Cuando vamos desarrollando nuestra actividad diaria, usamos a veces una misma palabra, sin advertir cómo ella se adapta a situaciones diversas y va adquiriendo acepciones distintas.
Así, por ejemplo, ¡cuántas veces usamos en nuestro modo habitual de comunicarnos el vocablo “cuenta”! Esta palabra no solamente puede referirse a una operación aritmética o al depósito de dinero en una entidad financiera; también puede nombrar las bolitas que en un rosario señalan la cantidad de avemarías que se llevan rezadas, o nombrar, en un collar, cada una de las piezas ensartadas
Pero si dejamos de lado los valores materiales que puede entrañar una “cuenta”, podemos aludir a la obligación, cuidado o responsabilidad de una persona, cuando decimos, por ejemplo, que “algo corre por mi cuenta” o que determinado asunto “queda por cuenta de alguien”.
En sentido figurado, se habla de “cuentas alegres” o de “cuentas galanas” para mencionar aquellos cálculos lisonjeros y poco fundados.
Y si alguna persona no sabe realizar operaciones mentales y recurre a los dedos o a otro procedimiento similar para hacerlas, se habla de “la cuenta de la vieja”. Y cuando una cifra es excesiva, arbitraria y exorbitante, se emplea la expresión “las cuentas del Gran Capitán”.
Se registran, además, varias locuciones que poseen distintos valores significativos: por ejemplo, si se usa la locución “a cuenta de”, se habrá querido significar “en compensación, anticipo o a cambio de”: “Le ofrecí trabajar más tiempo cada día a cuenta de las jornadas en que realizaría mi viaje de estudio”.
Y no será lo mismo decir “ajustar alguien sus cuentas” que afirmar que se va a “ajustar cuentas a alguien”. Efectivamente, una persona ajusta sus cuentas cuando examina, en un negocio o en una dependencia, lo que hay a favor y en contra para tomar las medidas pertinentes. En cambio, cuando le digo a un amigo o compañero que voy a ajustar cuentas con él, estaré diciéndole, como una amenaza, que tomaré medidas en su contra o que le brindaré un escarmiento.
La locución “caer en la cuenta” indica que se advierte algo: “Ahora caigo en la cuenta de todo lo que lo extraño”. También constituye una amenaza el utilizar la expresión “cuenta con la cuenta” ya que con ella se advierte que se tenga cuidado en un asunto, pues puede sobrevenir un castigo o mal suceso.
Según cómo se corresponda a la confianza que se ha depositado en alguien se usarán las expresiones “dar a alguien buena / mala cuenta de su persona”.
Podemos ver también la diferencia que hay entre decir “dar cuenta de algo”, “darse cuenta” y “dar cuenta y razón”. En el primer caso, me doy cuenta de un hecho, lo he advertido, me he percatado de él y, la mayoría de las veces, lo he comprendido: “Me di cuenta de cuántas acciones benéficas ha llevado a cabo Rita”. Si, en cambio, doy cuenta de un suceso, puede que esté informando acerca de él o que, coloquialmente hablando, le esté dando fin, por medio de su destrucción o malgastándolo: “La comisión investigadora aún no da cuenta de los desastres del último bienio”. En cuanto a “dar cuenta y razón”, indica que se informa pormenorizadamente de algo: “Es preciso que se dé cuenta y razón de cada operación financiera”.
¿Y qué significa “echar la cuenta”? Nos dice el diccionario académico que “echar la cuenta” o “echar cuentas” pueden significar “reflexionar sobre el pro y el contra de algún asunto”, pero también “hacer cómputo del importe o utilidad”: “Al término de este proceso, es preciso echar cuentas para ver si ha sido realmente beneficioso”.
En este sentido, hay una expresión muy española que dice “no contar con la huéspeda”, de tipo coloquial, pues se utiliza para significar que no se prevén los inconvenientes que pueden llegar a obstaculizar inesperadamente o por error de cálculo, el curso de un negocio.
Y cuando queremos que alguien apure su discurso y lo cierre, lo urgimos diciéndole, por ejemplo: “¿Qué querés decir, en resumidas cuentas?”, expresión que significa “en conclusión, con brevedad”.
Otra expresión que vemos y escuchamos es “habida cuenta”: ¿está vigente? ¿qué significa? Nos dice el Panhispánico que la expresión es absolutamente correcta y equivale a decir “en consideración a lo expresado”.
Siempre va seguida esta locución de la preposición “de” y, si lo que viene a continuación es una cláusula con “que”, corresponde usar “de que”. Así, decimos “Habida cuenta de los problemas surgidos, se han tomado severas medidas” y “Habida cuenta de que han reducido el personal, todos los pedidos se han ido postergando”.
Cuando ante alguien, se le quiere dar rigor a una situación, se usa la expresión “las cuentas son las cuentas”: “Estamos hablando de cifras, no de amistad; entonces, las cuentas son las cuentas”, con lo cual se denota que los negocios deben hacerse con formalidad.
Si algo se lleva a cabo “más de la cuenta”, será que se hizo más de lo debido o conveniente; en caso contrario, será “menos de la cuenta”.
Y si no nos acordamos con precisión de algo, por su antigüedad o abundancia, la expresión adecuada es “perder la cuenta”: “Ya perdí la cuenta de las veces que me cobraron de más”.
Por último, detengámonos en “tomar en cuenta” y en “por cuenta y riesgo”: si alguien toma por su cuenta algo, significa que asume su cuidado y las responsabilidades que se deriven de ello, como en “Tomé en cuenta esos sabios consejos”. Y, de manera similar, al afirmar “Decidí hacerlo por mi cuenta y riesgo”, querré significar que asumí su ejecución bajo mi entera responsabilidad. En cuanto a la construcción que debe usarse después de “tomar en cuenta”, no es correcto usar una cláusula con “de que”, sino con “que”: “Tome en cuenta que habrá corte de agua”. Lo mismo tiene vigencia para “tener en cuenta”, que nunca se construye con “de que”: “¿Ha tenido en cuenta que eso no es correcto?”
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.