El interrogante que titula esta nota surgió de una conversación con la politóloga Adriana Vaccaro sobre cómo ministros y secretarios de Estado, aguantan cualquier destrato del presidente -como sucedía con Néstor Kirchner–: “algunos confunden acceder a un ministerio con obtener un trabajo o un empleo”, sostuvo ella. Al que escribe, le pareció que su respuesta daba un tema para estas columnas.
En ese período de nuestra historia, que Federico Pinedo definió en su libro de 1946 como “En Tiempos de la República”, alcanzar la jerarquía ministerial no era para todos los que participaban de la política nacional; se decía que había una jerarquía de “ministeriables”. Eso significaba que una larga permanencia en el Congreso o el paso por una gobernación no era credencial suficiente para integrar un gabinete. Menos punteros del conurbano bonaerense, como tanto se vio en los últimos veinte años.
Los hubo muy acreditados, algunos de esos ministros fueron presidentes o vicepresidentes, otros, candidatos a esas dignidades. Del gabinete de Roca se dijo que estaba integrado por presidentes; también el de Marcelo Torcuato de Alvear mereció ese calificativo.
En los regímenes parlamentarios como el del Reino Unido, el Reino de España o la República Alemana o semi parlamentarios como el de la quinta república francesa los ministros deben ser diputados, un requisito que contribuye a mejorar la calidad de los parlamentos.
Personalidades como Rufino de Elizalde, Guillermo Rawson, Vélez Sarsfield, Bernardo de Yrigoyen, Nicolás Avellaneda, Adolfo Alsina, Lucas González, Julio Roca, Victorino de la Plaza, Sarmiento, Manuel Quintana, Saénz Peña, Evaristo Uriburu, Carlos Pellegrini, Joaquín V González, Emilio Civit, entre otros, fueron ministros. Incluso Sarmiento y Roca asumieron el ministerio del Interior después de ser presidentes.
No fue así en las dos presidencias de Yrigoyen, salvo algunas excepciones, sus gabinetes no contaron con personalidades destacadas. Fue una diferencia marcada con su sucesor Alvear. El presidente Agustín P. Justo contó con figuras notables en su elenco ministerial como Antonio de Tomaso, Federico Pinedo o Carlos Saavedra Lamas, el primer premio Nobel argentino.
El gobierno del general Perón tuvo algunos ministros prestigiosos en su primera presidencia: Atilio Bramuglia fue un excelente canciller, pero a medida que su esposa Eva Duarte ganaba influencia los mejores se alejaban. También hubo ministros que dejaron el gobierno cuando algunas decisiones, como el conflicto con la iglesia católica, afectaban sus convicciones. Fueron los casos de Ramón Carrillo y Antonio Cafiero.
El presidente Arturo Frondizi no tuvo problemas en incorporar personalidades destacadas provenientes de otras fuerzas políticas. Diógenes Taboada, ministro de Roberto Ortiz ocupó la cartera del Interior. Álvaro Alsogaray y luego Roberto Alemann fueron ministros de Economía. Miguel Ángel Cárcano, ex ministro del general Justo, fue canciller como su antecesor Adolfo Mugica diputado nacional Demócrata Nacional antes de 1943 y el demócrata sanjuanino Alberto Constantini en obras públicas.
El presidente Arturo Illia tuvo un gabinete de partido con equilibrio de sus sectores internos. La figura más importante fue su canciller Zavala Ortiz reconocido por su éxito diplomático en las Naciones Unidas en la cuestión Malvinas. Su primer ministro de Hacienda, Eugenio Blanco, era una personalidad extrapartidaria.
En tiempos más recientes fue Gustavo Béliz el que mostró ejemplaridad al renunciar, cuando las orientaciones del presidente no coincidían con sus creencias sobre las políticas públicas, en las tres oportunidades en que integró un gabinete dando un ejemplo a los mediocres que se aferran a los cargos renunciando a principios, ideas, ética.
Ramón Cárcano decía que era bueno alejarse cada tanto de los cargos para recuperar el contacto con la realidad cotidiana y recuperar ingresos. Claro, ahora algunos llegan a la política para mejorar su nivel de vida e incluso enriquecerse, por eso se aferran a los cargos.
Federico Pinedo, ministro del genera Justo entre el 24 de agosto de 1933 al 30 de diciembre de 1935 y de Ramón Castillo durante poco más de cuatro meses entre 1940 y el 16 de enero de 1941 y unas tres semanas en la presidencia de José María Guido afirmaba; “Siempre he creído que el desempeño de la función ministerial implica no sólo la obligación de cuidar una determinada rama de la administración pública, sino el privilegio y la responsabilidad de tener participación en la decisión de los problemas generales de gobierno”.
Imagínense que me hubieran dicho a mí en el momento en que he sido ministro, que voy a ver al presidente y me contestan ‘no tiene audiencia’. ¿No tiene audiencia?,¡que supriman todas las otras! Porque un miembro del gobierno tiene acceso. ¿Qué diría de ministros que no le atienden el teléfono o los echa un estúpido que escribe pavadas en las redes?
Pinedo en dos ocasiones renunció por temas ajenos a su desempeño en Economía. En 1941 porque el presidente Castillo no avaló sus gestiones con Alvear para un acuerdo que concluiría con el fraude. En 1962 por el cierre del Congreso; “No seré ministro de un gobierno sin Congreso”, le advirtió al presidente Guido al asumir.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.