismo primitivo. Cuando la única batalla que puede ganar es la nacional si se decide a encararla. No siempre tendrá Maduros, Albertos y Cristinas en las malas contra los cuales competir.

* El autor es sociólogo y periodista clarosa@losandes.com.ar

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA