Rodolfo Biagi fue un gran músico y también un pianista singular.
Vivió 60 intensos años y, desde su niñez en San Telmo, teñidos de música.
Lo apodaron “Manos Brujas”.
Tenía sólo 13 años cuando debutó, amenizando la pantalla muda, de un cine de la calle Entre Ríos.
Lo acompañó otro pibe, un año menor que Biagi, empuñando con maestría el violín.
Ese otro jovencito se llamaba Elvino Vardaro.
Un famoso bandoneonista y director de orquesta, Juan Maglio (Pacho), el creador de “Sábado Inglés”, frecuentaba por razones de vecindad, ese cine.
Los oyó y quedó maravillado. Y contrató a los dos chicos para su conjunto, que debía actuar pocos meses después, en el famoso “Café Nacional”.
Rodolfo Biagi estaba iniciando ya y desde un primer nivel, su carrera de éxitos.
Muy joven aún, acompañó en varias grabaciones a Carlos Gardel, con los guitarristas de este y el violín de Antonio Rodio.
Pero Biagi quería ser el artífice de su destino: deseaba tener una orquesta propia.
Había actuado en la de Juan Canaro. Y luego, el penúltimo peldaño: 4 años con la orquesta de Juan D’Arienzo.
Y con este, amigo entrañable de Biagi, formaron una dupla recordable como la que formaron, D’Agostino con Vargas, por ejemplo.
En la época de 1935 al 38, en que estos dos grandes actuaban juntos, una música… extraña, ajena a nuestra idiosincrasia, la conga, estaba desplazando al tango de los salones bailables.
Y D’Arienzo, con Biagi con su piano de ritmo enérgico, casi frenético, y un poco cortado, lograron revitalizar al alicaído tango. Y núcleos de nuevos bailarines y algunos de los viejos, se sintieron nuevamente motivados.
Y llegó 1938. Biagi tenía 32 años.
Sintió llegado su momento. No lo conmovían los aplausos sino la música, -esa emoción… hecha idioma-. Formó su propia orquesta. Y debutó en una prestigiosa boite porteña: “Marabú”.
Y casi simultáneamente se incorporó a la programación de Radio Belgrano.
Agregó cantores de jerarquía, para los que fue un verdadero maestro. Pero sin alardear de tal. “Uno de esos maestros que enseñan… sin tomar examen”.
Les hacía observaciones, sí, pero con extrema delicadeza. Porque sabía que “para aprender mucho, se debe aprender… de a poco.
El mayor número de grabaciones las efectuó con el cantor Hugo Duval. Pero actuaron con Biagi Alberto Amor, Andrés Falgas y el querido Carlos Acuña.
Biaggi fue también compositor. Su composición más recordable fue la música de una milonga, “Campo Afuera” a la que Homero Manzi puso letra. Comenzaba así:
-”Ya sé que me has olvidado
Ya sé que te fuiste lejos
Ya se… que con mis consejos
No te voy a enderezar.
Ya se, que no hay más destino
Que abrir tooodas las tranqueras
Y galopar campo afuera
Para poder olvidar.”
Su interpretación más festejada fue un vals: “Lágrimas y Sonrisas”.
El día que Rodolfo Biagi debutó con sus tiernos 14 años en “El Nacional”, con la orquesta de Juan Maglio (Pacho), finalizaron la primera parte de su actuación, ejecutando precisamente “Lágrimas y Sonrisas”.
Llegado el intervalo. Biagi se sentó con otros músicos en una de las mesas, para descansar.
Un jovencito algo mayor que Biagi, de unos 17 años, se acercó a él y palmeándolo en el hombro le dijo:
-”Te felicito. Vas a ser un pianista famoso”. Y se retiró.
Biagi le agradeció el halago con una sonrisa. Pero el jovencito del cálido augurio, era un pianista de prestigio internacional, que estaba actuando en esa época en el Teatro Colón: era nada menos que el chileno Claudio Arrau.
Y un aforismo final para Rodolfo Biagi, que nació y vivió para la música.
Está impreso en las paginas del libro “O.”
“El músico no elige. Fue elegido”.