Sangre de horchata

El Refranero multilingüe nos dice “La sangre sin fuego hierve”, que pondera la fuerza de los vínculos de sangre. También señala la fuerza de las pasiones, sobre todo juveniles.

Sangre de horchata
Luna de sangre secuancia entra las 23:00 hs y las 24 hs foto Javier Ferreyra 15 mayo 2022

Resulta innecesario definir qué significa “sangre” ya que se trata de un vocablo de uso común, pero sí es interesante explicar cómo integra diversas locuciones y expresiones cotidianas, con valores y connotaciones diversas. Estamos leyendo una noticia acerca de un crimen y, en la narración, se dice que el asesino actuó “a sangre fría”; con esta locución adverbial, se quiere expresar que, una vez pasado el arrebato de la cólera, el sujeto procedió con premeditación y cálculo: “Impresionó a todos porque había obrado a sangre fría”. Si se toma sola la expresión “sangre fría”, se alude a la serenidad y tranquilidad del ánimo, que no se conmueve o se afecta fácilmente.

También, esa inalterabilidad queda de manifiesto en dos expresiones de uso cotidiano: “sangre de horchata” y “sangre de atole”, formas coloquiales que describen un carácter calmoso que no se altera por nada. Este valor proviene de una de las acepciones del sustantivo “sangre”: “Condición o carácter de una persona”. Se vincula a ella la locución coloquial “tener de chinches la sangre”, que señala que alguien es sumamente pesado y molesto. En este sentido, surgen otras frases como “sangre pesada”, “sangre ligera” y “sangre en el ojo”. Con la primera, se alude al carácter antipático de alguien; a la inversa, la segunda hace referencia al carácter simpático, mientras que la última indica resentimiento y deseo de venganza: “Rencoroso, Matías se había quedado con la sangre en el ojo”. Sin embargo, esta última frase puede tener también connotación positiva cuando se refiere a la honra y valor para cumplir las obligaciones: “A pesar de la situación adversa, primó su sentido del deber y la sangre en el ojo lo llevó a concluir la empresa comenzada”.

Otra acepción de “sangre” es la que la hace equivalente a “linaje o parentesco”; ella explica que “buena sangre” signifique la condición benigna y noble de una persona, a la inversa de “mala sangre” (también “malasangre”), que alude al carácter avieso o vengativo de alguien. Asimismo, hablar de “sangre azul” es hacer referencia al linaje noble: “Todos ellos provienen de casas reales, son de sangre azul”.

Los diferentes modos de actuar quedan descriptos en frases varias: “A sangre caliente”, al contrario de “a sangre fría”, se dice de una conducta movida por la cólera o el deseo de venganza, en forma arrebatada. También se advierte la violencia en la locución adverbial “a sangre y fuego”, que señala que se procede con absoluto rigor, sin dar tregua, destruyéndolo todo, violentamente: “Fue una época dura, en que el ejército procedió a sangre y fuego”. En cambio, cuando se emplea la locución “a primera sangre” para atribuirla a un desafío, se quiere dar a entender que este ha de cesar de inmediato si uno de los contendientes está herido.

Cuando una persona pierde la serenidad, se irrita y monta en cólera, se dice que “se le subió la sangre a la cabeza”: “Tenga cuidado con ese hombre porque es arrebatado y, enseguida, se le sube la sangre a la cabeza”. A veces, una situación nos estresa en demasía o nos causa mucho susto o miedo: se dice, entonces, que “nos quedamos sin sangre”. Y, si nos disgustamos o enfadamos hasta perder la paciencia, diremos que “se nos pudrió la sangre” o que nos “quemó la sangre”.

Sentimiento negativo queda en evidencia en la locución “beber alguien la sangre a otra persona”, pues señala que se la odia y que existe el deseo de vengarse de ella. ¿Y cuándo nos “hierve/bulle la sangre”? Con esta locución, puede señalarse acaloramiento o apasionamiento, pero también que se posee el vigor o lozanía de la juventud: “Sentí que, por la rabia, me hervía la sangre” y “Te explicás su reacción porque, por sus pocos años, le hierve la sangre”. Hay algunas locuciones que nos transmiten sensaciones negativas; tal cosa sucede con “pudrírsele a alguien la sangre” o el equivalente, “quemarle la sangre”: las dos tienen el valor de “causarle disgusto o enfado a una persona hasta impacientarla o exasperarla”: “La había sacado de quicio Manuel y le respondió quemándole la sangre”.

Se suele escuchar la expresión “No llegó la sangre al río”; con ella se quiere significar que no se le concede importancia a algo en algún conflicto que podría haber terminado mal.

Viejos refranes dicen “Azote de madre ni rompe hueso ni saca sangre”: de manera práctica, se indica que el castigo que da una progenitora es eficiente, sin necesidad de infligir dolor por ser duro; “El buen amigo debe ser como la sangre: acude a la herida sin esperar que lo llamen”: se pondera la omnipresencia de la amistad que, para presentarse, no precisa de convocatoria alguna.

También, el Refranero multilingüe nos dice “La sangre sin fuego hierve”, que pondera la fuerza de los vínculos de sangre. También señala la fuerza de las pasiones sobre todo juveniles. Lo vemos en la Celestina, cuando dice “La sangre nueva poco calor ha menester para hervir”.

La familia de palabras de “sangre” no es demasiado amplia: en primer lugar, mencionamos “sangrar” que, aparte de los valores significativos relacionados con el líquido, posee otros: coloquialmente, es “hurtar de forma disimulada una parte de un todo”, como en “sangrar un costal de trigo”. En una edición impresa, “sangrar” es “empezar un renglón más adentro que los otros de la plana, como se hace con el primero de cada párrafo”. Existe también la locución “estar sangrando algo”, con el valor de “acabar de suceder”, como en “Todavía la noticia está sangrando”; también, “estar claro y patente”: “Sangra la novedad de la renuncia”.

Además, se da el adjetivo “sangriento” que, entre sus valores negativos, cuenta con “que se goza en derramar sangre”, como en “El sangriento Nerón”; por otro lado, “que causa efusión de sangre”, como en “guerra sangrienta”, y “que ofende gravemente”, como en “ofensa sangrienta”.

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