Varios días a la semana, al mediodía, veo pasar frente a mi casa en Potomac, Maryland a un vecino trotando como ejercicio físico, o bien paseando a un bebé en su carrito. Esto hubiera sido bastante extraño algunos años atrás porque mi vecino es abogado y trabaja en un estudio junto a otros profesionales cumpliendo la rutina de muchos en condición similar: una oficina, horario desde la mañana hasta la tarde, a veces la noche, reuniones con colegas, audiencias en los juzgados, etc.
Sin embargo, desde marzo de 2020 sus obligaciones laborales cambiaron, como ocurrió con millones de personas en todo el mundo. Casi de un día para otro debió aislarse en su casa, sin poder movilizarse sino para los aspectos básicos de la vida como comprar sus alimentos o remedios y cancelar todas las salidas sociales, familiares o de trabajo. Pero también muy pronto comenzó a comunicarse con su oficina, colegas, clientes, proveedores y amigos a través de los medios que brinda el mundo moderno, especialmente vía internet y plataformas sociales o de teleconferencias.
Esta es una descripción simplificada de lo que muchos hemos vivido, de una manera u otra.
Y el mundo, tal como lo conocíamos hasta ese momento -primeros meses de 2020- cambió dramáticamente. En especial hubo transformaciones impensadas en los ámbitos laborales que posiblemente llegaron para quedarse, o al menos para alterar definitivamente la manera en que funcionan los mercados de trabajo.
En los veinte meses que han transcurrido desde entonces ocurrieron hechos muy significativos. Por ejemplo, muchas empresas, especialmente pequeñas y medianas, tuvieron que cerrar definitivamente, mientras que otras se transformaron de maneras que nadie imaginaba y menos aún sus dueños o empleados. La tasa de desempleo en todo el mundo subió a porcentajes altísimos de la población activa. Los gobiernos en todo el mundo diseñaron mecanismos de transferencias de ingresos para permitir un mínimo de consumo básico a grandes sectores de la población. Y la gente volvió a tener una vida familiar que había desaparecido.
Aunque lentamente en la actualidad hay un retorno a la normalidad, pero aparecen fenómenos que no se habían conocido en las economías de muchos países, tanto desarrollados como emergentes. En los Estados Unidos existe el seguro de desempleo, un sistema de protección al ingreso por tiempo limitado que administra el gobierno federal y los gobiernos de los Estados. Un par de meses atrás, por ejemplo, ocurrió que simultáneamente bajó la tasa de desempleo y aumentó el número de solicitudes del seguro de desempleo. Una contradicción que inicialmente no tenía explicación lógica. La paradoja luego se explicó en el sentido de que muchos trabajadores no estaban buscando empleo (por lo tanto había una baja en el índice de desempleo, según la metodología estadística que se utiliza), pero al mismo tiempo muchas personas solicitaban compensaciones del seguro mientras se entrenaban en nuevas capacidades y conocimientos que posteriormente les permitirá obtener mejores ocupaciones y mayores ingresos.
Otro fenómeno que se observa es que mucha gente prefiere no reintegrarse a sus antiguos empleos, especialmente si ello implica volver obligatoriamente a las oficinas y a trabajos presenciales. Hay una marcada preferencia a trabajar a la distancia, en-línea, desde el hogar con mayor flexibilidad de horarios, aún si eso significa menores ingresos monetarios. Para muchas empresas y empleadores tanto del sector privado como público, el regreso a las condiciones laborales del pasado, apenas de dos años atrás, está siendo un dolor de cabeza. Y para los supervisores, gerentes o coordinadores de equipos de trabajo se plantean nuevas demandas de habilidades gerenciales a las que no estaban acostumbrados ni entrenados para cumplirlas.
Por supuesto, nadie cree que los cambios sean absolutos ni inmediatos, pero la tendencia parece estar ya definida.
*El autor es consultor mendocinos radicado en Maryland, Estados Unidos.