Qué ve la “gente” cuando mira la gestión del gobernador Suárez

Hoy la cuestión del Covid y el acceso al empleo son los dos elementos que mejor definen qué significa “gestión” para los mendocinos.

"Siempre apreciaciones diferentes dependiendo de quién esté mirando, de cuál sea su situación, sus intereses y sus expectativas".
"Siempre apreciaciones diferentes dependiendo de quién esté mirando, de cuál sea su situación, sus intereses y sus expectativas".

Ser vistos, evaluados o valorados, arrojará siempre apreciaciones diferentes dependiendo de quién esté mirando, de cuál sea su situación, sus intereses y sus expectativas. Aunque se nos va enseñando que las cosas se pueden generalizar o que todo es más o menos lo mismo, las cosas realmente no son tan así.

Proponemos algunas puntas de ovillo desde las que podemos empezar a tirar para emprender una respuesta a una pregunta que nos inquieta hace tiempo: ¿Qué ve la gente, cuando mira en una gestión?.

Generalizar aquello que entendemos por gente, es el primer error. Y si a esa generalización le sumamos que gestión es también, al menos, una abstracción sobre la que no existe un consenso, nos enredamos antes de siquiera poder empezar a respondernos de forma hipotética.

Pero a los fines de dar esa discusión, omitiremos parte de esos importantes aspectos, solo diremos que eso que se dice gente, es una totalidad cada vez más dispersa, heterogénea y confusa que por esas mismas cualidades se torna cada muy difícil de reconocer y contener por parte de los tradicionales espacios del Estado.

Mientras que por su lado los gobiernos buscan medir sus imágenes, la de sus funcionarios, y el “humor social” de su ciudadanía, omiten ciertas complejidades de importancia: La de pretender una mirada sobre un todo social, como si este estuviese poco fragmentado o fuese claro y perceptible en sus formas. En el más optimista de los casos, si se piensa a la gente como una totalidad, esta será siempre incompleta y contradictoria.

Afortunadamente, esa omisión, que ocurre con frecuencia, deriva en intenciones que apuntan a reconocer un escenario más (o menos) claro sobre decisiones que puedan afectar a la población y que, como un boomerang, no les vuelva en forma de conflicto difícil de remontar.

Es por eso que resulta importante saber, conocer y distinguir las fibras más sensibles de la opinión pública que ayuden a la convivencia de miradas, intereses y necesidades que no siempre van de la mano; y ejemplos tenemos de sobra, rememorando por caso el pasado verano y la intentona del gobierno por derogar la ley 7722; aventura política sobre la que seguramente el gobernador habrá sumado una experiencia, como poco, movilizadora.

Una de las líneas fundamentales, una de las preguntas que nos inquieta en nuestra consultora es ¿Qué ve la gente cuando mira la gestión de su gobierno provincial?

Y si ya se llegó hasta este punto de la lectura, estaremos de acuerdo en que no habrá una única respuesta.

Pero sí debemos concretar argumentos, esa difícil práctica que tanto cuesta a la sociología.

Nuestros estudios nos permiten reconocer que una de las expectativas mayores hacia el gobierno es que éste nos brinde certidumbre, estabilidad y previsibilidad. En otras palabras, “poder estar tranquilos, al menos, un tiempo”. Y es que la convulsa situación que atraviesa nuestro país hace ya algunos años choca de frente con la personalidad cada vez más ansiosa y angustiada de nuestra sociedad fragmentada.

El anhelo de estabilidad, incluso, ha desplazado a la histórica inseguridad del triste primer puesto del ranking de problemas. Entonces: ¿Podríamos decir que “la gente” valora una gestión según el nivel de certidumbre, previsibilidad y control sobre realidad presente y futura?.

Si. Pero no es tan simple deconstruir esa abstracción polisémica, porque al hablar de certezas o certidumbres no decimos mucho y seguimos sin aclarar del todo, así que, convendrá precisar más.

Hoy la gestión del COVID y el acceso al empleo (que a su vez están ampliamente correlacionados entre sí) son los dos elementos que mejor definen qué significa gestión para los mendocinos.

Y, ¿dentro de los mendocinos/as, hay matices?

Claro. Los empleados privados y cuentapropistas, es decir los que dependen de sí mismos o de organismos no gubernamentales, son los más afectados por esta sensación. Consideremos que en esta categoría se encuentran trabajadores precarizados, en negro o sub-ocupados, los que tienen que “salir a parar la olla”. Esos independientes que necesitan una buena gestión del COVID no solo para estar sanos, sino fundamentalmente para poder salir a trabajar y que, obviamente antes que eso, hayan podido acceder a un empleo.

La mujer cuentapropista, independiente, aislada y desprotegida del mercado, condicionada además desde la activa segregación del género, es la más afectada por esta realidad. La mitad de las mujeres encuentran esa incertidumbre como su obstáculo principal y de esto debe ocuparse el gobierno. Entre ellas, las más jóvenes y de estratos bajos, encabezan la lista de las que viven tambaleantes cotidianeidades. Por su lado, los jóvenes valoran más las oportunidades de empleo y la posibilidad de concretar proyectos, mientas los adultos mayores esperan saber que su salud estará garantizada.

Hay diversidad de sectores y decenas de factores que ayudan a organizar esa mirada difusa que buscamos reconocer, algunos hemos señalado aquí. Pero algo damos por hecho, y es que el ejercicio de gestionar sobre ese mar de miradas que vive, siente, padece y juzga es, sin dudas, algo no cuantificable. Y eso es lo que hace a la política infinitamente atractiva y apasionante.

*El autor es Sociólogo y Consultor.

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