Hace unos cuantos años que la familia Di Paola y el historiador Carlos Chacón, con el apoyo del diario Los Andes (cf. notas aparecidas el 4-5-2013 y el 3-7-2021), solicitan la intervención del gobierno provincial para restaurar la Casa del Altillo ubicada en Palmira.
Su valor patrimonial está reconocido por la Municipalidad de San Martín y avalado por los especialistas (cf. Graciela Moretti, “Historia, historiografía y gestión cultural del patrimonio vitivinícola de Mendoza, Argentina”).
En la nota del diario Los Andes del 2013, un funcionario municipal afirmaba que “El dinero que […] envió Patrimonio de la provincia debe sumar entre 60 y 70 mil pesos, y entiendo que ya se ha comprado el material necesario para los arreglos, además de algunos andamios que hacen falta”. Desconozco si se hicieron esos trabajos pero, en caso afirmativo, no fueron suficientes. Urge, entonces, una intervención integral del edificio para evitar que se termine de derrumbar.
El Instituto de Historia Americana y Argentina y la Junta de Estudios Históricos Mendoza apoyan enfáticamente esta iniciativa.
Por mi parte, quisiera aportar algunos datos que encontré en el Archivo General de nuestra provincia cuando indagué la figura de Tiburcio Benegas en su faceta de empresario vitivinícola.
Si bien era rosarino, por sus actividades comerciales y bancarias vivió alternativamente en su ciudad natal y en Mendoza hasta que se radicó aquí donde hizo carrera política. Fue gobernador de la provincia entre 1887 y 1889, y luego senador nacional por lo que pasó largas temporadas en Buenos Aires, integrado totalmente a la elite política nacional. En 1904 fue nombrado embajador en Chile, cargo que ocupó durante poco tiempo para regresar, nuevamente, a la Capital Federal donde murió en 1908.
Su interés por la elaboración de vino probablemente provino de su suegro Eusebio Blanco, uno de los impulsores de la vitivinicultura moderna. Así, la primera inversión de Benegas fue en 1883 cuando compró al francés Hipólito Raymond una propiedad de 86 hectáreas, llamada El Trapiche, en Godoy Cruz. En estas tierras inmediatamente plantó viñedos y la construyó una bodega. Tres años después, en 1886, adquirió la estancia y molino “Palmira” a Federico y Luisa Mallman en Buenos Aires Tenía una superficie de “300 cuadras cuadradas” de las cuales una parte estaba cultivada y el resto inculto. Limitaba al Norte con la propiedad de Juan Parra de la Fuente; al Este y al Sur con derechos de José María Videla y al Oeste, el río Mendoza.
En la escritura, el comprador aceptaba donar una fracción de terreno al Ferrocarril Andino para que construyera una estación ferroviaria ya que la línea férrea cruzaba el fundo adquirido.
Palmira era una propiedad dedicada a la ganadería dentro del circuito comercial con Chile y a la molienda de granos cuyo destino principal eran las provincias del Litoral; actividades que, en ese momento, estaban en decadencia. Por eso, Benegas plantó viñas y levantó una bodega, además de la famosa casona con el Altillo, aunque también continuó con el engorde de ganado. Así quedó asentado en la constitución de la sociedad colectiva Benegas e Hijos, en 1899. La escritura señalaba que Palmira tenía 106 hectáreas con viña, 37 con nogales, 510 con alfalfa, además de huertas y jardines, árboles, casa, molino y bodega. El resto (369 ha) estaba inculto.
La casona solariega cercana al río y rodeada de jardines sería un lugar de encuentros sociales y políticos durante las estadías de Benegas en Mendoza.
Sin embargo, el endeudamiento obligó al político-empresario a hipotecar en varias oportunidades a Palmira. La primera vez fue en 1892 con Juan Cruz Vidal y al año siguiente con el Banco Nacional en Liquidación. En 1902, apurado por esta última deuda, vendió un lote al Ferrocarril Gran Oeste Argentino para levantar la estación de tren.
En octubre de 1905 constituyó una segunda hipoteca sobre Palmira a favor de otro prestamista de Buenos Aires y al mes siguiente el Banco Hipotecario Nacional le otorgó un crédito sobre El Trapiche y Palmira. Con el capital obtenido canceló las deudas que pesaban sobre Palmira, gracias a lo cual quedó en condiciones de firmar la venta de esta propiedad a la sociedad formada por Guillermo Fuseo y Dionisio Pouget. Decisión tomada probablemente por su vulnerabilidad financiera.
La escritura, firmada en noviembre de 1905, señalaba que Palmira tenía 568 hectáreas plantadas con viñas, nogales, alfalfa, huertas, jardines, casa y bodegas. El resto era terreno inculto para el pastoreo. Declaraba, además, que la propiedad estaba dividida en fracciones por estar atravesada por el ferrocarril y los terrenos adyacentes a la Estación que, ahora sí, estaba construida.
La compra de Palmira por parte de Fuseo y Pouget fue una excelente decisión porque en 1906 comenzó la instalación de los talleres y depósitos de locomotoras del Ferrocarril. De tal modo que el loteo que los socios iniciaron en 1907, en las inmediaciones de la estación, debió de ser un éxito. Como afirma Gastón Speziale Kairuz, así comenzó la formación del viejo casco urbano de Palmira.
*La autora pertenece al Instituto de Historia Americana y Argentina. Facultad de Filosofía y Letras. UNCuyo