Tiempos de fascismos que salen del closet

Vivimos décadas que supuran mesianismos autoritarios de derecha e izquierda, en formatos de anti-sistema.

Tiempos  de fascismos  que salen del closet
El presidente del partido de derecha Vox, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa.

Así como Bolsonaro, Vox y otros exponentes de la ultraderecha están sacando fascistas del closet, el chavismo sacó del closet a mucha izquierda autoritaria. Gente que se auto-percibía de centroizquierda y había defendido el Estado de Derecho, al irrumpir Hugo Chávez en el escenario político generando una ola de populismos izquierdistas, descubrieron que no era la democracia liberal a lo que adherían y que sólo la defendieron en contraposición a las dictaduras militares que eran de derecha. Lo descubrieron al encandilarse con los liderazgos personalistas de izquierda que demonizaron a los adversarios y avasallaron a las minorías para construir regímenes mayoritaristas.

Lo mismo ocurre con los conservadores que se auto-perciben de centroderecha, pero al irrumpir liderazgos extremistas con un discurso de aborrecimiento a las izquierdas, los centros, los homosexuales, el secularismo y el liberalismo de matriz progresista, adhirieron con fervor fanatizado y se convirtieron en francotiradores apostados en las redes para disparar descalificaciones contra liberales, centroizquierdistas y centroderechistas.

Vox, Bolsonaro, Trump, Meloni y demás líderes contrarios a la democracia liberal, no son fascistas en el sentido que lo fueron Mussolini y Franco, sino que encuadran en lo que Umberto Eco llamó “ur-fascismo” (fascismo eterno). El filósofo y semiólogo italiano usó ese concepto para referirse a las nuevas encarnaciones del fascismo, que no se asumen como tales ni tienen varios de los rasgos claves del movimiento que impulsó el Duce y se replicó en muchos países.

Desde las trincheras virtuales del ur-fascismo, los salidos del closet que no quieren asumirse como fascistas, atacan con saña a quienes llaman las cosas por su nombre.

Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni, tiene entre sus ancestros a Mussolini y a Giorgio Almirante, el fundador del movimiento de los fascistas que sobrevivieron a la victoria de los aliados comandados por el general Patton y el mariscal Montgomery. Pero ni bien comenzó a repuntar en las encuestas dejó de hacer el saludo romano (que también hacían los nazis y los franquistas) y de recitar elogios a Mussolini.

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El franquismo fue la encarnación personalista del “falangismo”, la ideología que impulsó Primo de Rivera combinando nacionalismo extremo con catolicismo fundamentalista.

Esa ideología había quedado huérfana cuando Alianza Popular, que lideraba el ex ministro franquista Manuel Fraga Iribarne, empezó a democratizarse y terminó abrazando la democracia liberal al convertirse en Partido Popular (PP).

Pero en estas décadas que supuran mesianismos autoritarios en formato de anti-sistema, apareció un partido ultraconservador que cobró fuerza como la réplica opuesta de la izquierda anti-sistema y de los nacionalismos anti-castellanos y separatistas: Vox. Al principio, la dirigencia cuidó las formas para no ser identificada con un pasado surcado por ríos de sangre, aunque con el impulso de liderazgos anti-sistema de derecha en otros países de Europa y en las Américas, empezaron a dejar fluir sus impulsos naturales.

Entre Vox y el falangismo franquista hay grandes diferencias. El fascismo del siglo XX era corporativista y partidario del Estado grande y fuerte, mientras que las mutaciones actuales de la ultraderecha son anti-Estado y anti-corporativos. Lo que los vincula es la virulencia de la xenofobia y el desprecio a la democracia liberal y la diversidad.

“Vamos a volver al ´36″ repite el estribillo de una canción confusa que cantó una banda ultraderechista en el escenario de Vox en Madrid. Las autoridades partidarias dijeron que el estribillo no incita a dar un golpe para instalar una versión actual del modelo español de fascismo que fue el franquismo, sino el señalamiento de lo que quiere el actual gobierno: volver al republicanismo caótico que desembocó en la Guerra Civil. Pero esa explicación es absurda.

Si la intención fuese señalar el intento de la coalición PSOE-Podemos de recrear el republicanismo tumultuoso de comunistas, anarquistas, socialistas y liberales de la primera mitad del siglo XX, el estribillo diría “vamos a volver al 31″, ya que 1931 es el año en que comenzó la II República al caer la monarquía que encabezaba Alfonso XIII; el turbulento periodo democrático que fue clausurado en 1939 por la Guerra Civil que había iniciado Franco en 1936.

Ciertamente, hay razones para cuestionar al gobierno que encabeza Pedro Sánchez en alianza con Podemos, un partido anti-sistema de veleidades marxistas. Son cuestionables sus acuerdos parlamentarios con los catalanes independentistas de Esquerra Republicana y con el partido vasco Bildu, en cuyo árbol genealógico está Herri Batasuna, antiguo brazo político de ETA. Pero cuestionar al gobierno por hacer equilibrios en esos peligrosos bordes, reivindicando al fascismo que abatió la II República con la ayuda de Hitler y Mussolini, es ideológicamente más oscuro que las derivas de Pedro Sánchez.

* El autor es politólogo y periodista.

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