Racismo argento

No estuvo mal sugerir que Messi, como capitán de la Selección, pidiera las disculpas del caso.

Racismo argento
El festejo de Enzo Fernández generó revuelo político. Foto: Los Andes

La cuestión no es si Francia tiene o no autoridad moral para retar a los jugadores argentinos que entonaban un cantito racista. Tampoco se trata de acusar de racismo al grupo de futbolistas de la selección. Seguramente no son racistas. Pero lo que hicieron es una muestra del racismo que inconscientemente impregna la cultura, costumbres y hábitos de un país. Eso es lo que se debe combatir.

Es un deber moral combatirlo para que los niños de hoy y de las próximas generaciones no crezcan intoxicados de esa despreciable negligencia que es el supremacismo racial. Creer que el color de piel o la etnia a la que se pertenece establece escalas de inferioridad y superioridad, es una forma cruel de la imbecilidad humana.

Hasta que el mundo comenzó a tomar conciencia de ese racismo no proclamado pero incrustado en los hábitos de los grupos sociales, en Argentina los niños de las clases medias y alta crecieron escuchando a sus padres decir “negros de mierda” y asociando la piel oscura con la vagancia y el pillaje.

Hasta hace poco en las tribunas argentinas había hinchadas que coreaban “boliviano” o “paragua” (por paraguayo) como sinónimo de inutilidad.

No eran militantes del racismo orgánico que se expresa en ciertas agrupaciones normalmente de carácter ultraconservador. Eran argentinos normales que naturalizaron vulgaridades deleznables.

Los hábitos impregnados de racismo cultural no deben ser naturalizados sino repudiados. Y los jugadores de la selección nacional, precisamente por la posición que ocupan, tienen la responsabilidad de colaborar a una cultura desintoxicada de supremacismos. Pero ¿cómo reclamarles a ellos esa responsabilidad a la que están obligados, si el presidente del país que ellos representan en el fútbol se abraza con racistas como Jair Bolsonaro y sus hijos, además de saltar excitado en escenarios ultraderechistas donde el desprecio étnico y racial es moneda corriente en sus dirigencias y militancias?

La cuestión no es Francia, sino la cultura y la educación de los niños argentinos. La opción es formarlos en costumbrismos moralmente tóxicos y culturalmente negligentes, o formarlos en una sociedad desintoxicada de todas las formas crueles de imbecilidad humana, como el racismo, la misoginia y la homofobia. O sea, en una sociedad donde los hábitos tienen que ver con la racionalidad y el humanismo.

Milei hizo bien al recibir a Lacalle Pou en la Casa Rosada, en lugar de insultarlo por haber cuestionado su faltazo a la cumbre del Mercosur. Pero hizo mal al echar al subsecretario de Deportes porque sugirió que la selección debería pedir disculpas a Francia a través de Lionel Messi.

Aunque Messi no estuvo entre los cantantes desubicados, él es el capitán y ninguna voz argentina se escucharía más que la suya en un pedido de disculpas que le haría bien al país. No se trata de hacerlo asumir una inconducta que no tuvo. Se trata precisamente de usar su extraordinaria celebridad deportiva y su impecable historial de conducta, para expresar algo que debe ser oído en el mundo hasta tapar el cantito burdo inventado por obtusos hinchas argentinos en el mundial de Qatar.

No estuvo mal el subsecretario Julio Garro al sugerir que Messi haga el pedido de disculpas. Eso no es pedirle que se haga cargo de algo que no hizo. Al contrario, es mostrarlo consiente de la gravedad de lo sucedido, hablando como capitán y máxima figura de la selección. Estuvo mal Milei al echar a ese funcionario y al retuitear a uno de los tuiteros orgánicos del oficialismo que incurre en un racismo peor al expresado por los jugadores porque fue consciente y premeditado, en lugar de un derrape por torpeza y descuido como el cometido por los futbolistas.

Es gravísimo que uno de los voceros encubiertos del pensamiento del presidente haya escrito y publicado que “pedir disculpas a unos europeos colonizadores por una canción que encima dice la verdad, es ir totalmente en contra de la ideología del Javo” (por Javier Milei).

Si la “ideología del Javo” considera que un cantito vulgar y racistoide “dice la verdad”, entonces el presidente de los argentinos también suscribe el racismo. Con ese vocero que tiene en la red debería haberse indignado Milei y no con quién sugirió algo que tiene sentido y que no implica confundir a Messi con los desubicados del ómnibus, ni obligarlo a una actitud degradante.

Lo degradante fue el cantito, no que un capitán de conducta siempre intachable pida disculpas en nombre del país. Eso es enaltecedor para Messi.

Milei, en cambio, al retuitear el mensaje que define el estribillo como portador de “la verdad”, amplificó el derrape racistoide que desató el escándalo. Y lo agravó la vicepresidenta Victoria Villarruel, con un pronunciamiento aún más demagogo y oscuro.

*El autor es politólogo y periodista

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