La declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, el 9 de julio de 1816, fue el epílogo del proceso revolucionario iniciado en 1810. Epílogo y, a la vez, inicio de la construcción de una nación libre, sin cadenas. Construir, esa era la gran tarea. Construir sobre las desigualdades, sobre los intereses personales y de las elites dominantes, sobre la ignorancia y sobre un inmenso territorio con vastas regiones despobladas. Ante todo, Construir.
Declarar la independencia fue, también, una decisión valiente, arriesgada, de coraje. Merece ser catalogada así porque el rey de España, Fernando VII, había regresado al trono luego de haber sido derrotado Napoleón y enviaba sus fuerzas contra los insurgentes americanos para aplastarlos. Pero la mecha estaba encendida y no había vuelta atrás: debíamos ser libres. Los hombres de aquel Congreso General cumplieron su mandato y no dudaron en hacerlo efectivo: lograr la emancipación de España.
“Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.” rezaba el acta jurada ese glorioso 9 de julio de 1816. Diez días más tarde, se agregaba “y de toda otra dominación extranjera” para reafirmar que no aceptábamos dependencia alguna.
Tucumán marcó un hito en la historia nacional y sudamericana. Las Provincias Unidas se erguían altivas y libres frente al mundo. Los vientos absolutistas de Europa no lograron empañar el espíritu del Congreso reunido en Tucumán. Un aire puro, fresco, vivificante y único se respiraba: era el aire de la libertad.
Ya en los años previos a la Declaración de la Independencia, el Himno Nacional Argentino iniciaba su primera estrofa con el más profundo sentimiento, una declamación a todos los libres del mundo: “¡Oíd mortales el grito sagrado, libertad, libertad, libertad! Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad”. Tal afirmación inmensa, estremecedora y conmovedora es evocada cada vez que la canción patria nos susurra y nos eriza la piel para declarar, a viva voz, que la libertad es sagrada. Esa libertad sagrada da paso a entronizar la noble igualdad, la igualdad de derechos. Alcanzar esos objetivos fue el arduo trabajo de los hombres y mujeres de esta época que dejaron sus vidas, familias, fortunas en pos de la lograr la independencia “para nosotros y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, tal como invocará años más tarde el Preámbulo de la Constitución de 1853-60. Una vez más la Declaración de la Independencia, el Himno y la Constitución Nacional se unen en un mismo trazo y un mismo horizonte con miras a un país abierto y grande, con justicia y equidad.
Al reflexionar sobre 1816, nos percatamos que esos ideales una vez proclamados quedaban en manos de todos. Más de doscientos años después, nosotros somos herederos de ellos. Para poseer la libertad hay que merecerla, ganarla, honrarla con coherencia de ideas y acción, con la búsqueda del bienestar para todos los ciudadanos, con el debate sin agravios, con las manos abiertas y el corazón agradecido a esta, nuestra, tierra: Argentina
Hoy, 2021, también es preciso construir sobre las desigualdades, sobre las ambiciones desmedidas, sobre la ignorancia. Construir como pueblo, el pueblo de la Nación Argentina, “fuente de toda razón y justicia”, como, también, invoca el Preámbulo de la Constitución Nacional, para poder erguirse orgulloso. La tarea no es fácil pues requiere del trabajo de cada uno de nosotros sin importar el lugar que ocupemos ya que supone compromiso y honradez.
Un año más conmemoramos la Declaración de la Independencia Nacional. Urge comprender y valorar esta fecha porque nos define como país, porque nos otorga una historia común que nos sostiene, porque nos enlaza más allá de las fronteras y porque nos identifica. Somos Argentina desde Los Andes al Atlántico y desde La Quiaca hasta Ushuaia y somos parte de una tierra grande, hermosa, majestuosa.
9 de julio de 1816 y 9 de julio de 2021, mucho tiempo entre ambas fechas, pero la tarea a realizar -como ya dijimos- continúa siendo la misma: Construir.
*La autora pertenece al Instituto de Historia Americana y Argentina (IHAA) - Facultad de Filosofía y Letras. UNCuyo