Empresarios, productores, emprendedores y toda persona que esté pensando en invertir, se encuentra siempre con el mismo problema en Argentina: la falta de previsibilidad. Lo plantea Raúl Giordano, presidente de Cafim, en la entrevista que se publica con esta edición de Fincas (página 3), pero lo repiten al unísono referentes de toda clase de actividades. No hay certezas a futuro.
El problema va mucho más allá de las semanas de tensión que se vivieron durante las negociaciones con el FMI. Si bien ése fue un factor determinante, quizás el más relevante de los últimos meses, no es menos importante lo que ocurra con el dólar (esta semana el blue rompió récords todos los días), la inflación, las tasas de interés y el marco jurídico en el país, entre muchos otros puntos.
El problema es que en ese contexto no se invierte, o se invierte poco. Es tan alto el riesgo de usar el dinero que, a aquellos que se animan a hacerlo, son considerados “intrépidos”, “arriesgados” o hasta “locos”.
En el agro, la falta de inversiones tiene múltiples consecuencias negativas. Están los productores chicos, que dejan de hacer las laborales culturales básicas (muchas veces por falta de financiamiento), y están los grandes, que dejan de invertir en tecnificación o abandonan proyectos que esperaban a ser ejecutados. De cualquier forma, se trata de un cepo al desarrollo económico. Deja de generarse empleo, se pierde competitividad, se renuncia a la calidad y se pierden negocios.
Por eso es esencial que el Gobierno nacional empiece a dar señales claras de cuál es el rumbo económico y ofrezca garantías de estabilidad a futuro. De nada sirve invertir millones de pesos en maquinaria si el riesgo de no poder pagarla es enorme.
Pasa incluso con la mano de obra. Las empresas hoy no se animan a contratar personal porque saben que en cualquier pueden aparecer medidas como la de la “doble indemnización”. Al mismo tiempo, muchas empresas extranjeras evalúan invertir en el país, pero deciden no hacerlo por que luego no pueden girar sus utilidades al exterior.
El punto es ése. Problemas económicos hay y seguirá habiendo, pero eso no significa que no se puedan dar ciertas garantías mínimas que permitan al agro, y al resto de las actividades, poder hacer una inversión sin que les tiemble la mano.