La prédica tuvo sus frutos. Aunque se opusieron tenazmente, todos se expresaron. Tuvieron la palabra. Discreparon. Hasta algunos llegaron a elegir “padrinos”, amenazando “batirse a duelo” ante la ofensa de virulentos discursos. No llegaron a tanto. El debate educativo saldó los pleitos.
Eran otros tiempos. Sarmiento estaba convencido y los datos de ese primer censo nacional de 1869 lo corroboraban: analfabetismo altísimo y casi sin escuelas en “la campaña”. Era imperiosa una nueva legislación educativa. A pesar de los complejos momentos que se vivían, nada más y nada menos que la organización nacional, el tema central fue la educación. Discutieron todo y todos. Existían posiciones irreconciliables, pero todos elevaron sus propuestas. Ese Sarmiento que había sido excomulgado por el catolicismo, no sólo se enfrentó a la Iglesia, discutió con los seguidores de Alberdi, Mitre, el presidente Roca, López Jordán, los viejos seguidores de aquel partido federal, los autonomistas de Carlos Tejedor. Sufrió atentados, pero el debate pudo más y, con seguridad, aunque perfectible, consiguieron una Ley de Educación.
El Gobierno de Mendoza ha convocado a un Congreso Pedagógico poniendo en foco la necesidad de contar con la mayor cantidad de opiniones posibles, no sólo para enriquecer el debate educativo sino, también, para sumar herramientas técnicas y pedagógicas que sirvan de insumos al posterior debate legislativo. Es una invitación a componer un espacio amplio y plural que enriquezca ese primer borrador del proyecto de ley. En síntesis: es sumar ideas, en un espacio donde la sociedad en su conjunto y todos los actores del sistema educativo, puedan escucharse entre sí.
Como docente comprendo la circunstancia coyuntural. Siete meses de pandemia, de enorme esfuerzo docente. De constante preocupación por parte de los maestros por encontrar una alternativa educativa favorable hacia sus alumnos. Siete meses en los que el hecho educativo nunca se cortó. En gran medida, por el mérito de esa constante y responsable calidad docente. Pero también, y en paralelo, con la responsabilidad de ocupar un espacio público, cabría exponer: con un 40,9% de la población en estado de pobreza, con casi un 50% de niños vulnerados en muchos de sus derechos, con restricciones emanadas de la crítica situación pandémica y ante un panorama económico nacional y provincial (no ajeno del contexto global) que vislumbra una fuerte crisis económica y social por un tiempo incierto y prolongado, será difícil lógicamente encontrar en el futuro inmediato un momento ideal, o al menos adecuado.
El contexto actual llenó nuestra agenda de nuevas circunstancias y demandas. Desnudó la realidad. Este tiempo “excepcional” e inédito, nos obligó a confeccionar de urgencia una nueva agenda. El remanso no se vislumbra cercano pero la educación siempre fijó su horizonte y su mirada en el futuro. No es un juicio utópico o romántico. Es necesario y posible hacer aportes colectivos en pos de la educación. Nadie mejor que un maestro sabe de esto.
Creo humildemente que tenemos una buena oportunidad de ponernos a desentramar esa anhelada pospandemia. Seguro llegará, con tantos, o más conflictos que los actuales. Un Congreso Pedagógico, no construye milagrosamente “futuro” pero, si es una oportunidad para debatir, como Mendoza históricamente siempre hizo, por un renovado modelo educativo que proponga y promueva alternativas superadoras de vida a nuestros estudiantes y a la sociedad en su conjunto.
*El autor es Coordinador de Delegaciones Regionales.
Edición y producción: Miguel Titiro
