Esta semana me preguntaron qué les pediría a los candidatos respecto de la educación en este tiempo de campaña. Sin dudar, respondí, que cuando sean gobierno visiten escuelas todas las semanas. No para hacer política partidaria, por supuesto. Este llamado es para el futuro presidente, vicepresidente y ministros de todas las áreas (y no solo para los de educación); lo mismo que para legisladores; gobernadores e intendentes. Pero que no vayan para inaugurar obras (que muchas veces ya fueron inauguradas) o para estar en actos organizados y montados para ellos, donde están en un estrado lejísimos de alumnos y docentes.
Les pediría, que visiten semanalmente escuelas casi de incógnito, que se sienten en las sillitas de jardín y participen de una clase o de la asamblea de entrada. Que estén en cuarto de primaria donde hoy, en general, la mitad de los chicos y chicas no puede leer bien en voz alta o no comprenden el texto que leen. Datos recientes del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), indican que el 46% de los alumnos argentinos de 3er grado no alcanzan el nivel mínimo de lectura.
Les pediría que entren a un salón de secundaria donde, en muchísimas escuelas, solo tres chicos al frente siguen la clase de matemática y el resto está al fondo esperando que pase la hora. En Argentina, el pasado año el Ministerio de Educación de la Nación dio a conocer los resultados de las pruebas Aprender 2021, donde en Matemática, solo el 22,1% alcanza el nivel básico, mientras que el 23,1% está en un nivel por debajo del básico. Esto significa 3,5 puntos porcentuales más de estudiantes que se ubican en la categoría más baja de desempeño en relación con los resultados arrojados por el mismo estudio en 2018.
Les suplicaría que se sienten a conversar con las familias en la puerta de la escuela, que escuchen sus pesares y sus pedidos para que sus hijos, -que ya están en tercero-, logren aprender a leer. Pero, además, les imploraría que pidan permiso para ir al baño o se sienten en el comedor a tomar la copa de leche o el almuerzo y que compartan lo que viven las comunidades educativas a diario.
Ojos que no ven, corazón que no siente, decía mi abuela. Y estoy convencida que es así. Mientras los funcionarios de todos los gobiernos, de todos los rincones del Estado y de todos los colores políticos, no se acerquen cotidianamente a vivir lo que vive una escuela, no tendremos posibilidad de mejora. Porque, tristemente o no, son ellos los que pueden ´torcer´ hacia dónde van los fondos. Son ellos quienes tendrán en sus manos la posibilidad de decidir sobre las vidas de millones de alumnos. Son ellos, también, quienes les pueden devolver el derecho más fundamental que les ha sido arrebatado: el derecho a una educación que les permita desarrollarse y desplegarse, comenzando por la posibilidad de saber leer y escribir.
¿Cuál es el futuro de la alfabetización y cómo vamos a lograr que el cien por ciento de los alumnos aprenda a leer, comprender y escribir en tiempo y forma? Según datos del Observatorio Argentinos por la Educación, en Argentina, solo 16 de cada 100 alumnos terminan la secundaria en el tiempo esperado (12 años) y con los saberes mínimos de Lengua y Matemática.
Necesitamos que los candidatos se involucren y entiendan el drama de una nación que no está alfabetizada y que comprendan que lo que hicimos en los últimos 20 años para enseñar a leer y a escribir solo funcionó para menos de la mitad del estudiantado. Esta misma crisis se ha vivido en otros países y buscan caminos para salir adelante. Es interesante tomar como ejemplo lo que ocurre en Estados Unidos. Luego de acalorados debates, los distintos estados están proclamando leyes sobre qué programas pueden usar las escuelas para enseñar a leer y cuáles no. Varios estados, entonces, han comenzado a implementar programas de enseñanza en comprensión lectora y escritura, “basados en evidencia científica”, en estudios, en el seguimiento de los programas con análisis de resultados. Para ello los docentes tienen que pasar por horas de actualización para comprender lo que los neurocientíficos han descubierto en los últimos años y para conocer los caminos para enseñar lo que se conoce como “lectura hábil”.
Si queremos volver a ser una nación alfabetizada, necesitamos más que expresiones de deseo. Necesitamos que los candidatos se involucren poniendo el cuerpo, conozcan de cerca la realidad diaria de las escuelas de todo el país, y empiecen a hablar de herramientas concretas y probadas científicamente. Señores candidatos, vengan a la escuela. Los docentes, y principalmente los alumnos, los necesitan.
*La autora es profesora, investigadora y escritora especializada en Educación. Directora de Educere ONG