Reflexiones sobre la vacuna rusa

La introducción de esta vacuna voluntaria parece una tabla de salvación frente a un morbo que amenaza de muerte a toda la humanidad y, sin embargo, mucha gente anuncia su rechazo a inmunizarse.

El éxito de un programa de salud depende casi por completo de la confianza con que lo reciba la gente.
El éxito de un programa de salud depende casi por completo de la confianza con que lo reciba la gente.

Un gran sanitarista y mejor amigo, el Dr. Enrique Quesada, de Mendoza, me decía, cuando aún no había surgido el debate sobre las vacunas contra COVID-19, que el éxito o fracaso de la futura campaña dependería exclusivamente de la confianza que despertara en la población.

Acostumbrados como estamos a procedimientos normativos, donde las cosas son «obligatorias» o están «prohibidas», la introducción de esta vacuna voluntaria parece una tabla de salvación frente a un morbo que amenaza de muerte a toda la humanidad y, sin embargo, mucha gente anuncia su rechazo a inmunizarse.

Para más confusión, aparece el factor político, donde las vacunas occidentales, «capitalistas», se oponen a las «comunistas» rusa o china.

El 26 de septiembre, el Instituto Gamaleya de Moscú, responsable y creador de la vacuna Sputnik V, publicó en The Lancet una descripción pormenorizada de los procedimientos que condujeron a su obtención, en las fases I y II, preclínica y clínica, quedando abierta -algo común a todas las vacunas- la evaluación de la fase III, iniciada con 40.000 voluntarios.

Sputnik V, basada en dos vectores adenovirales recombinantes diferentes -de allí la necesidad de aplicar 2 dosis distintas con 21 días de intervalo-, demostró, según los autores, su eficacia, cercana al 100%, con inmunidad celular y humoral contra el agente etiológico, SARS -CoV-2 y su seguridad por la baja incidencia de efectos secundarios indeseables, aunque resta la gran prueba del tiempo, que sólo se verá cuando grandes y heterogéneos grupos humanos la reciban.

En tanto que los organismos occidentales de validación de productos farmacéuticos, como la Food and Drug Administration, (FDA) de los EEUU y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), gozan de un prestigio incuestionable, similar al que distingue a nuestra Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), poco es lo que se conoce a nivel masivo e incluso en instituciones científicas y de salud de la Argentina sobre los procedimientos y autoridades de validación vigentes en la Federación Rusa.

Las posibilidades de una validación maliciosa, ya sea por razones políticas o por la urgencia del caso, son virtualmente nulas. El Instituto Gamaleya tiene, en sus 110 años de trayectoria, una experiencia y un prestigio científico incuestionables ¡precisamente en el desarrollo y producción de vacunas! Menos conocidos son los protocolos de validación del Ministerio de Sanidad ruso y ahí reside parte de la confusión que se generó.

Una delegación del Ministerio de Salud de la Argentina, encabezada por la subsecretaria Carla Vizzotti, estuvo en Moscú observando lo concerniente a la producción, envasado y transporte de la vacuna y a su regreso «aconsejó» a la ANMAT su aprobación, quien a su vez, «recomendó» al Ministerio de Salud la utilización de esa vacuna. Todos procedimientos, si no irregulares, al menos inusuales.

En vista de las suspicacias, oposiciones, reticencias y críticas que existen, donde pueden subyacer razones políticas, económicas y aun celos científicos, sería bienvenida una aclaración del Ministerio de Salud sobre «qué fue lo que vio» Carla Vizzotti en Moscú y cuáles son las evidencias que han conducido a recomendar el uso de la vacuna Sputnik V. Lo necesita tanto la comunidad científica, como el público para aventar temores.

Al final, tenía toda la razón mi amigo: El éxito de un programa de salud depende casi por completo de la confianza con que lo reciba la gente.

*El autor es Médico. Ex ministro de Salud de Santa Fe.

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