Terminar con las diferencias: del dicho al hecho

Un presidente que dice querer reconciliar a los argentinos debería promover caminos de diálogo con la oposición, agotando las instancias posibles para que la crítica a la gestión no se transforme en un ir y venir de palabras sin sentido.

Terminar con las diferencias: del dicho al hecho
El presidente también se refirió con nombre y apellido, a raíz de las críticas en su contra por el tema de las vacunas, al ex presidente Mauricio Macri.

Con motivo del acto oficial por la celebración del Día de la Bandera, que encabezó desde la residencia de Olivos, el presidente de la Nación prometió “hacer todo lo que esté a mi alcance para terminar con los abismos que nos separan”.

Si bien Alberto Fernández dijo referirse “a las diferencias” entre argentinos, es probable que a lo que se haya querido referir es a la ya famosa “grieta” que no sólo aleja posturas en lo político, sino que acrecienta enemistades y genera condiciones prácticamente irreconciliables en lo ideológico y social.

Sin embargo, el presidente se encargó de negar su propia prédica pocos días después, cuando en otra ceremonia pública decidió encarar una nueva confrontación con los dirigentes de la oposición que hacen planteos por el inestable proceso de vacunación contra el Covid-19.

Fernández dijo textualmente: “Estamos en un país en el que graciosamente se acusa de coimero al que tiene que comprar vacunas, se acusa de envenenador al que consigue las vacunas y cuando el envenenador consigue vacunas, le reclaman la segunda dosis de veneno”.

Lo dijo sobre las críticas de la oposición por la hasta ahora lenta aplicación de las segundas dosis de las vacunas aplicadas, en especial la rusa Spuntnik V.

Y en el mismo acto, el presidente también se refirió con nombre y apellido, a raíz de las críticas en su contra por el tema de las vacunas, al ex presidente Mauricio Macri y a la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal por distintos aspectos relativos a sus respectivas gestiones que son cuestionadas por la actual administración.

La primera crítica que cabe realizar al titular del Poder Ejecutivo Nacional es por la nueva contradicción entre lo que pregona y lo que posteriormente termina realizando.

Difícilmente esa metodología de confrontación dialéctica conduzca a buen puerto si lo que pretende es zanjar diferencias y antagonismos entre los argentinos, comenzando por su dirigencia.

La dudosa negociación con el laboratorio Pfizer dio lugar a una denuncia por parte de la presidenta del partido PRO, Patricia Bullrich, que ahora se debe dilucidar en la justicia, como corresponde, luego de una demanda iniciada por el propio presidente de la Nación. No corresponde hablar nada más.

En segundo lugar, Alberto Fernández no debe salir a confrontar con sus adversarios políticos.

En este caso también parece contradecir su propia prédica.

En democracia, el ámbito público para que se dé ese tipo de discusión o debate es el parlamentario. Diputados y senadores de su sector partidario están habilitados para sostener su gestión.

Un presidente que dice querer reconciliar a los argentinos debería promover caminos de diálogo con la oposición, agotando las instancias posibles para que la crítica a la gestión no se transforme en un ir y venir de palabras sin sentido.

Es la política la que falla en esta Argentina de hoy, porque sus integrantes no dialogan ni buscan consensos.

Si a este estilo confrontativo le sumamos la devaluación de la palabra presidencial por sus constantes contradicciones el escenario se vuelve aún más preocupante.

Una situación poco propicia a poco de comenzar el proceso electoral de este año, ante una sociedad que puede llegar a sentirse huérfana de dirigentes capaces de escuchar sus reclamos.

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