Al poco tiempo de asumir Adolfo Alsina como ministro de Guerra y Marina del presidente Avellaneda, presenta su plan de avance paulatino de la frontera sur con las tribus que controlaban gran parte del territorio nacional y cuyos malones entraban a pueblos y campos al norte de lo que hoy es la ruta nacional ocho.
La propuesta principal era una zanja para dificultar el arreo de los ganados saqueados por los caciques. La zanja estaría defendida por una línea de fortines unidos por un telégrafo. Cuando se poblaran las tierras aledañas se avanzaría a una nueva línea. La Zanja iría desde la costa de Buenos Aires hasta Italó. Por lo tanto, defendía los campos de Buenos Aires solamente.
Requerida la opinión del general Roca, este manifestó que al Río Negro no había que avanzar gradualmente sino con una operación de pinzas que abarcara toda la frontera, como planeó Rosas en 1832, pero que no fue completada en Córdoba y Cuyo. Agregaba que los territorios debían de ocuparse y poblarse lo antes posible, a diferencia de la campaña de Rosas que, concluida la acción punitiva, no se concretó la población del territorio.
Escribía Roca: “¡Qué disparate la zanja de Alsina! y Avellaneda lo deja hacer. Es lo que se le ocurre a un pueblo débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. Así pensaron los chinos y no se libraron por cierto de ser conquistados por un puñado de tártaros insignificante comparados con la población china”…
El 6 de julio de 1875, Roca fue nombrado por el ministro Alsina comandante general de las fronteras de Córdoba, San Luis y Mendoza. Roca ya había participado de la custodia de la frontera: después de las campañas contra Peñaloza fue destinado al Fuerte Nuevo, emplazado donde hoy se levanta la ciudad de General Alvear en el sur mendocino y participado en una campaña a la Pampa tras las órdenes del general Arredondo.
Una de las primeras medidas de Roca fue formar un escuadrón de caballería de Línea para proteger Bell Ville, que estaba siendo colonizado con la habilitación del ferrocarril de Rosario a Córdoba. También con el padre Donatti se interna en territorio indio para buscar tender puentes con algunas tribus. Avisa al gobierno de los movimientos que le hacen anticipar la “invasión grande” de 1875 que sólo en Tandil provocó 400 vecinos muertos, 500 cautivos y en toda la frontera el arreo de 300 mil cabezas de ganado.
En 1873 el ferrocarril llega desde Villa María a Río Cuarto y dos años después como comandante general de la Frontera recibe al presidente Avellaneda para inaugurar la prolongación de la línea hasta Villa Mercedes, entrando ya en territorio cuyano. El país se iba integrando con las comunicaciones y se acercaba a la frontera.
Emprende Roca, con una pequeña escolta, un viaje de exploración desde Villa Mercedes a San Rafael. En esta localidad, concibe una campaña desde Mendoza para resolver la cuestión de la frontera y acabar con los malones. El plan que propone es avanzar desde la frontera del Río Diamante, primero al Río Grande y desde allí hasta Neuquén para así asegurar las fronteras por “el hecho de interceptar y cortar para siempre el comercio ilícito que desde tiempo inmemorial hacen con las haciendas robadas por los indios las provincias del sur de Chile, Talca Maule, Linares, Nuble, Concepción, Arauco y Valdivia”.
Todos los años unas 40 mil cabezas eran comercializadas, con picos de 200 mil en los grandes malones. Por otra parte, en Neuquén los Pehuenches, que eran los intermediarios de este tráfico, admitían las veranadas de hacendados chilenos. Algunos de ellos, se iban instalando en forma permanente en Neuquén.
Escribía en su propuesta, Roca, que conocedores de la frontera le habían asegurado, que “algunos de los prohombres de aquél país, que tienen y han tenido grandes establecimientos de campo en aquellas provincias no ha sido extraños a este comercio y deben a él sus pingues fortunas”.
Roca sostenía que eliminado el tráfico con Chile las tribus de las Pampas perderían recursos y el aprovisionamiento desde Chile; también los refuerzos de tribus asentadas en la falda chilena de la cordillera para los malones. se verían obligados a buscar en las poblaciones argentinas sus abastecimientos entrando en tratos pacíficos.
Esta maniobra de cortar las comunicaciones con Chile a retaguardia llevaría a los caciques a buscar acuerdos con las autoridades para insertarse en la vida civilizada de los argentinos, como ya lo venían haciendo tribus neuquinas que trabajaban con los hacendados chilenos que traían sus rodeos a pastar en las veranadas de este lado de la cordillera.
Este plan muestra la capacidad militar y la amplitud de miras de Roca, en un tiempo en que figuras prominentes de la política de entonces, incluso militares, estaban convencidos que la solución del problema de la frontera demoraría siglos. Cuatro años después, como ministro de guerra demostró que tenía razón.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.