Además de Milei, nace otra estrella argentina en la nueva era internacional que la segunda gestión de Donald Trump parece inaugurar. Se trata de Federico Sturzenegger, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado nacional.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo dirigirá el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Trump, una especie de superministerio sin ese nombre (tal como al principio empezó Sturzenegger con Milei: un asesor que era en realidad un ministro sin cartera), se propone desregular estructuralmente el Estado norteamericano. Y fue por eso que apenas ganó Trump y le ofreció el cargo, afirmó que copiará la desregulación que están haciendo Milei y su ministro.
Martín Gurri escribió allá por 2014 un libro que hoy es muy popular por lo anticipatorio, que se llama “La rebelión del público”, una especie de continuación siglo XXI del libro de José Ortega y Gasset “La rebelión de las masas” de principios del siglo XX. Su tesis es que, como hace un siglo, otra vez las masas se han rebelado contra las elites, pero las masas ya no son “pueblo” sino “público” y por lo tanto se contactan entre sí no a través de manifestaciones populares sino de las redes sociales. Y han decidido rechazar in totum a la política actual, adjudicándole a los políticos y las instituciones que manejan, la responsabilidad de todos sus males. Sienten que ya no los representan, que se han encerrado en sí mismos y han construido una clase política que sólo defiende sus propios intereses. Ese fenómeno es patente en la Argentina, pero es crecientemente mundial y es la causa fundamental de los triunfos de Trump y Milei.
Lo importante del libro de Gurri es que predijo la llegada de Trump un par de años antes de que ocurriera, o cuando menos anticipó todas las características socio-políticas que ese líder expresaría cabalmente. Y ahora, en los inicios de su segundo mandato, acaba de escribir un artículo muy polémico pero muy notable, donde afirma que en la primera gestión de Trump, tanto él como los “públicos” que lo acompañaron lo único que hicieron fue oponerse a toda la elite gobernante, al establishment político y a todas las políticas que impulsaban. A todas, prácticamente. Pero carecieron de un programa alternativo de gobierno. Solamente se plantaron contra la “casta” y la atacaron con furor, pero no crearon nada nuevo. Como una fuerza de la naturaleza que estalla cuando es manipulada malamente por el ser humano, pero que solo destruye el mal que provocó su explosión, sin crear nada nuevo alternativo.
Gurri, que es tan crítico como Trump y sus votantes de las elites tradicionales, cree que el gran cambio del segundo mandato del conservador presidente norteamericano es que esta vez lo importante no será tanto la crítica a la “casta”, sino que además posee un programa de acción realmente transformador, que ha depositado en las manos de Elon Musk y su DOGE. Gurri no está demasiado convencido del liberalismo pleno de Trump, lo cree más bien un populista en lo político (aunque eso no se lo critica tanto) y un mercantilista, un proteccionista, un aislacionista en lo económico (y eso sí se lo critica mucho). Por el contrario piensa que Musk, aunque sea cultura y políticamente tan populista de derechas como Trump (y tan excéntrico), en lo económico es un auténtico liberal.... Como Milei..... porque aquí es cuando aparecemos nosotros, los argentinos.
Gurri dice lo siguiente de la relación Trump-Milei: “Trump, en su segundo mandato, también ha tenido la ventaja de un precedente y un precursor. Un elemento importante en la elaboración de su programa de gobierno, creo, fue el extraño y repentino ascenso de Javier Milei en la Argentina”.
Y luego Gurri dice lo siguiente de la relación Musk-Milei: “Musk es un ferviente defensor del libre mercado, y no cabe duda de que la embestida antiburocrática de Milei ha sido el ejemplo para DOGE que los dos hombres esperan realizar”.
Según Gurri, ese programa “positivo” que Trump y Musk le pidieron prestado a Milei consiste en lo siguiente: “Destrabar la economía y restaurar el valor de la ciudadanía, pero el principal impulso estratégico es un esfuerzo por domesticar al Leviatán, es decir, reducir la brecha democrática entre el gobierno moderno y el público”.
En otras palabras, la gran “novedad” del segundo gobierno de Trump es la de pretender desregular la economía para romper la gran brecha que existe entre los políticos y la gente. O sea, la lucha frontal contra las corporaciones y la lógica corporativa. Como ya hemos definido tantas veces, una institución se convierte en corporación cuando se encierra, se aísla, se separa del resto de la comunidad y aplica la lógica corporativa que consiste en defender sólo los intereses de los miembros de la organización y olvidarse absolutamente del papel que la sociedad le asignó para servirla en determinados objetivos de bien común. La corporación no sirve a la sociedad, se sirve de ella.
Se trata, es cierto, de un buen diagnóstico, porque así como sabemos que la Argentina corporativa se vino imponiendo cada vez más hasta alcanzar su furor total con el kirchnerismo, que fue y sigue siendo su representante cabal, en Estados Unidos hace muchas décadas que las elites gobernantes, demócratas y republicanas por igual, se vienen separando de la gente común. Lo que pasa es que el estallido ha ocurrido ahora, pero el mal es de hace muchos, muchos años en ambos países. Y no sólo en ellos dos.
Y se trata también, de una buena elección, porque el único que lleva años preparando un plan de gobierno desregulador es Federico Sturzenegger, que se lo ofreció llave en mano a Milei, que no tenía ningún plan propio salvo realizar el gran ajuste que realizó. El 90% de la ley bases y del decreto ómnibus son una copia literal de las propuestas de Sturzenegger. Y cuando Milei dice que aún le quedan tres mil reformas por realizar, en su enorme mayoría, son las que fue preparando Sturzenegger.
Y así como Milei le “compró” el plan integral a Sturzenegger, ahora Trump a través de Musk le quiere comprar a Milei un plan parecido. Y justo, es reconocerlo, esa es la parte más liberal en el sentido auténtico y profundo y valioso de la palabra “liberal”, dentro del gobierno de Milei. La diferencia es que su ministro ejecutor argentino parece bastante menos populista que su ministro ejecutor yanqui, ya que Sturzenegger es un demócrata que quiere reparar, mejorar las instituciones que se aislaron de la sociedad y fueron ocupadas por la casta, mientras que Musk posee intenciones menos sanctas que tienen que ver con su deseo de dominio imperial del mundo a través de sus tecnologías y sus empresas. Pero eso es tema de otra nota. Lo importante es que si copia el plan desregulador argentino, eso será algo para valorar en el gobierno trumpista.
Y Gurri, así como pronosticó la aparición de Trump antes de que nadie se lo imaginara, quizá tenga otra vez razón en que el nuevo Trump será otro por la avanzada que de sus ideas está realizando Milei. Y aunque no nombre a Sturzenegger, toda la gran propuesta de gobierno que Gurri piensa que Trump debería realizar, se está refiriendo a lo que hace y propone el ministro argentino. Bajo el liderazgo de Milei, lógico, no minimicemos la importancia de la conducción política sin la cual la técnica no podría concretarse.
Los que sí parecen haberse dado cuenta de la ascendencia conceptual de la dupla Milei-Sturzenegger sobre la dupla Trump-Musk son los del Fondo Monetario Internacional que acaban de invitar al ministro desregulador argentino a integrar el flamante “Consejo Asesor sobre Emprendimiento y Crecimiento” para que vuelque su experiencia en reforma del estado. Una forma de quedar bien con Milei para así quedar bien con Trump, ahora que este tipo de políticos están de moda.
En síntesis, aunque aún no sea tan conocido fuera del país, está apareciendo en el firmamento internacional un nuevo político argentino superstar, Federico Sturzenegger, la cara más liberal y menos populista de Milei. Quien ofrece santos remedios que sin duda le vendrían muy bien a Trump y Musk para frenar sus ínfulas autoritarias. Menos mal, además, que -al menos por ahora- estamos exportando los Sturzenegger y no los Santiago Caputo, cara y contracara de un mismo Milei. Lo mejor y lo peor. Aunque, lamentablemente, el hombre del “triángulo de hierro” es más parecido a Trump que Sturzenegger, porque Caputito quiere que Milei sea un emperador romano más que un reformador liberal. Y Trump quiere lo mismo de sí mismo, contando a su favor con respecto al émulo argentino, que dirige de “endeveras” el nuevo imperio romano de Occidente.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar
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