Recordando a mi tío, el escritor y periodista, Antonio Di Benedetto

En el momento de la detención de mi tío (marzo de 1976), los militares irrumpieron en mi casa. Rompieron la puerta de ingreso, golpearon a nuestra perra. Eran las once de la noche. Fue violento, Revisaron la vivienda y se llevaron libros que él guardaba en mi casa.

Recordando a mi tío, el escritor y periodista, Antonio Di Benedetto
Antonio Di Benedetto

Los Andes me da la oportunidad de recordar a mi tío, el escritor y periodista Antonio Di Benedetto, ahora que se está por cumplir el aniversario 35 de su fallecimiento (10/10/1986).

Lo traté casi diariamente durante aproximadamente 15 años. Yo acuso ahora 64 años, que es la edad que él tenía al fallecer.

Era hermano de mi madre, Carmen Di Benedetto. Puedo decir que en la vida familiar era cordial, por momentos muy estricto (recuerdo que en ocasiones me enviaba a lavarme las manos), aunque también muy cariñoso, sobro todo con mi abuela, su madre, Sara Fisígaro. Con mi mamá Carmen era muy sobreprotector.

A mi cada tanto me consentía con algún regalo o simplemente dedicando tiempo a mis inquietudes, siempre estuvo cerca de nosotros.

Durante años fue una tradición que almorzara con nosotros, los cuatro: él, mi mamá, la abuela y yo. Una de sus comidas preferidas era el arroz blanco.

Con mi papá casi no tuvo trato. Cuando se refería a él lo hacía con respeto (mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años).

En el momento de la detención de mi tío (marzo de 1976), los militares irrumpieron en mi casa. Rompieron la puerta de ingreso, golpearon a nuestra perra. Eran las once de la noche. Mi mamá Carmen estaba acostada. Fue violento. Revisaron la vivienda y se llevaron libros que él guardaba en mi casa.

A la semana nos enteramos que lo habían arrestado en la sede del diario Los Andes y con mamá empezamos a buscar la forma de verlo, hasta que ella logró verlo en las instalaciones del Liceo Militar General Espejo.

Luego lo trasladaron a La Plata (Unidad 09 del Servicio Penitenciario de esa ciudad). Yo tenía 19 años.

Viajamos a La Plata con mi mama y ella pudo ingresar al penal y verlo por muy poco tiempo. (Para entonces ya le habían destruido los lentes de manera intencional).

Mamá lloró mucho al salir de la primera visita. A partir de entonces viajamos casi todos los meses (nos avisaban cuando podíamos verlo con 4 o 5 días de antelación y salíamos con frazadas o ropa que le pedía a mi tía, Luz Bono).

Para los contactos y la compañía nos ayudó mucho Adelma Petroni, amiga de mi tío quien vivía en Capital Federal. Paramos en su departamento de la avenida Santa Fe. Ya tenía 20 años cuando mi tío recuperó la libertad (3 de septiembre de 1977).

Había ganado un premio por un cuento y debía partir hacia Europa. Podía llevar a alguien y eligió a su hija, Luz. Pero mi prima no quiso viajar. En el momento en que ella desistió invitó a su hermana. Esta escena sucedió en Capital Federal. Mi mamá estuvo un par de meses con él en Europa. Pero tuvo que regresar manteniendo a partir de entonces un vínculo a través de la correspondencia.

En el terremoto de enero de 1985 se destruyó su casa paterna; entonces vendí el inmueble y le construí una casa nueva en calle Maipú de Godoy Cruz.

Él, antes del ‘76, se había construido una casa nueva en la calle Catamarca y Costanera, que con posterioridad fue vendida por mi prima Luz por poder porque ya estaba en Estados Unidos, donde reside desde entonces.

El momento triste de su muerte lo supimos a través de un llamado telefónico desde la Casa de Mendoza en Buenos Aires, donde él trabajaba. Nos avisaron que se había caído por las escaleras y que había fallecido. Fue un duro golpe, especialmente para mi mamá (su hermana), quien le sobrevivió hasta 2000, cuando nos abandonó a los 72 años.

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