En nuestra habitual fuente de consulta, hallamos que ‘sueño’ posee raigambre latina ya que deriva de ‘somnus’. Fuera de su significado vinculado al acto de dormir, puede señalar también las ganas de hacerlo: “Cayó en un profundo sueño”. “Tengo mucho sueño”. Pero las restantes acepciones se vinculan más con el mundo no real: un sueño es el acto de representarnos, en nuestra fantasía y mientras dormimos, sucesos e imágenes: “El pequeño se agitaba porque, en sueños creía volver a ver a su querido abuelo”. También, llamamos ‘sueño’ a una cosa que carece de realidad o fundamento, especialmente un proyecto, un deseo, una esperanza sin probabilidad de realizarse: “Ya renuncié a alcanzar la casa de mis sueños”. Asimismo, la Academia da el nombre de ‘sueño’ a “cierto baile licencioso del siglo XVIII”, aunque no lo describe.
Variadas son las locuciones que pueden formarse con este término: aquellas ilusiones que se acarician, como un anhelo o desiderátum reciben el nombre de “sueño dorado”. En cambio, “el sueño de la liebre” se aplica para referirse a quienes fingen o disimulan algo; aparentemente, el origen se encuentra en un hecho empírico: según la creencia popular, las liebres no cierran los ojos para dormir; de ese modo, están siempre atentas a los peligros que acechan. Es equivalente a “dormir con los ojos abiertos”.
El cese de la vida también se marca con una locución: “sueño eterno”, como en “Descansa en paz, duerme el sueño eterno”. Otra expresión es “dormir el sueño de los justos”, que proviene de la cultura griega y que servía para aludir a quien podía dormir en forma tranquila, sin ningún cargo de conciencia, por haber llevado una vida totalmente sana y ética. Expresión similar es la que dice “dormir a sueño suelto”.
Si alguien se “cae de sueño”, significa que no puede resistir la somnolencia: “Anoche, tuve que suspender el estudio porque me caía de sueño”. Cuando se logra dormir, hay dos expresiones alusivas: “conciliar el sueño” y “coger alguien el sueño”: “Era tal mi grado de cansancio que, rápidamente, concilié el sueño”.
A veces, cuando tenemos poco tiempo para descansar, por exceso y superposición de obligaciones, solemos entrecerrar los ojos y el cansancio nos vence: decimos, para esos casos, “descabezar/quebrantar un sueño” y “echar un sueño”: “Escondida entre mis papeles, disimuladamente, aproveché para descabezarme un sueño”.
Si alguien, a propósito o no, nos despierta de nuestro sueño pues lo estorba o lo impide, se dice que “espanta el sueño”: “El persistente llanto de un bebé espantó mi sueño hasta que amaneció”. Lo contrario, “guardar el sueño”, da a entender que se procura no despertar a alguien y velar por un buen descanso: “Que los ángeles guarden tu sueño”.
Existen dos locuciones adverbiales similares: “en sueños” y “entre sueños”. Las dos dan la idea de “durmiendo, soñando”. También es locución adverbial “ni en sueños”, que constituye una negación enfática: “No me iría a vivir allí ni en sueños”.
Una preocupación profunda se marca con la locución verbal “quitar el sueño”: “La profunda crisis económica le quitaba el sueño”. En cambio, “tornarse/volverse el sueño al revés” es una locución que señala, cuando un logro se consideraba ya conseguido, que se ha echado a perder: “Creíamos que todo iba sobre rieles, pero repentinamente una circunstancia impensada tornó el sueño al revés”.
Un viejo refrán español, presente ya en la Celestina, reza “díjele el sueño y la soltura”, con el que se quiere indicar que se reveló toda la verdad; según el diccionario académico, con esta expresión se señala que se refiere, con libertad y sin reserva, todo lo que se ofrece, incluso en las cosas inmodestas.
Aprendemos que el diminutivo de ‘sueño’ es ‘sueñito’, pero en el famoso Romance del enamorado y la muerte, encontramos ‘soñito’, formado sobre la base de la forma etimológica ‘somnus’: “Un sueño soñaba anoche/ soñito del alma mía/ soñaba con mis amores/ que en mis brazos los tenía”. De esa misma etimología, provienen otras voces: ‘somnolencia’ y ‘somnoliento’, ‘somnífero’, ‘somnámbulo’ y ‘somnambulismo’; los dos primeros, uno sustantivo y el otro, adjetivo, señalan la pesadez y torpeza de los sentidos motivadas por el sueño. Un somnífero es, según su valor etimológico, lo que “lleva al sueño”. Por otro lado, los vocablos ‘somnámbulo’ y ‘somnambulismo’ pueden ser también ‘sonámbulo’ y ‘sonambulismo’ e indican, por yuxtaposición de sus elementos constitutivos, “que camina o anda en sueños”.
Es de origen griego el adjetivo que se refiere a lo perteneciente a los sueños; se trata del adjetivo ‘onírico’, derivado del sustantivo “óneiros”, equivalente del ‘somnus’ latino.
Cuando un sueño es malo, se habla de ‘pesadilla’: ¿por qué? Se trata del diminutivo de ‘pesada’ puesto que se trata de un ensueño angustioso y tenaz: “Me revolvía en la cama agitado por una fuerte pesadilla”. Por extensión, se llama también ‘pesadilla’ a la “opresión del corazón y a la dificultad de respirar durante el sueño”. Si dejamos de lado el acto de dormir, también se otorga este nombre a la persona o cosa enojosa y molesta: “La aprobación de ese plan se le había transformado en una verdadera pesadilla”.
Vinculado al sustantivo ‘sueño’, tenemos el verbo ‘soñar’, del cual tenemos varias acepciones. De ellas, nos interesa la que dice “temer a alguien, acordarse de su venganza o castigo, como amenaza”: “Me vas a soñar”. Además, “anhelar persistentemente algo”: “Vive soñando con grandezas”.
También, nos llama la atención la locución interjectiva ‘¡ni soñarlo!’, con la cual se rehúsa algo, y la locución verbal ‘soñar despierto’, que da idea de fantasía y de considerar cierto algo que no lo es.
Lo contrario a ‘sueño’ es ‘insomnio’, formado por el prefijo negativo y la base etimológica, que da a entender el estado de vigilia. Curiosamente, del latín “insomnium”, se engendra ‘ensueño’, definido como “ilusión, fantasía”; de allí, se genera la locución ‘de ensueño’, equivalente a “ideal, fantástico, maravilloso”: “Hemos vivido unas vacaciones de ensueño”.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.