Reflexiones obtusas y actos miserables

Así como Cristina mezcló de manera artera la dictadura de Maduro con la vergonzosa y oscura visita mileista a genocidas, el presidente usó arteramente la denuncia de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández para atacar al feminismo y la política de género.

Reflexiones obtusas y actos  miserables
Javier Milei y Cristina Kirchner

Cristina Kirchner reclamó a Maduro que, “por el legado de Chávez”, muestre las actas. El problema es que “el legado de Chávez” es Maduro.

Con multitudes derribando estatuas del exuberante líder que dejó Venezuela en manos de una nomenclatura esperpéntica, no es buena idea invocarlo. El trayecto venezolano hacia la economía dolarizada, la bancarrota de PDVSA, la pobreza alcanzando a casi toda la sociedad (con excepción de los militares, la boliburguesía y los socios del narcotráfico y de las mafias que explotan ilegalmente la minería) además de la deriva autoritaria, comenzó con Hugo Chávez gritando “exprópiese” y haciendo votar nuevamente a los venezolanos en un referéndum, porque en la primera votación la mayoría había votado contra la reelección indefinida.

De ese liderazgo surgió el personaje que en la década anterior aplastó protestas masivas con represiones criminales que dejaron centenares de muertos, las cárceles repletas de presos políticos y aplicación de la tortura a escalas industriales.

No es difícil repudiar un fraude grotesco sin agregar guiños ideológicos y sin mezclar la dictadura de Maduro con los legisladores y funcionarios de Milei que denuncian la dictadura en Venezuela pero visitan a genocidas y torturadores aquí.

Se puede denunciar el fraude y la represión con decenas de muertos, encarcelados y secuestrados en Venezuela, y por otra parte, claramente separado un tema del otro, repudiar que un sector del gobierno argentino reivindique criminales que convirtieron los brazos armados del Estado en una cruel maquinaria de exterminio.

Lo bueno es que, por lo menos, el pronunciamiento de Cristina incluyó un cuestionamiento a Maduro y un reclamo de que “muestre las actas”, aunque eso sólo tiene sentido si se hace en tiempo y forma, y no cuando el régimen haya podido adulterar todo.

En rigor, pedir que muestre las actas para que se pueda verificar por peritos expertos el resultado de la elección, a esta altura no tiene ningún sentido. Si Lula, Petro y Cristina quieren que observadores imparciales comprueben qué fue lo que votaron los venezolanos, tienen las actas que les envió María Corina Machado. Peritos expertos y observadores imparciales pueden verificar la autenticidad o no de esas actas aportadas por la oposición.

El Centro Carter ya verificó el triunfo abrumador de González Urrutia y al menos uno de los candidatos inventados que usó el régimen para dividir en nueve el voto opositor, mostró sus propias actas y afirmó que son totalmente coincidentes con las que mostró Machado.

De tal modo, quien de verdad quiera saber qué votaron los venezolanos, tiene actas para someter a verificaciones calificadas. No hace falta pedírselas a Maduro. Eso es darle tiempo para que organice el aparato represivo que garantice su continuidad en el poder.

Por suerte para el kirchnerismo balbuceante ante la nueva tropelía de sus aliados de antaño, el presidente argentino ya había hecho su propio estropicio con un mensaje grabado en el que mostraba más interés en presentarse a los venezolanos como el líder del ultra-conservadurismo mundial que los defiende, para que se alineen con su liderazgo global. Y hubo más estropicios de Milei.

Así como Cristina mezcló de manera artera la dictadura de Maduro con la vergonzosa y oscura visita mileista a genocidas, el presidente usó arteramente la denuncia de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández para atacar al feminismo y la política de género.

Si se verifica que lo denunciado por la ex mujer del ex presidente es cierto, lo de Alberto Fernández es tan patético que se suma a la larga lista de fallidas selecciones de Cristina, junto a nombres como Boudou y Scioli, además de estrechos aliados como Alperovich.

La “genial estratega” vuelve a mostrar que su “ojo clínico” tiene una miopía tremenda. Pero si además de “ocupa” y “mequetrefe”, el ex presidente que decía “todes” hubiera ejercido (como dice la denunciante) violencia machista, no habría en absoluto una prueba de que el feminismo fracasa y la lucha contra la violencia de género son falacias lucubradas por el globalismo y la cultura marxista.

No tiene nada que ver una cosa y la otra. En todo caso, al contrario. Si una denuncia como la de Fabiola Yáñez generó una indignación oceánica con Alberto Fernández, es porque la lucha feminista generó una conciencia en la sociedad sobre la gravedad de la violencia machista. ¿Por qué sería malo eso? ¿Acaso los conservadores quieren que sus hijas y nietas puedan ser segregadas y maltratadas? ¿Acaso no creen en la igualdad del hombre y la mujer?

Usar la tragedia de los venezolanos para atacar a la ultraderecha que reivindica una dictadura atroz, como hizo la ex presidenta, y como hizo también el actual presidente al atacar al feminismo lanzándole la denuncia de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández, además de una reflexión obtusa, constituye un acto miserable.

* El autor es politólogo y periodista.

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