Similitudes epidémicas

La lupa se debe colocar en los dirigentes de antaño, hombres que a pesar de sus errores jamás desdeñaron el esfuerzo y para quienes el mérito merecía recompensa, a diferencia del actual presidente.

Similitudes epidémicas
“Escasean las cabezas”.

Para incentivar el consumo en medio de la actual crisis económica, el presidente Alberto Fernández anunció con orgullo haber extendido “Ahora 12” a las peluquerías.

Más allá de lo que parece ser una verdadera “tomada de pelo”, esta determinación dejó en evidencia las dificultades que atraviesa dicho sector para atraer clientes.

Ojeando antiguas páginas de Los Andes encontramos una situación comparable, sucedida a finales del siglo XIX.

Bajo el titular “Escasean las cabezas” leemos en el ejemplar del sábado 22 de enero de 1887:

“Ayer conversábamos con un propietario de una peluquería de la calle San Martín, acerca de la paralización que viene sufriendo el comercio y las industrias, con motivo de la epidemia que nos ha visitado últimamente. Todos podrán quejarse nos decía el peluquero, de que les vaya mal en sus negocios, pero ninguno como nosotros que casi no nos han quedado cabezas que pelar ni barbas que afeitar. Yo no más, decía (…) tenía más de cien parroquianos de la parte Este de la ciudad que venían a hacerse rabonear las pelusas en mi peluquería cada seis días y ahora son marchantes que yacen en el cementerio”.

Además de la crisis económica que generó una enfermedad masiva, Los Andes resaltó el accionar del gobierno a la hora de cobrar impuestos, tan asfixiantes como en la actualidad: “Es peluquería dice el Fisco, y hayan o no hayan cabezas que pelar, la patente ha de ser la misma. Lo mismo podrá decirse de los confiteros o abastecedores de carne, que ni uno ni otro venden carne ni macitas por falta de dientes. Con todo, la patente de puesto de carne y la Confitería, será también la misma”.

Si bien no existían restricciones para desempeñarse laboralmente, gran parte de la población decidió quedarse en casa por temor.

Ese mismo día otro texto del diario señala:

“Ahora con la cuestión de que se les ha metido entre ceja y ceja a la gente del pueblo y de la campaña de que es dañoso trabajar en tiempos de epidemia de cólera, nadie quiere ocuparse de nada, concentrándose únicamente a vivir en sus casas, rascándose la cabeza y alimentándose a pan y agua. La persona que busca ahora un peón o una cocinera para el servicio, no lo encuentra por ninguna plata. Esto está sucediendo tanto en la Campaña como en la ciudad”.

Dicha situación era esperable ante el recelo que generó la gran cantidad de muertes.

A diario, se publicaba el número de fallecidos con nombre, apellido, edad y nacionalidad. En una oportunidad llegaron a contabilizarse cincuenta durante la misma jornada, sólo nuestra capital. Tengamos en cuenta que se trataba de una población muchísimo menor a la actual y que también fue un duro golpe el conocer la existencia de fosas comunes.

Para finalizar podemos decir que ante estos escenarios es clave observar el desenvolvimiento posterior, teniendo en cuenta que pocos años más tarde nuestro país se distinguió como una de las economías más pujantes del mundo.

La lupa se debe colocar en los dirigentes de entonces, hombres que a pesar de sus errores jamás desdeñaron el esfuerzo y para quienes el mérito merecía recompensa, a diferencia del actual presidente. Algo totalmente comprensible, pues no hay evidencias alguna de que llegase mérito al sillón de Rivadavia, sino más bien por “fortuna” en el sentido maquiavélico de la palabra.

*La autora es Historiadora.

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