Los ejemplos sobran. Los argentinos, como sociedad y con numerosas excepciones individuales, vivimos al límite, siempre al filo de la legalidad. En ese caldo cultural, entonces, la política no puede ser la excepción. Es más, la mayor parte de las veces, refuerza, cuando no guía, esa tendencia.
El caso más reciente lo reflejan las listas presentadas por las principales fuerzas de Mendoza y por algunas de las que aspiran a ser el tercero en discordia. Las colectoras del Frente de Todos, Compromiso Federal y Vamos Mendocinos están en esa zona gris. La precandidatura del gobernador Rodolfo Suárez a senador nacional suplente bordea los mismos márgenes.
Como ocurre ante este tipo de situaciones todo depende del lado de la biblioteca jurídica en que nos ubiquemos o del color de la camiseta política con que nos vistamos. Todos parecen tener su porción de razón. Pero el asunto es esa genética que nos transforma en meros leguleyos.
Según cuentan, las PASO nacieron una madrugada de furia del expresidente Néstor Kirchner por la derrota en las legislativas de 2009 ante el empresario Francisco De Narváez. El “invento” fue limitar los aportes privados a las campañas y dirimir las internas en forma conjunta y con voto obligatorio. Se suponía una forma de no volver a perder. Quizás ese pecado original provocó que, en adelante, todos se dedicaran a burlarlas.
En esa línea, el objetivo de las listas “colectoras” parece ser más confundir a los votantes y solucionar rencillas de barrio. Si todos suman para los mismos candidatos, ¿cuál es la interna? Además, están prohibidas por un decreto del expresidente Mauricio Macri, de abril de 2019.
La Constitución de Mendoza, que prohíbe reelecciones y evita feudos, también prohíbe la elección como senador del gobernador en ejercicio, incluso hasta un año después de dejar el cargo. No hay lugar a dudas.
Resolver estas cuestiones quedó en manos de un juez federal procesado bajo la sospecha de que lideraba una banda que cobraba coimas a cambio de beneficios judiciales.
El destino de este juez se juega en las aguas de la política: en el Consejo de la Magistratura, integrado, entre otros, por seis legisladores nacionales también se fuerzan los límites.
Esa es la Argentina para la que el futuro queda a dos años. Todo se limita a ganar una elección.
Es la Argentina siempre en “reconstrucción”, como dice el eslogan de este Gobierno, o en “refundación”, como se propusieron otros.
Cada dos años ese país se resetea para volver a empezar. Asi, vivimos en el pasado. Con discursos con olor a naftalina, de un mundo que sólo existe en la mentalidad anacrónica de la porción más exitosa de nuestra clase dirigente para la que todo se resume en tener el poder.
Hay otra Argentina. Casi dos minutos duraron los aplausos para Luis Scola cuando dejó la cancha en los Juegos Olímpicos de Tokio y cerró 22 años como jugador de la generación más exitosa del básquet argentino. La judoca Paula Pareto, que no pudo defender el Oro de Río 2016, se retiró con el reconocimiento de los atletas en la Villa Olímpica y fue recibida con admiración por sus compañeros del hospital donde realiza la residencia médica en traumatología.
Hay más. Las lágrimas de Las Leonas, tras quedarse con la medalla de Plata, que sumaron a otras cuatro preseas para el hockey femenino en seis juegos, desde Sydney 2000. La emoción de los “pibes” del voley que llegaron al Bronce 33 años después de aquellos que dieron las primeras señales de excelencia en este deporte. Los “chetos” del rugby que sostienen a nuestro país en la élite mundial y trajeron su propio Bronce.
Scola y Pareto son el talento y el espíritu de competencia leal. Pero también conducta y esfuerzo.
Scola, por caso, hace algunos años cambió la forma de alimentarse y entrenar para estirar su vida útil como jugador. Asi se transformó en referencia obligada para la nueva generación de jugadores.
Las Leonas, la selección de voley y el seven pumita son el fruto de seguir un proyecto más allá de problemas, caídas y eventuales triunfos. De construir procesos deportivos a base de planes de desarrollo, de aplicar la ciencia y de sudar la voluntad.
Los valores de esa otra Argentina que nos empeñamos en boicotear. Un país que no se resuelve en dos años.