La campaña electoral del Gobierno y de Cambia Mendoza recibió esta semana un inesperado golpe, que provocó nervios y enojo en el Poder Ejecutivo. Quedó a la vista que Mendoza tiene un retraso grande en el registro de fallecimientos por coronavirus. De tal magnitud que todavía se están cargando o “actualizando” muertes del año pasado, ni más ni menos.
El impacto de esta novedad agria se notó en el ámbito del oficialismo, que tiene decidido cazar votos precisamente a partir de su administración de la pandemia y montado al criterio de que la apertura económica no ha agravado el panorama sanitario.
Mientras digiere la noticia y le coloca la mochila a la ministra de Salud, Ana María Nadal, quien no es candidata pero podría haberlo sido, ensaya algunas argumentaciones.
Para defenderse, el radicalismo ataca. Voces de peso están diciendo que el problema se ha producido por ceder el manejo de las cifras oficiales del covid a la Nación, que las provee a todas las provincias a través del sistema SISA.
Otro sería el panorama, señalan, si los muertos se contaran directamente en Mendoza, a partir de las actas de defunción que emanan del Registro Civil, que es conducido a nivel provincial.
“Al Gobierno Nacional no se le puede dejar nada, porque para ellos, todo es ensayo y error con el covid”, indican en la UCR, en medio del asedio opositor, que ha encontrado con rapidez un presunto flanco para herir a su rival.
En esta línea de pensamiento, Rodolfo Suárez sería apenas culpable de un error menor: no imponer la autonomía que demostró en diversos aspectos, por ejemplo, respecto del funcionamiento de la economía en medio de la cuarentena, también en materia de números.
Pero mucho peor sería que termine culpando a Suárez de “esconder muertos”, como afirma la oposición, o de difundir subregistros para evitar cuestionamientos a su rebeldía.
Habrá que ver si la defensa radical rinde efecto. Lo cierto es que la Nación ordenó un “barrido” general de los fallecimientos por coronavirus. Un recálculo inoportuno para el oficialismo que expuso al Gobierno provincial a su peor temor: que el elector pueda endilgarle un desmanejo de los aspectos más sensibles de la pandemia.