Desde su presentación en la Legislatura, en agosto del año pasado, el proyecto de reforma institucional de Suárez no tuvo la repercusión esperada. Pretendió el Gobierno en ese momento cumplir con otra de las promesas electorales, pero los mendocinos, como todos los argentinos en general, vivían pendientes de la pandemia y de los efectos económicos de la misma. Argumento más que suficiente para que “propios y extraños” en la Casa de las Leyes acordaran dejar el tema para un mejor momento. Aunque queda la sensación de que en aquella oportunidad la oposición del PJ hubiese sido más tolerante.
Justamente, hace pocos días el Gobernador resolvió ordenar a sus legisladores movilizar, ahora sí, el proyecto con la expectativa de que en un corto plazo las dos cámaras aprobaran la ley de necesidad de reforma, que es la que habilita la elección de constituyentes. El PJ dijo que no y todo quedó, por ahora, en una vía muerta. Por ello el enojo público de Suárez con la postura negativa de la oposición peronista. “No les interesa Mendoza, están ideologizados”, aseveró.
Puede resultar polémico el criterio del ministro Ibáñez sobre el ámbito y la oportunidad para la discusión de una reforma como la impulsada por Suárez. “Las opiniones de los especialistas se pueden recibir antes, pero el debate político se da con el proyecto redactado y puesto en la Legislatura. Así funcionan las reformas”, decía el jueves el titular de Gobierno consultado por Los Andes, tras explicar el contenido reformista sólo ante los legisladores de Cambia Mendoza y funcionarios del gobierno que integra.
En esa línea, criticó Ibáñez al justicialismo por no haber concurrido a esa primera reunión semanal para el análisis legislativo del proyecto de reforma. Insinuó que no es el ámbito partidario el indicado para ese tipo de abordaje, sino el institucional, como el Poder Legislativo. Quiso referirse a la concurrida reunión que el peronismo mantuvo en el Valle de Uco para consensuar el rechazo. Sin embargo, no deben olvidar en el oficialismo que durante el primer año de gestión de Francisco Pérez (precisamente, en octubre de 2012) el radicalismo, en ese momento primera fuerza de oposición, se opuso rotundamente a una iniciativa similar del entonces gobernador del PJ.
Fue en un concurrido congreso partidario realizado en Rivadavia donde la UCR, a la que ya controlaba estratégicamente Alfredo Cornejo, se opuso por amplísima mayoría a la propuesta del gobierno de Pérez. Y si bien había puntos de coincidencia con respecto a una reforma política que sí impulsaban simultáneamente en aquel momento radicales y demócratas, entendieron en la UCR que la movida oficialista podía quedar inmersa en el debate de una reforma constitucional nacional que por entonces impulsaba el kirchnerismo para dar paso a una nueva reelección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner. Todo se dispuso en un ámbito partidario, como hizo ahora el PJ.
Sí es acertada la crítica de Suárez e Ibáñez con respecto a la postura actual de la conducción del peronismo mendocino. Es cierto: Anabel Fernández Sagasti contradice lo que prometió en campaña con respecto a la necesidad de revisar la Constitución. Pero, en su descargo, hay que advertir que como en política la habilidad y el oportunismo son siempre ingredientes necesarios, la influyente senadora nacional cristinista no perdió la oportunidad de debutar en su alto rango partidario haciendo valer el peso de un peronismo que pretende no hacerle fácil al oficialismo el camino hacia las próximas elecciones. Y que sabe que su fuerza opositora es más que nada una presión nacional sobre uno de los pocos gobiernos provinciales no K.
En el Senado los radicales tienen, también, mucho fastidio por la escueta contrapropuesta lanzada por el peronismo en su comunicado. Se refieren al proyecto de enmienda del artículo 92 de la Constitución para agregar un texto: “El presupuesto total de la Legislatura en ningún caso podrá superar el 0,35% de incidencia en el presupuesto provincial”. Esto fue considerado por el radicalismo como un “simple y ridículo parche” para aliviar mínimamente el impacto por el no rotundo que dieron a través del comunicado oficial tras el cónclave de Tunuyán.
Además, en el PJ mantienen firme la postura de no debatir el proyecto que envió el Ejecutivo el año pasado. “Si Suárez insiste con someter el tema a votación en el Senado, lo haremos en contra. Para nosotros es un asunto terminado”, argumentaban ayer las principales voces del kirchnerismo local. Y del lado de algunos “socios” del radicalismo en el espacio oficialista Cambia Mendoza opinaban que llevar el tema al recinto en las actuales circunstancias sería “otro error y otra derrota”.
Estas voces amigas están alertando sobre la posibilidad de un traspié que juegue en contra de la imagen del Gobierno. Y recuerdan que la ambiciosa propuesta reformista fue de algún modo la llave que abrió la puerta para la partida de los demócratas de la coalición gobernante. En aquel momento hubo expresiones públicas de dirigentes y legisladores del PD en contra de la iniciativa.
Sin embargo, tanto Suárez como sus funcionarios involucrados y los legisladores más cercanos no descartan plantear igualmente el debate para forzar una votación que blanquee la postura del PJ, que debería exponer desde las bancas por qué se opone a la reforma. No piensan en el Ejecutivo en una suerte de derrota, como otros temen o vislumbran, sino en un blanqueo de posturas. Sería una estrategia sustentada en el buen nivel de aceptación ciudadana que tiene el proyecto de reforma según mediciones en las que confía el Ejecutivo. Mientras tanto, Abed y las pocas voces expertas en negociación que ocupan lugares en el Senado no pierden la esperanza de ablandar la postura de los justicialistas, más allá del rotundo comunicado en contra.
Hay otras lecturas políticas. Por ejemplo, está claro que el peronismo apunta a instalar supuestas debilidades del Ejecutivo: falta de diálogo político y social, manejarse en soledad y no gestionar consensos básicos para encarar cambios institucionales, como lo que pretende con la frenada reforma. En todo caso, habría que hablar de estilos de gestión. Alfredo Cornejo no resultaba muy amigable con sus opositores cuando éstos planteaban disidencias que de algún modo entorpecían sus objetivos de gobierno. Pero el ex mandatario expresaba una forma de liderazgo muy diferente a la de Suárez, pese a lo cual tampoco tuvo éxito en los sondeos que hizo encarar también con un propósito reformista.
No se trata de comparar estrategias. Seguramente Cornejo y Suárez marquen estilos de gestión muy diferentes, pero se mantendrán en lo político en carriles paralelos. Tampoco se puede opinar alegremente si un determinado modo de ejercer el poder es bueno o malo. Pero sí es seguro que el estilo de consensos que siempre mencionó el Gobernador necesita de mayor iniciativa y dinamismo.
El año se presenta complicado, complejo. La política sanitaria no puede bajar la guardia, pero el plan de vacunación es aún una incógnita. En ese escenario puede quedar atrapado el ciclo educativo presencial, otra gran apuesta del gobierno local. Los recursos no sobran en la provincia. Y en cuanto a las elecciones, unificar o no las legislativas es otro dilema, con el agravante de que no sabe realmente qué decidirá la Nación con respecto a las PASO. Un día a día que probablemente no le permita al Gobernador sentarse a esperar que madure la anhelada reforma.