Escuchamos a dos personas que juzgan el accionar de aspirantes a desempeñar determinadas funciones; no se definían por ninguno y, para justificar su opinión, los caracterizaron diciendo “son de la misma madera, no puedo confiar en ellos”. ¿Qué connotación encierra esa expresión, como juicio de valor?
Al buscar el vocablo ‘madera’, como nos sucede siempre, encontramos en primer lugar el significado denotativo: “Parte sólida de los árboles cubierta por la corteza”: “Ese árbol da un tipo de madera buscada por los carpinteros”. A continuación, se nos brinda una serie de valores connotativos, por encerrar sentidos figurados y sociales, al aplicarse a determinado tipo de disciplina o de actividad. De este modo, coloquialmente y no en sentido recto, la acepción nos dice “aliento o disposición natural de las personas para determinada actividad”: “Le va a ir muy bien en esa carrera porque tiene buena madera”. En el ámbito del golf, se llama ‘madera’ al palo de cabeza de esta materia, utilizado para golpes muy potentes: “Es sumamente hábil, en jugadas riesgosas, para usar la madera estratégicamente”. Por su parte, en música hablar de “maderas” significa mencionar el “conjunto de instrumentos de viento de una orquesta hechos originariamente de madera”: “Se escuchaba desapacible el sonido de las maderas”.
Otro uso de tipo social es ‘aguar la madera’ que, entre madereros, significa echarla al río para que sea transportada por la corriente.
Coloquialmente, se usa ‘descubrir (alguien) la madera’, que equivale a ‘descubrir la hilaza/hilacha’, con el valor de “dejar ver sus intenciones o defectos”: “En un rato, descubrí la madera de ese personaje”. En cambio, ‘no holgar la madera’ significa “trabajar incesantemente”: “Es incansable, nunca huelga la madera”. Lo contrario se expresa si usamos ‘ser alguien de mala madera” o su variante ‘tener alguien mala madera’ porque es igual a decir que rehúsa el trabajo, que es perezoso o de condición aviesa; es sinónimo también de ‘pesar la madera’: “No hay modo de interesarlo en esta tarea porque es de mala madera”.
Cuando en una persona es evidente la herencia recibida, en cuanto a inclinaciones y modos de actuar, se usa ‘saber alguien a la madera’, que indica que se poseen las mismas condiciones que sus ancestros: “Nada ha cambiado por años pues las distintas generaciones saben a la madera”; parecido resulta ‘ser de la misma madera’, que señala que una persona es de la misma índole que otra: “En ese rubro, son todos de la misma madera”.
Muchas veces, ante un eventual perjuicio o mal, escuchamos decir “toco madera”: esta locución coloquial se usa para alejar un daño que se considera posible.
Afín a ‘madera’ nos resulta ‘vara’ que, como palo largo y delgado, se usa con valor connotativo en diferentes locuciones: ‘dar la vara a alguien’, equivalente a ‘dar la lata’, significa que se lo molesta, importuna, aburre o fastidia con cosas inadecuadas o con exigencias continuas: “¡Que no le dé la vara, por favor! ¡Hágalo callar!”.
Graciosa resulta la expresión utilizada en Cuba ‘vara de tumbar gatos’, como manera de aludir en forma burlona a una persona muy alta y delgada: “Su figura era caricaturesca, una vara de tumbar gatos”. También en Cuba encontramos ‘tener alguien tres varas de hambre’, como locución coloquial que señala a quien económicamente se encuentra en pésima situación: “Hay más de uno que tiene tres varas de hambre, por la falta de trabajo”.
En el ámbito de la justicia, se escucha, respecto de quien juzga, la locución verbal ‘doblar la vara de la justicia’, para aludir a que se inclina injustamente en favor de alguien: “No hay ecuanimidad porque la corrupción hace que se doble la vara de la justicia”.
Pero debemos pensar que ‘vara’, además del significado básico, es también una medida de longitud que se usaba en distintas regiones de España, con valores diferentes, que oscilaban entre 768 y 912 mm. A ello apunta la paremia “Con la vara que midáis, seréis medidos” y su forma abreviada “Medir con la misma vara”. El Centro Virtual Cervantes, en su Refranero multilingüe, nos dice que esa paremia recomienda tratar a los demás como nos gustaría que hicieran con nosotros. Es de fuente bíblica, porque pertenece a San Marcos, 4,24 o a San Mateo, 7, 1. La forma latina era “In qua mensura mensi fueritis, remetietur vobis”.
Aplicación de esta paremia en que se pregona la justicia resulta la que dice “A villano, con vara de avellano”. Las varas de avellano son extremadamente duras, por lo cual un castigo con ellas resulta muy doloroso. Por ello y considerando la maldad del castigado, se sugiere la paliza con este instrumento extremo.
Y si hablamos de madera y de varas, cerraremos refiriéndonos a los palos. Un ‘palo’, “pieza de madera u otro material, mucho más larga que gruesa, generalmente cilíndrica y fácil de manejar”, puede también designar varios referentes: el mango de algunos utensilios, como ‘palo de escoba’; la parte sólida de los árboles, como sinónimo de madera; distintos tipos de madera, como ‘palo de rosa’; cada una de las cuatro series en que se divide la baraja de cartas; en el fútbol, el golpe de balón contra el marco de la portería. Connotativamente, puede indicar daño o perjuicio, robo o atraco; en Argentina y Uruguay, el pedazo del tronco de la rama que, en la yerba mate, se mezcla con la yerba triturada.
Nos quedamos con dos locuciones: ‘Cada palo que aguante su vela” es una expresión que indica que cada uno debe cargar con las consecuencias derivadas de sus actos. Y, finalmente, ‘caérsele a alguien los palos del sombrajo’, que en forma coloquial indica “abatirse, desanimarse”.
Por fin, en relación con este vocablo, se da ‘paliza’ que no solo es la “serie de golpes dados con un palo”, sino que también puede indicar un esfuerzo agotador o una derrota amplia que alguien inflige o padece en una disputa, enfrentamiento, juego, competencia, etc.: “El resultado del partido fue tremenda paliza para el equipo visitante”.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.